En noviembre el Madrid no se encontraba a sí mismo, el Barcelona le endosó 4 en el Bernabeu y las pañoladas miraban al palco.
Florentino Pérez tuvo la valentía de cambiar de entrenador cuando el anterior no funcionaba, y tuvo el valor de hacerlo a mitad de temporada, cuando todo el mundo le insultaba. Además, acertó con el recambio, templó a unos jugadores muy buenos, pero de ego descontrolado, y así el Madrid ha acabado ganando el único título que de verdad importa, que es la Champions.
Odiar a Florentino es fácil, e insultarle confundido entre la turba es todavía más fácil. Pero también los de los pañuelos, y los de los insultos, celebraron la Undécima el sábado.
Confiad siempre en los empresarios. Confiad siempre en los que pagan nóminas, y confiad mucho más en los que pagan muchas nóminas. Ésta es la gente que hace que el mundo sea mundo. Y éstos son los auténticos valores: trabajar, ganar dinero y poder pagar. De ahí salen los derechos sociales: del empresario que los paga, del empresario que con su talento da puestos de trabajo.
Ésta es la lógica de Florentino y la explicación de su éxito: en el Madrid y en su empresa. Y, por lo tanto, como cualquier persona que triunfa en España, tiene un interminable ejército de odiadores. Eso sí: ninguno de ellos ha ganado tres Champions, ni da de comer cada día a tantísimas familias, ni paga tantos impuestos para que, incluso los que le insultan, puedan vivir de su esfuerzo.
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