Iván se exilió junto con su mujer y su hijo a España en septiembre de 1998 a través del programa de protección de defensores de los derechos humanos de Amnistía Internacional. Antes, en 1994, ya se había decretado una orden de detención contra él y había vivido una primera experiencia de exilio. Colombia tiene el triste récord de ser el segundo país del mundo con más desplazados internos y refugiados, detrás de Siria.
Este sociólogo e historiador colombiano cuenta su historia con minucioso detalle remontándose a muchas generaciones atrás. Explica que su país vive un proceso de violencia, injusticia social e impunidad prácticamente desde su independencia. Hijo de padre campesino y madre huérfana y desplazada por la guerra, Iván creció en el sur de Bogotá y desde sus años estudiantiles ya se implicó en movimientos de defensa de los derechos humanos, vinculado a las posiciones más cercanas a la teología de la liberación y los movimientos cristianos de base.
Es una persona valiente y coherente con su forma de ver la vida. Y lo tiene claro. Cita al sacerdote y teólogo Torres Restrepo “el centro de la vida es el amor, y ese amor tiene que ser eficaz y esa eficacia, se llama revolución”. Destacado y combativo defensor de la recuperación de la memoria histórica a través del proyecto “Nunca Más Colombia” ha tenido que ver a muchos compañeros ideológicos morir asesinados por defender los mismos principios y valores que defiende Iván con tanta pasión y compromiso.
Define el exilio como “una esperanza enlutada”, una derrota política, ya que implica que no has podido culminar tu lucha dentro de tu país. Iván aclara, sin embargo, que no todos los aspectos del exilio son negativos. Ha sentido la “hermosura de la ternura humana que en definitiva es la solidaridad”. Su lema es que solo el amor transforma y que “el diálogo de dolores se transforma en bandera de lucha”.
Sobre la paz en Colombia, es algo escéptico, “mientras haya impunidad, no puede haber paz”, sentencia. “Dar la vida tiene sentido cuando es para que otros la puedan tener”. La vida de Iván no se ha frenado por el exilio, porque sabe que las causas por las que luchar no se agotan.
Rocío Gayarre
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