El café es un producto controvertido, en cualquier examen médico te preguntarán cuántas tazas de café tomas al día ya que la recomendación general es no excederse con su consumo. Ciertamente, como alimento con potenciales efectos excitantes no casa bien con personas hipertensas, con problemas cardíacos o dificultad para conciliar el sueño. También has podido escuchar que es un producto cancerígeno, sin entrar en afirmar o desmentir esto que es bastante complejo, has de saber que si existe ese riesgo se debe a los procesos industriales de fabricación y tueste y no a que un grano de café sea cancerígeno, es decir la calidad y su manipulación comercial es lo que puede determinar la salubridad de lo que tomas, pero eso te pasa también con el pavo o con la miel, por poner dos ejemplos.
El uso del café para espabilarnos por la mañana está completamente integrado en nuestras vidas, no en vano eso de no ser persona hasta haber tomado el primer café del día es una frase muy escuchada. La cafeína es uno de los principales principios activos que tienen la mayoría de las bebidas pre entreno, precisamente para conseguir esa activación general que nos haga entrar ‘más enchufados’ al ejercicio. Existe bastante consenso científico sobre la mejora en el rendimiento ocasionado por la cafeína al influir en el sistema nervioso central. Más específicamente, los efectos de la cafeína se atribuyen principalmente a su unión a los receptores de adenosina A1 y A2A en el cerebro. Sin embargo, existe un gran debate sobre si la cafeína tiene efectos directos sobre el tejido muscular.
En marzo de 2021 se publicó este estudio en el que se administró 9 mg / kg de cafeína a jugadores profesionales de balonmano que ya consumían cafeína con regularidad y midieron las respuestas contráctiles de los músculos mediante tensiomiografía antes de la ingestión y una hora después. El experimento validó los resultados con un grupo que dividió en sujetos que tomaban realmente cafeína y otro grupo al que se le suministró un placebo.
En el grupo de cafeína, se pudo observar disminuciones en el tiempo de contracción muscular y afectó al desplazamiento máximo durante las contracciones estimuladas eléctricamente, lo que sugiere que la cafeína estaba influyendo directamente las propiedades contráctiles del músculo (en lugar de trabajar puramente a través del sistema nervioso central). Uno de las conclusiones más importantes del estudio es que este efecto directo sobre los músculos se producía en personas bien entrenadas y habituadas a la cafeína, por lo que aunque ya tomes tus ‘cafetitos’ diarios, todavía podrías obtener algún beneficio aumentando algo más la dosis, cosa que no siempre ocurre.
Ahora bien, ¿significa esto que tomándote un litro de café vas a rendir como un atleta de élite? En absoluto. Como hemos mencionado la prueba que se utilizó para medir los resultados fue una tensiomiografía, prueba que precisa seguir fielmente un protocolo previamente fijado para cada evaluación: colocación y presión inicial del sensor de desplazamiento; duración del estímulo, así como la separación en tiempo entre cada uno; angulación adecuada para cada articulación; incrementos de los estímulos eléctricos e interpretación de los datos en función a los criterios de individualidad del deportista y el de especificidad de su deporte. Esto significa que a simple vista o por sensaciones jamás percibirías los efectos musculares extras de una suplementación de cafeína y, sin embargo, quizás lo notes sin lugar a dudas cuando por la noche no puedas pegar ojo. Y recuerda siempre que uno de los mayores constructores de fuerza y recuperación es el sueño. No busques atajos, disfruta tu café pero confía tu forma física a tu esfuerzo y constancia. Que la fuerza te acompañe.
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