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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Los ídolos de entonces

Salvador Sostres el

Suelo acostar a la niña a las ocho y media así que salir a las diez no me suponía dejar de estar con ella. Mi mujer estaba bastante cansada y últimamente perdemos cuando la conversación se alarga. Él llegaba a las once al aeropuerto de Gerona y su madre se había ofrecido a pasarme a recoger.

Conocí a Guillem cuando tenía siete años y yo veintisiete. Enseguida nos hicimos amigos pero no “amigos” por decir algo. Se notaba la diferencia de edad pero no en lo importante y entre sus ganas de crecer y mi afán por permanecer en el niño no siempre estuvo claro quién era el adulto. Pactamos que diríamos que era mi ahijado porque quedaba un poco raro cuando me preguntaban si era mi hijo y no sabíamos qué responder.

Estoy orgulloso de lo que he podido ayudarle y de lo poco que se ha dejado influenciar -sólo con los restaurantes he ganado- y cuando vuelve de Londres pienso que querría que se quedara para retomar nuestra rutina legendaria pero la pasión por su trabajo me recuerda demasiado a mí aunque nos dedicamos a lo contrario, porque es igual de obstinado y siente el mismo indisimulado desprecio por lo que efectivamente es despreciable, de modo que asumo que la distancia es nuestra nueva proximidad.

Tenemos la tradición de cenar el día que llega pero el miércoles era demasiado tarde y además Gerona. Quedamos para el jueves pero luego llamé a su madre para ir con ella a buscarle y tal como él se sintió alguien cuando era pequeño y yo le mostraba París con el estereoscopio, el miércoles en el coche de tu madre atravesando la noche y mis días más inquietos para irte a buscar recordé que entre mi hija durmiéndose y tu regreso mi vida tiene todavía algún sentido y sigue cabiendo en un artículo.

Yo esto lo intuía desde el principio e intenté explicártelo pero nunca me has hecho caso y aún crees que entre nosotros eres el único afortunado. No es que te lo desee, pero en tu autopista nocturna cuando te llegue, te hablarán por mí y vas a entenderles los ídolos de entonces para la sumisa fe de después.

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