Semana típicamente española, en la que los conspiradores habituales le han atribuido a Florentino el cese de un director de periódico sin tener la menor prueba de ello pero ningún artículo le ha reconocido el mérito por su proyecto deportivo e institucional para el mejor Madrid de todo los tiempos. Tanto éxito, tanto resentimiento: no es nada nuevo. Cada hombre valioso ha tenido que vivir entre los rumores de incapaces y fracasados, decepcionados y pobre gente que ve reflejadas todas sus miserias en su espejo. Cuando los delirios de la amargura suplantan el esplendor de la realidad se abre un abismo insalvable y Florentino es la metáfora de un país poderoso, brillante, que prospera a pesar de los siniestros tentáculos de tanto presumido quejica que preferiría que todo nos fuera mal para tener razón.
Hay una España que se atribuye una pureza basada en el desprecio de todo lo que tiene éxito. Una España Puerto Hurraco que es el principal atraso al que nos enfrentamos. Una España que cree que la tristeza es profunda y que quiere retenernos en el tercermundismo de la decepción, ese sumidero por que tantos talentos he visto perderse.
Tal como un día bajamos del árbol, las doñas Rogelias de la intelectualidad española tendrán que aprender a dejar de insultar a los empresarios que nos crean la riqueza y nos pagan los derechos, nuestro oficio deficitario y hasta ese escepticismo con que os hacéis los moralmente superiores y sólo sois la propina de un mundo que encima os parece insuficiente.
Vivimos muy bien, somos la parte afortunada de la Historia y cuando Dios alargó su dedo era para tocarnos a nosotros. Nobu ha llegado a Ibiza y a Marbella, el Ritz de París ha vuelto a abrir con el Hemingway intacto y Paul Simon publicará el viernes su concierto de 2012 en Hyde Park. Además, el Madrid ha ganado dos Champions seguidas y eso os lo dice uno del Barça capaz de distinguir sus frustraciones personales del ritmo sexy del mundo cuando avanza y es tan bello.
Presidente, ¿qué más quieren?
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