Hagamos el difícil ejercicio, por no decir imposible, de ponernos en el papel de Rafa Nadal. Siendo una figura tan extraordinaria, igual alguien se piensa que nadie podría corregirle ni guiarle, pero esto no es así. Nadal ganó dieciséis títulos Grand Slam con su tío Toni Nadal como entrenador, y sintió que necesitaba dar un cambio eligiendo a Carlos Moya, con quien ha conseguido otros cinco. Ninguno de los dos tiene un palmarés comparable al de Nadal, pero han sabido construir y perpetuar a un campeón. Descendiendo al territorio de los mortales, esto es perfectamente válido. Puedes estar mucho más fuerte y musculado, ser mucho más alto y guapo que tu entrenador y que él o ella pueda exprimirte al máximo y conseguir de ti mejoras que ni esperabas, en ese caso ¿por qué nos cuesta tanto dejarnos guiar? Normalmente estos son los causantes.
Somos más ignorantes de lo que creemos
Cuando sabemos muy poco de algo no somos conscientes de nuestra propia incompetencia. Haber visto muchos vídeos en YouTube y conocer a la perfección la biografía de los grandes campeones no te hace un experto. Acudir a entrenar replicando rutinas de otros puede no ser la opción que necesitas, incluso ser contraproducente. Recuerda que detrás de un atleta suele haber grandes preparadores que diseñaban toda una planificación pensada única y exclusivamente para sacar el máximo de una persona con unas características individuales muy concretas.
Admítelo: tienes ciertos prejuicios
Lo voy a decir sin anestesia: en este mundo súper guay, en el que todo el mundo es súper cool y sonreímos tanto en redes sociales y nos solidarizamos con la paz mundial y tal y cual, todavía hay muchos gañanes (hombres) que no soportan que una entrenadora (mujer) les oriente en cuanto a qué ejercicios hacer. Mejor ni hablar si la sugerencia que les hacen es bajar el peso que han elegido. Esto ocurre, podéis preguntar a cualquier entrenadora. Mucha suerte a los machos Alfa de las mancuernas, pero vuestro ego os perjudica.
La culpa también puede ser de quien te entrena
Quizás como una consecuencia de los dos puntos anteriores, también merecen mención especial aquellos entrenadores y entrenadoras que no sienten el más mínimo interés por la gente. Ese perfil puede ver cómo alguien se rompe la espalda haciendo peso muerto, pero prefieren continuar mirando la pantalla de su móvil y atendiendo a su conversación de WhatsApp. Si has decidido dedicarte a una profesión tan relacionada con la salud de las personas, no puedes escudarte en que te has cansado de intentar dar correcciones y que pasen de ti, o que recibas contestaciones más bien bordes. Aunque así sea, cosa que no dudo, hay personas que no tienen la culpa de ello. También conviene que revises tu estrategia a la hora de abordar a tus clientes, igual te falta algo de didáctica, de psicología o de empatía. No es justo que te aburra entender y atender a un principiante. Las posibilidades de que acabes entrenando a un campeón del mundo son realmente escasísimas.
Un entrenador es mucho más que alguien que te explica cómo se hace un ejercicio y te da una tabla en un papel
‘Tablas’ tienes un millón en Internet, al igual que tutoriales sobre cómo hacer cualquier ejercicio ¿Serías capaz de identificar por qué no te sale como al del vídeo?¿Tienes certeza de que si algo te está doliendo no es porque te estás lesionando?¿Es mucho o poco la tabla que has decidido seguir?¿Te atreves a asegurar que no estás afianzando ningún vicio técnico que pagarás caro en un futuro?¿Tu descanso y nutrición están a la altura del entrenamiento? Cuando lo que necesites no sea una tabla sino unas palabras de ánimo ¿te las vas a decir tú solo?
A nivel social también existe un problema y no es otro que pensar que hacer ejercicio es algo para lo que no necesitamos ayuda. No tenemos que confundir el hecho de que todos sepamos qué actividad nos hace sudar, con que estemos capacitados para saber, tal y como nos explicó el catedrático Felipe Isidro, qué dosis pautada, programada y prescrita de ejercicio es la ideal para cada uno de nosotros. Ponte en buenas manos, déjate guiar y que la fuerza te acompañe.
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