Ayer vi, como todo el mundo, la entrevista que Bertín Osborne le hizo a Carlos Herrera. Fue una entrevista alegre aunque no todos los temas que se tocaron fueron para reír. Fue una entrevista alegre porque la alegría es una higiene, y no es verdad que para ser profundo haya que estar enfadado.
El humor es la más vigorosa demostración de inteligencia y por eso el humor siempre ha sido inglés y de derechas. La izquierda recurre siempre al sarcasmo hiriente, al resentimiento disfrazado de mordacidad, a la mala leche porque la vida les ha ido mal. Por eso son de izquierdas. Si les hubiera ido bien serían de derechas, como Dios manda.
Nuestra entrevista coincidió en algún momento con el programa del Wyoming en La Sexta. Lo que va de Bertín a Wyoming es lo que va de un tío alegre y feliz, y que hace de la ternura la metáfora de la solución universal, a un sórdido personaje que es el resumen de todas las falsedades, empezando por su nombre, que es un seudónimo, y acabando por su cínica pose de izquierdas cuando en realidad se ha hecho millonario explotando el dolor ajeno y haciéndose el solidario.
La diferencia entre Bertín y Wyoming es que el Wyoming ha querido darnos lecciones de todo, desde su fraudulenta superioridad moral; y Bertín en cambio siempre nos ha acompañado, haciéndonos sentir bien con su sonrisa contagiosa y sin exigir a los demás más de lo que se exige a sí mismo.
Dicho de otro modo: si el Wyoming publicara al detalle su extenso y jugoso patrimonio, sus fans quedarían decepcionados. En cambio, si supiéramos todo lo que Bertín tiene, sus seguidores nos alegraríamos por él y brindaríamos a su salud. La izquierda enseña o odiar, y a envidiar. Y la derecha, a preparar el aperitivo.
Ni la mala baba es más profunda que la compasión, ni demuestra demasiada inteligencia quien tiene que vivir basándose en la impostura.
Ayer en la 1 de Televisión Española dos amigos se explicaban la vida y la celebraban, y a todos nos hicisteis sentir unas muy saludables, agradables y hermosas ganas de vivir. Así tendría que ser siempre entre personas educadas y favorables a los intereses de la Humanidad.
A algunos canales de distancia, un tipo engreído y afectado intentaba convencer a su tropa de que el mundo es una inmensa porquería, para continuar enriqueciéndose con esa tristeza de la pobre gente que es y ha sido siempre el gran negocio de los intelectuales de la izquierda.
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