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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Cuesta muy poco decir Manhattan

Salvador Sostres el

High Maintenance, en HBO. Recomendación de mi amigo Joan Burdeus. You don’t feel you could love me, but I feel you could. Son unos cuentos sobre Nueva York explicados a través de un vendedor de marihuana. Es legendaria la cantidad de tonterías que hemos escrito sobre Manhattan entre signos de admiración. Y también es legendaria la cierta fascinación que produce.

Aunque esta serie es parcial, como todas, refleja el vacío al que la libertad sin Dios condena. “La llibertat sense Déu és el calaix buit del secreter”, dice Valentí Puig. “La ciencia sin Dios conduce a Auschwitz”, esto es de Ratzinger y siempre le cito. La libertad sin marco, el talento sin un momento final de genuflexión ante lo eterno, lleva al tipo de sociedad que la serie refleja: traficantes, parejas abiertas, el sexo reducido a una aguja, y la aguja acaba siendo la del hospital. Una homsexualidad que no siempre viene de la naturaleza, de la personalidad o del deseo, sino de la histeria, del probar por probar algo diferente y de la bofetada que no te dieron a tiempo. Como las drogas, como las parejas abiertas, como esta independencia que acaba siendo soledad e indiferencia.

La dura belleza de la ciudad, el pronóstico poco halagüeño. Nueva York que quedas mejor en las películas y en los conceptos que en la vida que promueves. Me gustas y te deseo, pero nunca te cambiaría por Barcelona ni creo que nadie en su sano juicio lo hiciera. Un fin de semana largo, tal vez. Pero la gente que sueña en ser una hormiga más entre tu tráfico es la que nunca se ha detenido a contemplar tu brutalidad. Los que sueñan en habitarte jamás han ni siquiera imaginado la cantidad de dinero que haría falta para vivirte en condiciones, y aún así no seríamos nadie.

Y luego esta bazofia multicultural, y sobre todo multiculturalista, este caos, este vacío. No hay rumbo. No existe el sentimiento de un destino. Desprecio a veces nuestro aldeanismo, el nosotros atávico que a suele retumbar demasiado, esta España de Bernarda Alba que cree que son valores lo que apenas llega a prejuicio. Y es cierto, somos menos libres. Pero tenemos más vínculos. La familia, aunque a mí no es que me haya salido demasiado bien. El Estado del Bienestar, aunque tantas veces sea el pretexto para abusos intolerables. La vida del otro que nos preocupa de un modo hasta demasiado sumiso, pero en cualquier caso sincero. Prefiero nuestro catolicismo imperfecto a vuestro estupidísimo puritanismo, que es el origen del populismo de nuestra era.

Sin Dios, sin estructura, sin vínculos no somos más libres. Es fácil creerlo, yo lo he creído durante buena parte de mi vida. No me duele admitir que probablemente era un resentimiento, y que ser un adulto, y un ciudadano de verdad libre, es comprender que lo que más te ata es lo que más te libera. Y que tu única y verdadera libertad es lo que de un modo más absoluto te subyuga. Se padre. Ser hijo. Asumir que pagar impuestos sale más barato que la seguridad privada, y que a fin de cuentas esto es lo que hacemos para poder ir en paz a los restaurantes y a buscar a nuestras hijas al colegio.

Me gusta, me gusta High Maintenance, porque asisto desde mi cama a la dureza que me ahorro, al curioso desfile las drogas que no me hacen falta y al alivio de que aún no necesito que me tomen sobre una mesa para continuarme drogando y continuar preguntándome por qué. Siempre he procurado tener amigos más ricos, más inteligentes y a poder ser más guapos que yo, y algunas veces lo que he conseguido. He procurado lo mismo con mis enemigos, pero no lo he conseguido nunca, y ello me ha privado de escribir mejor, porque de nadie se aprende tanto como de un poderoso enemigo y yo enfrente sólo he tenido a roedores de Twitter. Pero en las películas y en las series me gusta de vez en cuando dejarme llevar por envolventes historias bien contadas pensando que por suerte no son la mía. Me gusta seguir el drama a distancia, Nueva York al fondo, siempre fascinante incluso entre traficantes, pero qué suerte que nunca te he pertenecido.

Cuesta muy poco decir la palabra Manhattan. Hasta cuesta poco decir Brooklyn. No cuesta nada imaginar el camino del St. Regis al Nobu de la Quinta. Los clubes, los teatros. Un concierto de Paul Simon en el Radio City Music Hall o en el Madison Square Garden. Es ponerme a decir los nombres y mirar por la ventana y recordar las noches con mucho dinero y mucha inocencia y ese gran ímpetu que de verdad me hizo creer que iba a ser inmortal. Pero en esta serie y a la salida de los conciertos realmente aprecio que Dios guarde aún mis calles, y que hasta los que no creen, sin saber cómo ni por qué, sean corderos como yo y tengamos un final del día no tan excitante, pero en el que somos algo más que un tacho lleno de basura incluso para quien más nos odia.

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