Salvador Sostres el 03 dic, 2015 Magnífico ayer el presidente Rajoy y magnífico también Bertín Osborne. Yo siempre he procurado estar contento. He tenido y tengo, como todo el mundo, motivos para la preocupación y para el desasosiego, lo que he de reconocer que no es del todo inusual escribiendo como escribo. Pero procuro siempre estar contento, estar contento como una higiene, como una cortesía que debemos a los demás, como un agradecimiento al inmenso privilegio de haber nacido en la parte afortunada del planeta. Por eso me cae bien Rajoy, y por eso me cae bien Bertín Osborne. Porque son buena gente dispuesta concretar con su cordialidad, su oficio y su buen humor el deseo que todos tenemos de un mundo mejor. Inconcebiblemente, los dos son un espejo al que van a reflejarse los tristes, los odiadores profesionales, los que incapaces de inventar y propagar un sistema de alegría intentan destruir la alegría de los demás, para que todos estemos tristes, tan tristes como ellos. He visto que en España, la buena gente da rabia. La alegría ofende. Hay un enorme resentimiento contra la alegría. Lo que no es mala leche, se considera azucarado. Lo que no es triste, se considera frívolo. Parece mentira el prestigio que concedemos a los perdedores y el desprecio que sentimos por el éxito. Estoy seguro que a Rajoy se le odia tanto por habernos sacado de la crisis. En cambio, a Zapatero se le recuerda con condescendencia, seguro que por habernos hundido en ella. Rajoy estuvo con Bertín más marianista que nunca, con una ternura de fondo que nunca pareció impostada, y una visión del mundo basada en el sentido común y en el sentido del ridículo. No demostró odio hacia nadie. Estuvo comprensivo hasta con los que han convertido sus vidas en la única obsesión de insultarle. Yo siempre me sentiré bien con personas como el presidente Rajoy o Bertín Osborne, porque estoy a favor de la alegría y de la ternura, y siempre he creído que la inteligencia está muy relacionada con la capacidad de hacer sentir bien a los demás, y de celebrar la vida. La maldad y el gran dolor del mundo son inevitables, así como una cierta torpeza de Rajoy cocinando y ese gusto por las rancheras que Bertín siente. Pero podemos con mucha bondad equilibrar la balanza, y con un nuestra alegría seguir creyendo que todavía es posible la esperanza. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 03 dic, 2015