De los hoteles de lujo podemos hablar pocos en la prensa española. Room Mate es el brillante negocio de Kike Sarasola pero el lujo es otra cosa. Dejemos esto claro: la presidenta de Madrid no se hospeda en ningún apartamento de lujo y ochenta euros por noche es un precio usual y razonable. Además, a los políticos en Madrid se les suele ofrecer un precio especial en los hoteles. Se hizo famosa la foto de Duran i Lleida en su suite del Palace pero pagaba por ella poco más de cien euros la noche. A los diputados que no viven en la capital les son dadas facilidades en su hospedaje, en beneficio de las arcas del Congreso y de las demás instituciones. No sé si por ser Isabel Díaz Ayuso de Madrid, o del PP -o tal vez mujer- merece un trato menos ventajoso que un diputado de Bildu o de ERC. Cualquier presidente dispone de una residencia desde donde llevar a cabo su labor, y si no la tiene, o la que tiene no le sirve, se le busca otra para que pueda desempeñar su labor. También esto es la democracia. No son los caprichos de doña Isabel: es la representación de la presidenta.
Torra se confinó en la Casa dels Canonges, que es la residencia oficial del presidente de la Generalitat, por no infectar a su esposa, Carola Miró, enferma de cáncer. Artur Mas nunca durmió en Canonges. Pujol, sólo cuando no quería dormir con Marta.
En Viena he visto a Josep Borrell hospedarse en el Sacher, y en Madrid, a Carlos Jiménez Villarejo, cuando ya era eurodiputado por Podemos, hacer noche en el Ritz. Y aunque hay mucha más distancia entre el discurso de ambos y los hoteles que prefieren, que entre el liberalismo de Ayuso y su informal Room Mate, lo cierto es que forma parte de lo habitual, y de lo correcto, que personas con un cargo representativo hallen acomodo en los grandes hoteles de las capitales a un módico precio.
Every generation throws a hero up the pop charts y Sarasola es un magnífico empresario, vinculado a Felipe González por la amistad que unió al expresidente con su padre. Es ridículo enredarle en este lío. Es no conocer a Kike y hay en los periódicos demasiado resentido dispuesto a inventar tramas y poca rive droite que pueda explicar cómo son en realidad las cosas. Al estar los apartamentos desocupados por el virus, es una cortesía elemental haberle ofrecido a la presidenta un espacio superior al que había contratado. Se llama upgrade y no corrupción.
De un lado, la élite izquierdista es cínica cuando pretende que nos creamos que vive en la cochambre, porque el lujo en España soy yo y me los encuentro en todas partes. Del otro, la izquierda mediática descubrió el lujo haciendo encuestas y llama «lujo» a cualquier hojalata. Room Mate no es cualquier hojalata pero tampoco es el Costes, y a veces pienso en qué escribirían estas resentidas hermanas Catafalco, en su rabia y en su odio, si un día y de mi mano entraran de verdad en el lujo. El susto que se llevarían; y lo que luego nos costaría echarlas.
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