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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Los aliados del pensamiento del hombre

Los libros son aquellos aliados del intelecto, que forman y ofrecen nuevos mundos, pero no todos los libros están libres de vicios

Los aliados del pensamiento del hombre
Pablo Delgado el

Según la R.A.E. llamamos vicio a lo que es de mala calidad, a lo que está defectuoso o que causa un daño físico en las cosas. Una falta de rectitud o defecto moral en las acciones. Falsedad, yerro o engaño en lo que se escribe o se propone. En conclusión, un hábito de obrar mal. Por tanto, se entiende como algo perjudicial, que no aporta nada en su exceso y que lo único que ofrece son resultados dañinos para uno. Pero no todo vicio puede llegar a ser malo. Dicen que todo en exceso puede llegar a ser perjudicial, pero si hay un gusto especial o demasiado apetito de algo saludable y que incite a usarlo frecuentemente y con exceso. ¿Por qué no aprovecharlo? Me refiero a la lectura. Al hábito de leer y echar de comer al intelecto.

Hay un libro que me ha entusiasmado y me ha sorprendido gratamente. Son varios en uno. Del vicio de los libros (Trama editorial), es un libro sobre libros, sobre la lectura y el tipo de lector, sobre lo que esta debe hacer sobre aquel que lee, y cómo el lector debe enfrentarse a los textos y sus características. Seis escritos, en los que caben las historias, las anécdotas y las reflexiones sobre el acto de la lectura. Una actividad que principalmente realizamos de forma individual y lo que hace es aportar y aportar más. Puede llegar a ser un vicio intelectual de los más aprovechable y apetecible, que no destruye a la persona sino que la va formando y creando ante aquello que no se conoce, mostrando ideas, pensamientos, historias que a través de un autor que pone en común sus palabras, el lector puede llegar a hacerlas suyas.

Hay mucha literatura sobre los libros y su lectura, pero esta compilación es muy fresca, entretenida y atractiva. En ella están las palabras de W. E. Gladstone (1809-1898) anglicano, inglés y primer ministro de Inglaterra en cuatro ocasiones, y un entusiasta coleccionista de libros. El norteamericano Theodore Roosevelt (1858-1919), calvinista, historiador y vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos. Lewis Carroll (1832-1898), diácono, matemático, fotógrafo y glorioso autor de Alicia en el País de las MaravillasWilliam Roberts (1862-1940) impresor. Virginia Woolf (1882-1941), intelectual, editora, autora de primer orden. Y Edith Wharton (1862-1937) que ganó el Pulitzer en 1921 con La edad de la inocencia. Políticos y escritores que comparten lo que ellos leen y su entender sobre la literatura, cómo debe ser leída, y por su puesto, cómo almacenarla. Lectores ávidos que están satisfechos con sus lecturas.

De ellos podemos sacar muchas conclusiones e ideas, que una vez leídos, seguro que el lector empezará a afrontar la lectura desde un punto de vista más reflexivo y enriquecedor. «Bajo el paraguas de lo que debe considerarse la moral -es decir, lo bueno y lo malo- de la lectura, Wharton arremete contra un tipo de lector que considera impostado, inconsciente y falto de imaginación, al que denomina lector mecánico. Dicho lector se define por a) no cuestionar jamás su competencia intelectual, b) asumir la lectura como una obligación y c) ser incapaz de formarse un juicio personal sobre la valía del título que lee. De ahí que sucumba al vicio de no reconocer qué nos brinda de bueno y de malo la literatura y caiga, por tanto, en falsos moralismos (…) Wharton entiende la lectura como un arte que debe cultivarse y al que no todos estamos llamados», escribe en su presentación Iñigo García Ureta, traductor de la presente edición.

Para Gladstone los libros «son los aliados del pensamiento del hombre». En su texto, el político inglés ofrece sus visión de cómo debe ordenarse una biblioteca: «los objetivos que se contemplarán en el ordenamiento de nuestros libros son tres: economía, buena disposición y una buena accesibilidad, la que requiera la menor inversión posible de tiempo».

Volviendo a Wharton, en su texto de El vicio de la lectura, describe la lectura como un vicio. «Ningún vicio es tan difícil de erradicar como aquellos que el vulgo considera virtudes. Y entre éstos destaca el de la lectura. Por lo general se admite que leer basura es un vicio, sí, pero hoy en día a la lectura en sí misma -a la costumbre de leer, que en cierto modo no deja de ser un fenómeno novedoso- se la coloca a la misma altura que algunas virtudes tan socorridas como el ahorro, la sobriedad, madrugar o hacer ejercicio (…) La verdadera lectura es un acto reflejo: el lector nato lee como respira, de un modo inconsciente, y así, por seguir con la analogía, bien podría afirmarse que la lectura es tan virtuosa como el acto de respirar (…) ¿qué es la lectura, si no un intercambio de pensamientos entre escritor y lector? (…) Los libros más trascendentes que se hayan escrito son valiosos para cada lector sólo por lo que dicho lector pueda extraer de ellos. Leer no es ninguna virtud, pero leer bien es un arte, un arte que sólo un lector nato puede dominar».

Roosevelt también habla de la necesidad de esquivar esos libros viciosos que no aportan y que suelen ser leídos por lectores mecánicos ya que «debe esquivarse la lectura placentera de libros viciosos. Y no es menos obvio que los libros frívolos y ramplones hacen más daño del que puede compensarse con cualquiera que sea el entretenimiento que suscitan», escribe el político norteamericano. «Leer, anotar, asimilar y aprovechar los buenos libros que caigan en tus manos no es tanto un deber como una conveniencia» le apunta Lewis Carrol.

El texto de Roberts es una divertida descripción de las distintas modalidades de ladrones y gorrones de libros que existen por las casas y las librerías, mientras que Virginia Wolf a modo de colofón a la edición, reflexiona sobre la crítica literaria además de aconsejar leer aquello que no le ha sido aconsejado al lector. Lo que se tiene que hacer es seguir «el propio instinto, fiarse del sentido común y llegar a sus propias conclusiones (…) En el proceso de leer el primer paso -captar impresiones con el máximo entendimiento- es tan sólo la mitad del proceso; que si queremos obtener el máximo placer de un libro, requiere otro para estar completo. Debemos formarnos un juicio con estas múltiples impresiones; debemos extraer de todas estas formas efímeras un criterio sólido y duradero (…) Si leer un libro como debería leerse exige hacer uso de las más excepcionales cualidades, si requiere imaginación, perspicacia y juicio, tal vez uno pueda llegar a la conclusión de que la literatura es un arte complejo a cuya crítica muy difícilmente seremos capaces de contribuir con nada valioso, ni siquiera tras toda una vida de lectura. Debemos seguir siendo lectores, sin anhelar la gloria que pertenece a esos inauditos seres que son además críticos».

En definitiva, reflexiones que invitan lector a que se le encienda la bombilla de la crítica, a que lea de forma atenta y no mecánica, para que el poso de la lectura, una vez terminado el libro, haga su efecto en su intelecto y no queden en el olvido esas palabras que el autor ha puesto en común. Palabras que ayuden a seleccionar y a hacer de la lectura un vicio sano y aprovechable.

Del vicio de los libros // Varios autores // Trama editorial // Traducción de Iñigo García Ureta // 2019 // 18 euros

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