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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

La ilustración contra la barbarie

Gema Lendoiro el

En un mundo más necesitado que nunca de un pensamiento crítico, profundo y sin concesiones, André Glucksmann se nos va dejándonos más solos y empobrecidos. Un intelectual —decía— ha de ser pesimista, un profeta del desastre, alguien capaz de descubrir entre la semilla la flor venenosa”. Y nos abandona precisamente ahora que el mundo parece haberse impregnado con el sabor de esa papilla indigerible que representa el optimismo contra viento y marea, donde los pesimistas no caben o son tratados como peligrosa materia tóxica.— Emilio Castelló.

Comienzo esta cita sobre la muerte del filósofo André Glucksmann el pasado 9 de noviembre. Hoy más que nunca estamos muy necesitados en Occidente de grandes pensadores que agiten las conciencias tan profundamente adormecidas que tenemos, que salgamos de nuestra formidable confortabilidad y empecemos a espabilar y darnos cuenta de que quizás el mundo que hasta ahora hemos conocido, se nos acaba. Y desde luego más que buscar los orígenes de esta culpa o responsabilidad, que también es necesario, busquemos las soluciones. Obviamente esto no se arregla dialogando. No con ellos, no con la Yihad. Y sí, no estoy en contra, ni mucho menos, de la paz, del amor y de todas esas cosas tan bonitas que quedan en los muros de facebook adornadas por velas. La violencia a veces es necesaria por mucho que nos duela admitirlo porque somos hijos de los derechos humanos, de una democracia fuertemente consolidada y no llevamos ya ni rastro de gota de la civilización anterior a la Ilustración. La violencia es consustancial al hombre. Si un tipo entra en mi casa y quiere violar a mis hijas usaré el cuchillo más grande que tenga en la cocina para defenderme, si es necesario intentando matarlo. Yo, usted y cualquiera. Obviarlo es no ser realista. El instinto de supervivencia incluye la violencia, queramos o no queramos verlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde luego tengo muchísimas preguntas y prácticamente ninguna respuesta sobre los terribles acontecimientos que nos suceden y que muchos indican como inmersos en la III Guerra Mundial, mucho más limpia, más confortable que las anteriores y en lugares alejados de la noble y vieja Europa. Como a usted, como a todos, la consternación nos supera, es imposible comprender la maldad sin haberla vivido desde la infancia. En el fondo es una suerte no saberlo pero no deja de ser cierto también que esto es lo que nos hace vulnerables. Si no esperas esa maldad, si no la interiorizas, si no la preves, estás indefenso. Políticamente no tengo idea de qué puede hacerse. Pero en cuestiones antropológicas y filosóficas, no dominándolas, sí me acerco a un tipo de pensamiento y este radica en que la llamada filosofía vital Disney (todo el mundo es bueno) no funciona, no sirve y lo que es peor, acabará por destruirnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos personas que piensan diferente pueden terminar sentándose a hablar y aunque jamás estén de acuerdo terminarán por estrecharse las manos y ¿quién sabe?, lo que no les haya unido en política, podrá hacerlo en fútbol, motos, animales, plantas o una cofradía de semana santa. Lo que sea pero siempre habrá un acuerdo tácito común sobre la frase atribuida a Voltaire: “No estoy de acuerdo con tus ideas pero defenderé tu sagrado derecho a expresarlas” El problema viene dado cuando hablamos de personas,  no ya de civilizaciones diferentes (hay terroristas criados en Europa), la gran fractura estriba cuando enfrente de un hombre del  XXI encontramos a uno del XV. El gran triunfo de Occidente fue separar la fe del Estado, establecer el laicismo como forma de gobierno. Y esto lo digo siendo creyente. Fue un triunfo porque en aquella época el humanismo cristiano no era lo que es hoy día, estaba imbuido de medievalismo, de barbarie, de lo que hoy es ISIS. Que si no aceptas mis dictámenes, la muerte es tu destino. Por lo tanto pretender dialogar, suena deseable pero no realista.

Es inevitable también pensar en esos terroristas como niños que en su día fueron. Y en la violencia sufrida en la infancia como forma de básica de crear adultos violentos. Y es que la violencia tiene muchas caras, no sólo la física. Está el sentimiento de desarraigo, de ciudadano de segunda (esto es un debate complejísimo y muy actual debido a los ecos vigentes del postcolonialismo en Francia), está el pertenecer a un grupo marginal, el mobbing y, sobre todo, dos vectores que me parecen fundamentales:

-La falta de una familia estructurada que contenga, apoye, ame y atienda

-La falta de un sistema educativo que haga pensar y no memorizar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Confío muchísimo en la educación francesa y es la que he escogido para mis hijas. Pero está claro que, a pesar de ser de las que mejor recoge los principios de la ilustración y el pensamiento racional, hay cosas que se han resquebrajado (uno de los inmolados en Bataclán nació y creció en Francia, es de suponer que se educó bajo esas premisas) . Con los que viven en territorio sirio poco o nada podemos hacer y además no nos corresponde inmiscuirnos en su vida, pero con los que han crecido aquí o entran como refugiados, sí. Es tarea de Europa reconocer que necesitamos algo mucho más contundente en materia de educación que cambie por completo la forma de ver el mundo, que cambie por completo la manera de estructurar un pensamiento que sea capaz de eso, de pensar, de no seguir como borregos las estulticias que, a la vista están, no funcionan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Confieso que no tengo en este momento grandes esperanzas. Y confieso que tengo miedo y pavor ante la impasividad de, no ya solo los políticos, sino de la gran parte de la población empeñada en no ver el problema, empeñada en resolver a la manera occidental una invasión en toda regla. Empeñada en dar solución de una manera amistosa a algo que difícilmente la tiene. Pesimista porque veo que no estamos todos a una defendiendo los cimientos de nuestra civilización. En la Edad Media la división era clara: la cristiandad frente al Islam, la cruz frente a la media luna. Ahora sigue en pie el mismo escenario (Europa y Oriente Medio) pero solo permanece un actor, la media luna, encarnado el islam suní más radical, en el salafismo. Del otro actor, del cristiano medieval no hay rastro (quizás algún cura u obispo retrógrado diciendo tonterías sobre gays o mujeres pero sin capacidad para dirigir ejércitos o estados). Como se ha caído uno de los actores, la batalla es profundamente desigual. Pensar que la razón puede frenar a un kalasnikov es lo mismo que pensar que podemos intentar dialogar con un león hambriento que nos ruge en mitad de la sabana. No funciona.

 

 

 

 

 

 

Tengo la impresión de que la única manera viable y posible para sentarnos a dialogar es que ellos pasen su siglo de las luces y eso no sucede de la noche a la mañana. A Europa le costó 200 años y estábamos solos. Podemos poner nuestra esperanza en que a través de la educación que reciban en Europa lleguen a ser adultos que expandan otro islam alejado del radicalismo, otro sufismo. Sin perder su fe en su Dios pero teniendo su propia ilustración, aceptando las reglas de los derechos y las libertades individuales, aceptando que no puedes matar a una mujer porque fume, beba, porque acceda a internet, ni siquiera porque se acueste con otro hombre. Que nuestro modo de vida, profundamente libre, no puede ser molesto para ellos por mucho que no lo entiendan. Reconozco que si trato de ponerme en sus mentes, en cómo ellos conciben el mundo, lo veo altamente improbable. Ya lo he dicho, me siento pesimista.

Reproduzco aquí un escrito que reconozco me ha inspirado hoy mi post:  La ideología del Estado Islámico es pobre, elemental, y casi se reduce a consignas, con un trasfondo nihilista. El islam inspiró el sufismo, una espiritualidad compleja y de enorme riqueza, pero el Califato considera que esta escuela constituye una ofensa a las enseñanzas del Profeta. Por eso la condena y la reprime. No puede hablarse, por tanto, de seducción intelectual, algo que sí sucede con el marxismo, con una escatología mística heredada de la filosofía de la historia de Hegel. Lo firma Rafael Narbona, filósofo, escritor y crítico literario (el artículo completo lo puedes leer aquí)

Hoy, más que nunca, reivindico los valores de nuestra civilización basados principalmente en la LIBERTAD, LA IGUALDAD Y LA FRATERNIDAD y todo el trabajo, esfuerzo y guerras que nos ha costado conseguir.

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Las fotos que acompañan a este texto han sido compradas en el Banco de Imágenes Bigstockphoto

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