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Samaranch forever (Leído en @HerreraEnCOPE)

Salvador Sostres el

El lunes hará 30 años de la designación de Barcelona como sede olímpica. Todo lo que Barcelona es en el mundo se lo debemos a aquella fecha. Juan Antonio Samaranch fue el catalán más importante del siglo XX. Algunos le reprochan que tuviera cargos en el franquismo, pero también se lo reprochan a Adolfo Suárez, que fue uno de los españoles más importantes de todos los tiempos.

Hay una España que todavía vive de la superstición del antifranquismo, pero los que pusieron la dictadura como excusa, con la democracia también han perdido. Franco murió en la cama y ellos continúan haciendo el ridículo.

Juan Antonio Samaranch propició la más brillante y colosal transformación de Barcelona. Gracias a los Juegos, la ciudad se abrió al mar, al mar y al mundo, y por primera vez los barceloneses nos pudimos sentir colectivamente orgullosos de haber hecho algo espléndido.

En su miopía infinita, el catalanismo más paleto intentó incomodar a Samaranch por su pasado y boicotear los Juegos, tal como hoy la izquierda salvaje intenta borrar su memoria, sin darse cuenta de que el éxito internacional de la ciudad nos ha ayudado a sufrir mucho menos la crisis y que la mayor propaganda que Cataluña podía tener y ha tenido es ser la capital de Barcelona, de la maravillosa Barcelona olímpica.

Nuestras olimpiadas fueron un bello ejemplo de cooperación entre todas las administraciones: el Estado invirtió y Barcelona respondió rindiendo a un nivel excelente, como así tendría que ser siempre.

Sin el apoyo y la pasión de Juan Antonio Samaranch, nunca hubiéramos tenido los Juegos, como Madrid ha podido comprobar con tanta frustración. He escuchado a muchos catalanes, y a muchos catalanistas insultar a Samaranch, y a muy pocos darle las gracias. Es una constante del catalanismo equivocarse se símbolos, de héroes y de bando.

Las soluciones a las tensiones entre Cataluña y el Estado no es necesario inventarlas. Existen y funcionaron en el pasado. Y todavía hoy continúan funcionando, porque el éxito incontestable de la Barcelona actual viene de 1992, cuando todos juntos y con buena voluntad, fuimos capaces de hacer algo extraordinario.

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