Como bien saben ya todos los seguidores de Spirou, ese pelirrojo algo loco que siempre va vestido con su uniforme de botones de color rojo y que tiene una gran habilidad para meterse en problemas, junto con su gran amigo Fantasio. Se están publicando nuevas historias de este protagonista que no deja a nadie indiferente. Bajo el estilo de la Bande dessinée que marcó un hito, fue creando tendencia a lo largo de la historia del cómic. En esa recuperación de las historias en varios volúmenes por parte de la editorial Dibbuks, no cesa -la editorial- en su empeño de seguir publicando nuevas creaciones en torno a este mítico personaje. Y que no pare la cosa. Ya que cada guión casi va superando al anterior.
Cada guionista y dibujante aporta su granito de arena diferenciador en torno a la gran figura del botones. Aportando historias trepidantes que en su mayoría están dirigidas a un público infantil/juvenil, pero que no da de lado a otro tipo de público, el adulto. Historias que son entretenidas, y además se disfrutan con los magníficos dibujos de los ilustradores a través del estilo de la línea clara, generando grandes detalles y luces en cada puesta en página.
Una de las últimas historias es “La luz de Borneo” con guión del belga Zidrou (1962) y con los dibujos del también belga Frank Pé. Zidrou afincado en España desde hace tiempo, se inició en el mundo del cómic como guionista de la revista Spirou durante los 90, por lo que ya tiene una gran experiencia “spirouiana”. Después de dar vida al Elève Ducobu y a Tamara, dos iconos del cómic juvenil en lengua francesa, Zidrou comenzó una carrera vertiginosa en el cómic adulto. A partir de ese momento, el autor dará un sello personal a sus historias: dramas cotidianos en los que el realismo se alterna con lo fabuloso y la alegría de vivir forma una fuerte alianza con la tristeza.
Bajo este espíritu realista de Zidrou, el lector es trasladado a “La luz de Borneo”, pero no a la isla de Borneo ubicada en el sudeste de Asia y administrada por Brunéi, Malasia e Indonesia, característica por albergar al orangután rojo, una especie endémica de las selvas de la isla que se encuentra gravemente amenazada por la deforestación y que en la historia de Zidrou es parte importante bajo un contexto totalmente diferente. Bajo la luz de Borneo encontraremos una historia diferente a las que estamos acostumbrados de Spirou, pero que no resta ningún valor a la figura del personaje, todo lo contrario le da una fuerza diferente ya que nos encontraremos a un Spirou más maduro y sin su uniforme rojo, pero como guionista experimentado dicho uniforme tiene también su protagonismo. Una historia entretenida que explora varios valores como la veracidad en el periodismo, el conflicto de intereses, la amistad, la codicia de algunos ricos que están dispuestos a hacer lo que sea para seguir enriqueciéndose, pero sobre todo la relaciones familiares entre un padre y su hija, sin dejar de lado también unas relaciones de respeto por esos animales, que adiestrados y respetados no sabemos los que están dispuestos a hacer. Nos sorprenderían.
Zidrou nos presenta un Spirou que quiere dejarlo todo y ser pintor. Dejar esa profesión de periodista y dedicarse a si mismo. Por lo que vemos aquí una reinterpretación del personaje. Pero nada es lo que parece en esta nueva aventura de Spirou. Poco tiempo tendrá para aprender a pintar ya que se verá obligado a cuidar de la hija de Noé, ese antiguo amigo (que apareció en su momento en el álbum Un bebé en Champignac) y un extraordinario domador de animales que trabaja para el circo asentado en la ciudad.
Con un comienzo impactante en las primeras páginas, la estructura narrativa y gráfica de “La luz de Borneo” no baja a lo largo de cada página, y sin dejar de lado el humor característico de las series, esta vez en menos dosis, es revolucionaría, entre otras cosas, por presentarse claramente como una pequeña sátira dentro de otra del mercado del arte y sus agentes, tanto de aquellos que compran lo que sean y por la inserción en el recorrido artístico de un nuevo concepto llamado Zooísmo, que aporta una visión muy diferente del arte. Un ísmo que el lector tendrá que descubrir por si mismo adentrándose en otra gran historia de Spirou, en la que Zidrou es fiel a unos personajes, factor muy importante para el éxito de esta historia. Siendo este un motivo por el que a veces hay que forzar un poquito al dibujante, que debe saber atribuirles empatía a sus personajes, y que Frank Pé consigue con sus lápices.
Un cómic que me atrevería a marcarlo de “rareza” dentro de la línea Spirou, pero que al describirlo de esta forma no le quita valor, todo lo contrario, suma un valor muy importante, ya que se sale de lo previsible siendo una historia independiente, una de las historias más adultas de la colección y quizá una sorpresa para este 2017, porque es un libro en el que si realizas una lectura detallada hay algo más como una forma de esperanza, de intentar cambiar algo para mejorarlo. Un cómic con una luz muy especial que no por ello no obvia una sátira de un mundo egoísta.
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