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“Lo más transformador es recorrer el camino de la no violencia”

Achaleke Christian Leke (Camerún)

“Lo más transformador es recorrer el camino de la no violencia”
Ignacio Gil el

Sin haber cumplido aún los treinta años, este activista camerunés habla con sorprendente serenidad y sabiduría. Su voz aterciopelada contrasta con la contundencia de sus palabras. Así es Achaleke Christian Leke, una mezcla entre niño sabio y tipo duro. “Combatir la violencia con la no violencia en un país azotado por el conflicto armado, el terrorismo, las desigualdades y la falta de oportunidades es mi proyecto de vida”. Traducido a números, ya son más de 400 proyectos y un millón de beneficiaros de sus programas humanitarios.

Es mediador de paz y experto en rehabilitación de presos. Recibió en el 2016 dos premios de la Commonwealth y el Premio de la Paz de Luxemburgo por su labor, así como una beca en una de las más prestigiosas universidades de Reino Unido, y más recientemente el premio de la Fraternidad de la revista Mundo Negro. El premio de 10,000 euros lo va a emplear en programas de educación para niños rescatados de Boko Haram, “niños a los que les han robado la infancia”.

En el norte de Camerún hay incursiones de Boko Haram desde Nigeria, y en el sudoeste la guerra entre las milicias secesionistas y el ejército se salda con más de 3000 muertos y cientos de miles de desplazados forzosos. Este es el contexto en el que trabaja – entorno a veinte horas diarias y sin descanso – Achaleke, con su equipo de 18 colaboradores.

Creció en Kumba una de las zonas más violentas del país, y militó en una pandilla hasta los diecisiete años. “Yo era parte de esta violencia y pertenecer a una pandilla era clave para sobrevivir. Así eran las cosas. Era un entorno de mafias y los robos y peleas con palos y machetes eran cotidianos”.

“Mi transformación comenzó con el teatro. Empecé a actuar y me sorprendió ver como a través de esta faceta diferente, haciendo el bien en lugar de peleando, me sentí valorado y aceptado. Fue el amor lo que me cambió”. Tiene un talento innato para comunicarse con la gente más vulnerable. “Mi mensaje es claro. Hay que dejar que nuestro pasado inspire nuestro futuro, y nunca olvidar de dónde venimos”. Su propio testimonio le acerca a los presos con los que trabaja. “Perciben que creo en ellos. Les cuento que yo también crecí en la violencia y me aceptan. Lo que sana sus corazones es el perdón y el amor”.

Entonces llega el siguiente paso. “Hay que ofrecerles una alternativa a la violencia. No hay que estigmatizarles si no trabajar codo a codo con ellos y entrenar sus habilidades. Trabajamos con más de 5000 presos. Les ayudamos a contar sus historias como mejor arma para aceptar su pasado y mirar al futuro con esperanza”.  La clave está en conseguir que se integren de nuevo en la sociedad. “Eso pasa por darles formación profesional, claro que sí, pero no es suficiente. Como parte del programa trabajamos el fortalecimiento de su autoestima y la creación de redes comunitarias. Merecen una segunda oportunidad”.

África tiene una imagen negativa. Pero Achaleke nos transmite otra. “Es el continente del cambio, de la juventud que se levanta y construye cada día la paz y la justicia y la que está plantando cara a los fundamentalistas, al desempleo, a la pobreza y al conflicto. Es el continente de la esperanza. La gente joven recurre a la violencia no porque quiera, sino porque la sociedad les ha fallado. Y la buena noticia es que son los menos, a penas un cinco por ciento aunque hacen demasiado ruido. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes africanos hablan el idioma de la paz”.

“El mundo tiene que ver lo que estamos haciendo, aun sin recursos, solo con mucho esfuerzo, y pasión. La paz es posible, necesaria y urgente en el continente africano”. Por eso está dedicando cada minuto de su vida a ello.

Rocío Gayarre

 

 

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