¿Quién no se enamoró de su profesora? “And here’s to you, Mrs. Robinson. Jesus loves you more than you will know“. Que las relaciones entre profesores y alumnos sean un tabú las hace aún más fascinantes. Fue mucho más excitante que nuestro amor estuviera prohibido. Triste quien no se ha fugado por Florencia con su profesora de Literatura, “haciéndolos girar igualmente el amor que mueve el Sol y las demás estrellas”; triste quien no ha sentido muy adentro el saber hecho pasión, la palabra bien dicha hecha carne emergente, muy dura, el ídolo crujiendo de placer y deseo, la angustia del si nos descubren, volverte a ver, la adrenalina. Sin mi profesora yo no sería ni la mitad del hombre. Me enseñó a amar en el deslumbramiento. El dulce, jugoso buen amor que convierte al público en pueblo. ¡Cómo querría reseguir de nuevo con más besos el camino de vuelta de Marco Antonio al creer que Cleopatra se retiraba! “Isolda, Isolda, cuántos sexos entre tú y yo”. Desdémona en tu cuello. ¿Cómo podría decir que abusaste de mí? Todo te lo debo. De tu amor soy deudor: de tu luz madura, mítica. ¿Usaste tu poder para seducirme? Claro que sí. Y yo de tu poder tomé mi fuerza que aún conservo y contigo aprendí que son una cosa y la misma el sexo y el poder. El empuje del cuerpo, el temblor del amor. La mano abierta del deseo lo quiere todo.
Si me dijeran pide un deseo sería regresar a cuando te conocí y que el niño volviera a aprender las lecciones. La luz de los días en que te tuve será siempre mi gloria. Me lo enseñaste todo. A veces verso a verso, a veces de golpe.
En tu cuerpo como en tu clase, siempre al abordaje, y aún eres mi mascarón, mi capitana.
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