Salvador Sostres el 12 may, 2017 El partido empezó con un leve retraso por el homenaje que el Barça le tributó a Carles Naval, que ayer cumplía 30 años como delegado del primer equipo. Bello gesto para un excelente empleado. Tarde soleada en Barcelona, y cálida, ideal para el paternalismo, las camisas de lino y pensar en reservar para cenar en un restaurante en el que tengan ya el gazpacho en la carta. Pronto aún para las cerezas, quedan todavía los últimos guisantes. Luis Enrique iba vestido como si hubiera salido escopeteado del convite de una comunión de clase media-baja para llegar a tiempo al partido. El gris moral del traje, la corbata marronácea de agua de grifo que lleva mucho tiempo sin usarse y para acabarlo de arreglar unas inenarrables bambas. Si no quieres gastar dinero en ropa, o no tienes ningún criterio, ponte unos tejanos y una camisa blanca. El Villarreal tenía una respuesta para cada pregunta local. También es cierto que los azulgrana estaban mejor en la presión que en la circulación y que los de Fran Escribá cuando más sufrían es cuando recuperaban el balón. Ningún disparo ni a puerta ni a ninguna parte en el primer cuarto de hora. Los dos sistemas de creación, anulados. El Villarreal era hasta llegar el Camp Nou el equipo que menos goles había encajado fuera de casa, 10 en 17 partidos, y el sólido muro que le plantó al Barça explicaba este dato. El primer disparo fue del Barça, de falta y de Messi, desde la frontal del área. Flojo. Paró sin ni tirarse Andrés Fernández. El segundo disparo fue de Neymar y fue gol. En una de las pocas transiciones que había tenido el Barça, Messi y Suárez cocinaron la jugada y el brasileño -que pese a las protestas visitantes no estaba en fuera de juego- se la comió. Quien leyó e inició el ataque, percatándose de que el Villarreal estaba adelantado, fue Sergi Roberto. El partido no estaba asegurado pero que el Barça aprovechara las pocas ocasiones que ante el Villarreal se suelen tener era fundamental para acabar ganando. Pero a la media hora el partido volvió a empezar cuando Soldado le sirvió a Bakambu una magnífica asistencia al espacio, que el delantero pudo transformar ante un Ter Stegen mediocre que se quedó clavado a media salida. Al cabo de pocos minutos, el portero alemán insistió en meter la pata con una salida funesta y un rechace que acabó siendo una asistencia a Soriano, que por suerte no la supo aprovechar. Cerca del minuto 40, Piqué y Soldado fallaron consecutivamente de cabeza y solos ante Andrés Fernández y Ter Stegen respectivamente. También Neymar chutó fuera al filo del descanso cuando todo lo tenía a favor para marcar. Pero quien no falló fue Messi, que una vez más hizo su diagonal preferida para acabar cruzando su disparo lejos del alcance del portero: le pilló a contrapié y le dejó clavado, a lo que sensiblemente contribuyó que el balón tocó en su trayectoria la pierna del defensa Mario. Neymar trabajó al gol desordenando la defensa con tres recortes de alta fidelidad. Neymar volvió del vestidor hambriento y casi marca en la primera jugada de la reanudación. Destacable la calidad de Rodri, joven jugador de la casa, que le da al Villarreal el equilibrio y la necesidad que Fran Escribá necesita. Brillante partido del centrocampista en ataque y defensivamente. A partir de ahí al Barça le costó salir como le gusta pero mantuvo bajo control el partido. Neymar tuvo su tarde y todo lo que hizo fue bello y constructivo, aunque el Villarreal no le dio al Barça ninguna facilidad para la creación ofensiva. Pero compareció Sergi Roberto como un puño entre el tráfico que nadie puede parar, al estilo del tercer gol en el Bernabéu, para jugar por fuera con el uruguayo cazador que afrontó el cara a cara, recortó y chutó para batir a Andrés Fernández, que tocó el balón pero no pudo evitar el 3 a 1. El cuarto lo marcó Messi a lo Panenka de un penalti que no era. Antes Neymar se había merendado a Mario de un modo estelar. El Barça trabajó y ganó a un Villarreal dignísimo. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 12 may, 2017