ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Que la fuerza te acompañe por Alfonso M. Arce

Envejecer es natural, pero la decrepitud es culpa tuya

La edad es solo un número, cada vez son más las personas mayores que lo demuestran

Envejecer es natural, pero la decrepitud es culpa tuya
Alfonso M. Arce el

‘Ya verás tú cuando llegues a mi edad’, siempre que he escuchado esta frase me ha sonado a una visión sombría y determinista de la vida, una losa que debes aceptar no solo como una verdad irrefutable, sino también como una lección que hay que aprender sí o sí porque parece que no hay posibilidad de encontrar un futuro distinto que el labrado por quien te lanza esa afirmación cual dardo envenenado. El refranero popular es fuente de conocimiento y se dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Respetar a nuestros mayores y aprender de ellos no tiene que estar reñido con identificar qué podrían haber hecho diferente, y desde luego en cuestiones de ejercicio y actividad física, casi todos arrastran un suspenso. El envejecimiento es un hecho natural que acarrea unas consecuencias pero, salvo enfermedad o lesión, no lleva implícito el hecho de tener dificultades para recoger algo que se nos cae al suelo o que levantarnos de un sillón sea un drama. No, no, y no es algo que debamos admitir como un final contra el que nada podemos hacer.

Por qué hacer cien sentadillas a la semana pudiendo pasar 30 horas sentados delante de una pantalla. Eso sí que es entrenar duro… Para machacarte la vida

Vamos a dar la vuelta al calcetín y a decir a todas, todos (y todes) aquellos que temen a la vejez dando por hecho que será un periodo de fragilidad y enfermedad, que para eso también hay que currárselo, que también requiere un gran esfuerzo y tiempo el dejar de estar en forma. Tanto esfuerzo como décadas haciéndolo mal. Si te parece que hacer una hora de ejercicio al día es una proeza, intenta resumir en un folio todo lo que tiene que hacer una persona entre sus veinte y sus setenta años para acabar con una enfermedad crónica o con serios problemas de movilidad. Igual en el colegio estabas en el equipo del deporte que te gustaba, parte de tus relaciones sociales se construían alrededor de los entrenamientos, los partidos de los sábados y el jugar en los recreos. Llega la universidad, el deporte es más esporádico y el cachondeo más regular, si no empezaste a fumar en la adolescencia igual no ‘desaprovechas’ esta segunda oportunidad. Llega la vida laboral y no quieres defraudar a nadie, salvo trabajos muy concretos pasarás muchas horas en una silla, el deporte es secundario, llegan las primeras cuotas de gimnasios que se pagan para nada porque la pereza o la falta de tiempo no nos permiten ir. Hasta los treinta el cuerpo aguanta, no parece que ocurra nada especial, pero algo cambia, aparecen mayores responsabilidades en el trabajo, el botellón con amigos pasa a convertirse en comidas con sobremesa, empiezan los compromisos familiares y un bucle de aproximadamente treinta años. En algún momento indeterminado de este periodo te dices ‘esto no puede ser, tengo que hacer ejercicio’, así que te apuntas a un gimnasio o sales a correr un día a la semana. Como tienes que compensar las más de treinta mil comidas horribles que te has metido entre pecho y espalda y los veinte o treinta años en los que no te has tomado en serio tu salud y tu estado físico, no se te ocurre otra cosa que empezar con una hora y media de ejercicio que te deja con tales agujetas y sensaciones que fracasa cualquier posible adherencia al entrenamiento. Mención especial al grupo de los diez mil pasos, que con ellos creen que su salud está a prueba de bombas y que no hace falta nada más.

No se trata de batir ningún récord olímpico, ni tampoco se trata de obviar que a una persona se le puede detectar un cáncer y que su salud se vea afectada aunque lo supere satisfactoriamente. Hablo de lo general, de lo normal para una persona sin problemas de salud serios. Y en estos casos no hay ninguna razón por la que con la edad no pueda moverse libremente, llevar unas bolsas de la compra relativamente pesadas, agacharse, levantar a su nieto o subir unas escaleras. Hay un importante porcentaje de personas mayores que necesitan prótesis de cadera o de rodilla, que lidian con dolor crónico, con huesos y articulaciones quebradizos, diabetes, hipertensión, etc. que podrían haberse ahorrado una gran parte de estos problemas con actividad y ejercicio físico mantenido con cierta constancia e intensidad a lo largo de su vida.

Te duele porque eres débil, no porque eres mayor

El entrenamiento de fuerza, ha sido algo tremendamente denostado o arrinconado a lo largo de los años. Eso era de ‘machacas’ o de superfluos que vivían para sus cuerpos. Hay un buen número de ancianos que están lidiando con los efectos de no haber practicado entrenamiento de fuerza durante la mayor parte de sus vidas, si no toda. No hay otra manera de decir esto, hay que reducir a cenizas la puñetera idea de que hacer ejercicio con pesas es una cuestión de vanidad o de asnos. Al contrario, es una necesidad absoluta para mantener la salud y la funcionalidad. En general se habla mucho de que hay que mantenernos activos y no vale, lo siento, no es suficiente, hay que ser mucho más específicos hay que poner énfasis en el trabajo de fuerza como el pilar fundamental para evitar toparnos con limitaciones físicas en el futuro. Hay una franja de edad para la que igual ya es tarde, pero si estás leyendo esto y tienes tiempo por delante, por favor, no dejes que tu cuerpo sea el que te retire a ti. Ponte las pilas y que la fuerza te acompañe.

También te puede interesar:

EntrenamientoFuerzaSalud

Tags

Alfonso M. Arce el

Entradas más recientes