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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Rosa Regàs

Salvador Sostres el

He visto esta entrevista que Pablo Iglesias le dedica a Rosa Regàs. Es una muy buena entrevista, muy bien preparada por Pablo y por su equipo; deja hablar, no interrumpe, conduce bien a la invitada, la lleva sin que se note por donde la quiere llevar con preguntas curiosas y trabajadas, y las respuestas de Rosa son elegantes en el tono, en la música, en la gestualidad y por eso el contraste, de tan intenso, resulta emocionante entre algo tan equivocado y tan bien hecho.

La conversación tiene un gran interés por los temas que trata y los momentos de la historia de Europa y de España, y por la vida de Rosa, tan pletórica de sordideces y singularidades. Costaría encontrar a una señora con más clase y más equivocada, con tantas cosas interesantes que le han pasado y que tan poco provecho intelectual y moral les haya sacado. Rosa es una señora que ha tenido todo, y da la impresión de aún tenerlo todo, para no ser esta tonta sectaria en la que se ha convertido. Le quedaría mejor cualquier otro sentimiento que no fuera este vulgar resentimiento. Aún cree que su enemigo es “la extrema derecha”, que no existe. También dice que si no escribes en catalán, en Cataluña todos son tus enemigos. Está obsesionada con Franco y aún lamenta que muriera en la cama “pero algo es algo”. En otro momento dice que pese a perder la Guerra ella creció siempre sintiéndose en el bando de los vencedores, porque pese a la derrota eran los buenos. Lo que a continuación cuenta refleja la hondura del trauma de no haber aceptado ni la derrota, ni el fracaso -porque fueron las dos cosas, Rosa- y es por lo tanto incapaz de tener una relación sana con la realidad. Ni Pablo Iglesias parece alguien tan extraviado al lado de Rosa.

No siempre ganamos. Yo diría que casi nunca. Y tenemos que aceptarlo, tenemos que dejar que la realidad nos moje algo más que los pies para no acabar delirando como esta pobre señora, que se cree perseguida por fantasmas que no existen y que ha vivido con la poca generosidad y todavía menos altura de no aprender nada de lo mucho que la vida le ha ofrecido. Es una lástima que un envoltorio tan correcto esté tan vacío por dentro.

Pero lo de Rosa no sólo es una lástima. Y esto es importante saberlo y decirlo. Es una tragedia. Las guerras ocurren, y la brutalidad, y los campos de exterminio, y las checas, porque hay muchas personas como la Regàs, que creen que los que no piensan como ella son enemigos y animales. En el fondo de todo lo que dice esta señora durante la entrevista está el no reconocimiento del otro como persona, como igual. Cuando habla de uno que es de derechas que tiene alguna virtud, lo dice con tal tono de sorpresa, que revela que lo que ella pensaba de él antes de conocerlo es que por ser de otra opción política era no más que una bestia. Lo que desprende Rosa en su manera de hablar es la medida exacta de deshumanización del distinto para que exterminarlo no te parezca ni un crimen. La desfiguración moral de Rosa es la que permite encender los hornos sin remordimiento. Hay un momento de la entrevista en que elogia a un cura porque le enseñó a no tener remordimientos. Es cierto que sólo se puede ser Rosa Regàs si estás incapacitada para el remordimiento, y que para elogiar a estas alturas a personajes tan truculentos como Manuel Sacristán hay que no tener ni el rastro del más mínimo sentimiento de culpa.

Precisamente en el elogio a Sacristán está la explicación del drama. Rosa dice que le admira especialmente por cómo pasó de ser falangista a comunista. No sé da cuenta de que es lo mismo. Primero porque el falangismo es una forma de socialismo, como el nazismo y como el fascismo; y luego porque ser un fanático es la verdadera enfermedad y no importa el bando. Sacristán y Rosa Regás son el mismo vertedero de la Humanidad, la misma sombra sin Dios, esta humanidad tan dañina y terrible que con las buenas maneras parece inofensiva y son precisamente las buenas maneras y la entrevista en su perfección técnica, lo que hace que los desprevenidos hombres buenos esparzamos tanto veneno y tanta muerte sin ningún remordimiento.

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