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Blogs French 75 por Salvador Sostres

La derecha en España soy yo

Salvador Sostres el

Yo soy más de derechas que Casado y Rivera juntos. La derecha en España soy yo. Abascal es más español pero no más de derechas que yo. Y yo fui el que votó siempre a Rajoy y pensé que era el mejor presidente que podíamos tener en el tiempo que nos tocó vivir y que en cierto modo aún dura. Ayer me dio la razón el CIS de Tezanos tal como el lunes me la dio la encuesta de Michavila (Gad3) que publicamos en ABC.

La derecha moderada, centrada y con vocación mayoritaria no es lo que el cuerpo me pide, ni de ninguna manera asume mis planteamientos más festivos, ni tiene mi sentido del humor. Sus mínimos me abruman, su hacer de la necesidad virtud me parece una humillación y su salir a empatar con el linchamiento feminista constituye mi más absoluta desesperación. Sobre todo porque soy padre de una niña y sé que este feminismo, a las mujeres que merecen la pena, las ofende y las diluye.

Pero luego está la realidad y el promedio que los conservadores hacemos con ella, y por eso no solemos equivocarnos. Luego está la realidad, que es el mayor enemigo de un loco y que la izquierda, en su idealismo normalmente criminal, desprecia y quiere sustituirla por su modelo preconcebido y eso suele acabar en recuento de cadáveres. De esa realidad partía Rajoy, como partió Aznar en su primera legislatura, o Felipe durante sus 14 años o Pujol durante sus 23, hasta que CiU decidió suicidarse de la mano de Mas, el patán más gafe de la historia de la política catalana. Y su próximo regreso, patrocinado por el establishment cantonal, es la demostración de que Cataluña no aprende de sus errores y es ineficaz y profundamente vulgar ya no en la creación política sino hasta en su mera articulación.

Yo soy más, mucho más de derechas que Rivera, que no es absolutamente nada, y más reaccionario que Abascal -y hasta más “rancio”, como le llama Ada Colau- y querría más que el propio Casado que el Partido Popular defendiera la confesionalidad del Estado, la obligatoriedad de la asignatura de Religión, el no llamarle “matrimonio” a la unión de dos personas del mismo sexo y algún tipo de límite elitista al nefasto sufragio universal: que algo de calidad, en definitiva, compensara el sórdido peso de la cantidad.

Yo querría que todo esto lo defendiera mi partido, pero nunca se lo exigí al presidente Rajoy para votarle, porque su misión no era satisfacerme en todos mis deseos -más o menos legítimos- sino protegerme de que gobernara la izquierda desde un centroderecha unido y lo más mayoritario posible.

No es nada nuevo. No me parece que descubra nada al decirlo. A nadie puede sorprenderle que hasta uno como Pedro Sánchez tenga estas encuestas: en nuestra España inmadura, de tantos derechos y tan pocos deberes, de tanta queja y tan poca culpa, de tanta manifa y tan poca fe, sólo desde el moderantismo paciente se puede ir reformando, y por los pelos, la frivolidad, el caos y el desconcierto, porque al mínimo exceso gana la izquierda. De todos modos y en cualquier caso, en las democracias más serias y avanzadas las grandes mayorías sólo se consiguen en el centro y para no tener esto claro hace falta ser un memo.

Entiendo el sentido y hasta la necesidad de un partido como Vox y siento una personal simpatía por Santi Abascal. Lo que no entiendo es la intensa horterada de Ciudadanos, que propició la moción de censura contra el presidente Rajoy creyendo Rivera que ya tenía las elecciones ganadas. Y lo que tampoco entiendo es que el PP haya olvidado la esencia de su refundación, que es cómo Aznar unió a la derecha desde el posibllismo -el mismo posibilismo que le permitió gobernar, y muy bien, con Convergència- y le haya cedido gratis el centro fértil a los socialistas.

La derecha soy yo. La derecha en España soy yo. Pero ser conservador es lo contrario a vociferar como una peluquera histérica. Ser conservador es lo contrario a los aspavientos y a la gesticulación. La primera norma de un conservador es guardar la finca. La segunda, que haya orden y jerarquía, algo para cenar y alguien que lo sirva. Pero ahí está la derecha tan valiente que tantas lecciones le ha dado al presidente Rajoy. Ahí está, camino de perder la propiedad, camino de la derrota y de la oposición. Esta derecha que ha caído en el viejo error de la izquierda, que es no entender la realidad, no partir de ella, en su obsesión tener razón para refregársela al adversario, histéricamente convertido en enemigo.

No hay nada para cenar.

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