Yo ya sé que es una batalla perdida. Pero España es hoy un país un poco peor por la renuncia de José Manuel Soria.
Soria fue un ministro valiente que luchó contra los lobys en favor de los intereses generales de los españoles. Si hoy su factura de la luz es más barata, es gracias a José Manuel Soria. Si el periódico La Razón, que tanto apoya al Gobierno en todo, ha estado estos días insultando al exministro es porque el capo del panfleto, Mauricio Casals, no le perdona a Soria que luchara contra el duopolio mediático y repartiera juego para todos.
Luego resulta que el exministro tenía firma en una empresa familiar en Jersey, que nunca manejó él y que seguramente ni sabía que figuraba allí su nombre. Bien, cuando se supo la noticia, asumió las pertinentes responsabilidades políticas y dimitió. No hubo ni corrupción ni nada ilegal, pero el asunto era feo y se fue sin protestar.
Volvió a su carrera de funcionario, y sin saltarse ningún trámite ni pedir ningún favor a nadie, presentó su candidatura por una plaza para la que era y es el perfil adecuado, y tiene además los méritos, y la formación y la experiencia que se requieren para ocuparla. Cuando se supo, la turba justiciera y envalentonada salió a lincharle.
No queremos puertas giratorias, pero tampoco queremos que los políticos vuelvan a su antiguo trabajo cuando dejan el cargo. ¿Qué tendría que hacer Soria para que a todo el mundo le pareciera bien? ¿Fregar escaleras? ¿Pedir limosna? ¿Suicidarse?
¿Dimitir como ministro no es suficiente? ¿Tenemos que dejarle también sin su plaza y su recorrido natural como alto funcionario?
Soria fue un muy buen ministro, asumió como pocos sus responsabilidades, y su pequeña gran victoria en este desagradable charco es que los que como bestias totalitarias han forzado su injusta renuncia al Banco Mundial, pagan menos por la luz, ven más canales de televisión y compran coches más baratos, gracias a que él trabajó sin cesar en favor de su bienestar y de sus intereses. Así se suele escribir la Historia.
Todos los sentimientos, todos, están resumidos en el Calvario.
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