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Blogs French 75 por Salvador Sostres

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Salvador Sostres el

El juego del calamar (Netflix). Resume lo peor de nuestra era, pero no por su crítica al capitalismo, que es irrelevante, y absurda, sino por el tipo de gente a la que le gusta. Una serie sin sustancia, comida rápida de falsa profundidad. Falsos dilemas, personajes sin interés, ninguna idea, ninguna aportación moral. No es una serie conversativa, nada se puede elevar a categoría. No hay metáfora. Refleja además un carácter aisiático sumiso, inferior en la escala evolutiva. Por eso existe una sola civilización, que es la nuestra, y adquirimos la fuerza de lo que conquistamos. Sucede como en la cocina japonesa, que es sólo una técnica. Así son las personas que aparecen en esta serie poco inteligente, panfletaria. Este tipo de padre que quiere más a su madre que a su hija. Este tipo de padre que no atiende a su hija pero luego se tiñe el pelo de rosa para salvar a la Humanidad.

El juego del calamar es una serie que quiere ser compleja y sólo llega a ser complicada, y tampoco demasiado. Los colores son bonitos y nada más. Es tan vulgar que ni escandaliza ni da miedo, ni es posible empatizar con el sufrimiento como de broma de unos personajes que son caricaturas gritonas; tal como la pretendida crítica al capitalismo es tan ridícula y pueril que acaba siendo una crítica a la inteligencia del guionista.

Es muy de nuestra era una serie tan pretenciosa y tan vacía. Empata muy bien con la superficialidad de nuestra era este decorado tan hermoso como vacío, estos coreanos haciéndose los profundos y que son la constatación de que también Dios tiene sus afueras y que la Providencia no alcanza para todos. Qué cultura tan al margen de todo lo que hace que la vida merezca ser sagrada.

Supongo que los coreanos no tienen culpa de ser así, aunque viendo el drama de sus vecinos del norte podrían hacer algo más interesante con su libertad. Pero que esta serie haya gustado tanto en Occidente, en La Civilización, indica cómo es de profunda nuestra crisis, cómo de salvaje es nuestra degradación y lo poco que hace falta para engañarnos. Con qué poquito ha podido El juego del calamar jugar a los espejos con nuestra alma. La esquemática ramplonería de su trama y su mensaje tan barato han bastado para que nos hiciéramos los cultos, los especiales, los estupefactos. Qué lamentable espectáculo de seguidismo, que humanidad tan a ras.

Es tan poca cosa, tan inane, que no se puede ni escribir un artículo largo.

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