Quizá tendríamos que guardar silencio. Un silencio tenso e introspectivo. Quizá tendríamos que no decir nada, y dejar que el Viernes Santo hablara por nosotros.
Que hablara el amor con que fuimos ofrendados, y que hablara la crueldad con que lo tratamos. ¿Estamos seguros de haber mejorado? Quizá tendríamos que guardar silencio y que en nuestro silencio resonara el daño que hemos hecho pese a vivir en la era de las maravillas y los milagros.
Estamos tan acostumbrados al ruido, que muchas veces sin darnos cuenta formamos parte del ruido y nos dejamos llevar por la vulgaridad. Unos instantes de silencio tal vez nos ayudarían a recordar que el perdón es lo divino y que errar a veces, suele ser humano.
Nunca los hombres nos equivocamos tanto como en aquel Viernes Santo. Y no porque fuera el Hijo de Dios, sino porque era nuestro amor, y lo pisoteamos. Era nuestra mejor cara en el espejo, y lo rompimos en mil pedazos. Lo terrible no fue lo que le hicimos a Él, que ya en la Cruz supo perdonarnos. Lo terrible, lo espantoso fue lo que nos hicimos a nosotros, cómo nos desgarramos por miedo e ignorancia, cómo rebajamos nuestra humanidad hasta que quedo tan a ras de suelo que nadie pudo verla.
Tendríamos que guardar silencio y pensar si hoy seríamos capaces de comportarnos de una manera distinta. Silencio hasta comprender con cuerpo y alma que todos los sentimientos están resumidos en el Calvario.
Somos la Humanidad. La Humanidad de hombres hechos a semejanza de Dios, hechos con amor, y hechos libres. Hoy es Viernes Santo. Quizás tendríamos que guardar silencio y agradecer la luz que nos ha traído hasta aquí.
Otros temas