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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Para que la luz resbale

Salvador Sostres el

A veces sé que estoy haciendo y otras no demasiado y es curioso porque en ambos casos estoy haciendo lo mismo. Hay días que Via Veneto me parece la metáfora de todo y fluyo con su sentido y hay días en que voy a Via Veneto por ver si puedo retomar el hilo pero la noche pasa y yo sólo estoy al lado del camino, sin saber involucrarme, preguntándome qué hago, sin ningún aliciente pero con la angustiosa ansia por encontrarlo.

Yo soy el que todo lo sostiene en mis brazos, yo soy la parte de comedia para que la tragedia te sea soportable, pero también a mí a veces se me cierra la boca del estómago y de la vida, y no sé qué decir ni qué pensar, ni tengo el control, ni tengo la sed, ni tengo la esperanza.

Y aunque sufro el abismo y es uno de los abismos que más sufro, visto por fuera me comporto exactamente igual, con una gran disciplina, y hago exactamente lo mismo, como si se tratara de un deber hímnico, de una resistencia, como quien honrara la tumba de los padres. Si los que tan seguro me creen, y tan fuerte, y tanto fían su flotación a mi entereza supieran que la mitad de las noches estuve tan perdido, tan abrumado, tan ciego como ellos, el mundo perdería hasta sus últimos contrapesos.

Por eso no digo nada y continúo, y finjo tener aún fe hasta que me vuelve. Hay una masculinidad que consiste en esto, y sólo en esto. Tal vez sea lo que más defina a un hombre: porque un hombre aguanta y éste es nuestro destino. Hay una representación de las cosas a través de la que, para la mayoría de la gente, las cosas adquieren sentido y yo lo detecto en el éxito que tienen mis artículos más obvios.

Hay una representación de las cosas, necesariamente rebajada, azucarada, muy vulgar, que es de lo que come la gente -en el peor sentido de la palabra-, la masa que hace que el mundo llegue al final de cada día y es la almohada sobre la que los genios pueden dormir tranquilos. Y esta representación, esta función diaria a la que nunca he faltado, hay veces que se me vuelve especialmente amarga, por incomprensible, por desesperada. Luego hay una extraña fuerza que siempre me acaba levantando, que no sé de dónde procede, pero siempre llega y en mi esfuerzo por concretarla está el engranaje del mundo asegurado, y hasta los que más me insultan -y yo diría que sobre todo ellos- dependen de que yo y unos cuantos como yo insistamos en esta representación, en esta farsa, para que la luz resbale por el cristal y no les hiera demasiado.

Mi cuerpo como un ariete, mi alma como una diana. Siempre he entendido perfectamente por qué la Iglesia habla de la resurrección de la carne.

Como en las noches en que muy bebido he podido regresar de memoria a casa, y a la mañana siguiente no he podido recordar ni cómo ni cuándo, yo he guiado tus zapatos cuando ni sabía dónde iba y tú ni lo has notado. Pero tú duerme, duerme tranquilo, no pasa nada.

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