Es difícil y más a tu edad distinguir el amor de cualquier otro sentimiento. Furthermore, y al riesgo de ser crudo, quererse no es suficiente. Esto -lo de quererse- me lo dijo una chica hace mucho tiempo, y yo me sentía un poco como tú: un ángel en los momentos luminosos y luego muy mal, como caer del Cielo al suelo. Cuando digo como un ángel era realmente como un ángel: esponjoso, inmortal, capaz de cualquier milagro. Y cuando digo muy mal créeme que la angustia me rompía por dentro y era muy desagradable. No había promedio y aunque veía el descalabro intentaba pensar en otra cosa, y aunque pronto me di cuenta de que el final sería abrupto e inevitable, tardé mucho tiempo en tomar la decisión porque el alma tiene una capacidad limitada para almacenar sufrimiento, pero ben endins, el cor recorda.
En cualquier caso, no tuve más remedio que acabarme preguntando la clase de día que había sido, qué clase de día había vivido y si podría para siempre soportarlo. Tu euforia me recuerda a la mía pero cuando llegas destrozado por sus desaires, por su repentina frialdad, por sus humillaciones sin sentido, y sin motivo, me recuerdas a mí cuando no tuve más remedio que tomar la decisión final.
Tenemos que preguntarnos siempre qué clase de día ha sido. Tenemos que llevar la contabilidad. El enamoramiento es una fiebre y siempre podemos decidir y siempre es mejor decidir. Tú no puedes volver de estar con ella en este estado, ni pensar que puede ser amor esta forma de pisotearte. Los momentos brillantes están bien, como las drogas. Pero no basta con chutártelos para compensar que esta chica haga negocio con tu debilidad y te lleve, para controlarte, para tenerte entre dominado y asustado, a los rincones más sórdidos del patio.
El amor duele y esto no vamos a cambiarlo. Duele siempre. Incluso cuando, “a veces, sólo a veces gran amor”. Pero la humillación es absolutamente otra cosa y esta chica necesita tomarte y arrastrarte porque es tan insegura y te ofrece un amor de tan poca calidad, que cree que sólo en el miedo y en la angustia del trastornado permanecerás a su lado. Hay una película, Luz de Gas, en la que todo esto está muy bien contado. Tienes que preguntarte qué clase de día ha sido y hacer tus cálculos. “Es que el amor no es cálculo”. Es que el amor sí es cálculo. Por supuesto que es el cálculo. El cálculo que todos y en todo hacemos y que no implica ninguna mezquindad y es sólo una manera de ponerse a salvo.
A salvo, sí, porque la primera norma es sobrevivir, aunque tú no lo tengas demasiado claro. Juegas a hacerte el duro con ella, a no mostrarle tus sentimientos, pero da igual lo que hagas porque ella ya los sabe y por eso puede hacerte este daño. Te tienes que hacer el duro contigo mismo, mostrarte tus sentimientos, entenderlos, dimensionarlos y llevar con cuidado la matemática de en qué vivimos y en qué morimos. Merece la pena vivir por todo y no merece la pena morir por nada. “Es que tú por tu hija morirías”. Es que yo por mi hija vivo, lo vivo todo y al máximo, y así ha crecido, con su papá de la mano, y sinceramente no creo que mi muerte le sirviera para nada.
No es una cuestión de orgullo, no es una cuestión de dignidad, no es reivindicar el honor del macho, ni siquiera el de un amigo. Es saber a qué le llamamos amor, porque sólo tienes 20 años y vas a necesitar ser querido, y ser bien querido, y si ya tan joven no identificas con claridad lo que es el buen amor, y no te acostumbras a exigirlo, siempre te pisotearán y será demasiado fácil hacerte daño. Y oye, te hemos avisado tanto que pronto no podrás ni decir que te han atropellado, y simplemente habrás sido tú poniéndote debajo de la rueda, sabiendo que el camión estaba a punto de ponerse en marcha.
A mí me costó. Sufrí. No entendí. La angustia me trepaba el estómago como una enredadera. Luego aprendí a preguntarme qué clase de día había sido y aprendí a llamar “amor” sólo a aquello que realmente lo era. Yo ya sé que tú dirás que no estás enamorado, que no es nada, que soy yo exagerando; y serás el más duro y el más chulo y cambiarás de tema como por descuido. Pero yo siempre sé dónde has estado, de dónde vuelves, y sin que digas nada sé qué te ha pasado. Estás justo en el instante en el que al yonki ya no le basta la doble dosis, y un día se mete tres y lo siguiente que se escucha ya son las sirenas.
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