Seguimos en cuarentena. Seguimos enfrentándonos a un enemigo invisible. Bueno, más que invisible, microscópico. Estamos viviendo -queramos o no- un momento histórico en la historia de la humanidad que será recogido en los libros. Van pasando los días encerrados en nuestras casas, viendo cómo los informativos emiten siempre las mismas noticias: covid-19, muertes, contagios, y pacientes dados de alta. Nunca sabremos la verdad de cómo y por qué hemos llegado a esta situación. Esto, nos ha llevado a no advertir la debida correspondencia entre un acto y la idea que se tiene formada de alguien o de algo, es decir, llegar a experimentar lo desconocido, aquello por lo que el ser humano sufre una sensación de angustia y miedo. Como la que estamos experimentando ahora.
En ello, y salvando las distancias, H. P. Lovecraft (1890-1937) fue un excepcional genio. Es imposible no leer el trabajo del escritor estadounidense sin experimentar esa sensación de angustia, de ahogo en donde la garganta se contrae, los labios se aprietan y un escalofrío recorre el cuerpo junto con las manos que se elevan involuntariamente hacia la boca. Pero toda resistencia es inútil, y el lector debe sucumbir a las palabras del autor.
Lovecraft busca mostrar así la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad, el miedo, pero no una angustia por un riesgo o por un daño real o imaginario representado, sino que muestra esa sensación de lo desconocido. Una clara representación en su obra la podemos encontrar en Los mitos de Cthulhu, una obra que además fue adaptada al cómic por Alberto Breccia (1919-1993) y Norberto Buscaglia en 1974 y que la editorial Astiberri ha recuperado recientemente. Está considerada como una de las grandes obras maestras del cómic, las adaptaciones de Buscaglia según la obra de Lovecraft excepto El ceremonial (que se integra en los mitos) adaptado por Breccia. Ya, cuando se lanzó, el talento gráfico de Breccia había sorprendido a los aficionados, fascinados por su excelente trabajo y su capacidad para dar vida al abominable mundo del escritor, mediante sus dibujos.
Los mitos constituyen un ciclo literario de cosmicismo comprendido entre 1921 y 1935. En ellos no hay una presencia divina perceptible, como un dios, y los humanos somos particularmente insignificantes en el gran mapa de la existencia intergaláctica, y quizás, somos solo una pequeña especie proyectando sus propias idolatrías mentales en el vasto cosmos, siempre susceptible a ser eliminada de la existencia en cualquier momento.
Los mitos de Cthulhu pertenecen a la tradición del cuento de terror anglosajón. A principios del siglo XX este sufre un cambio de su tradicional terror gótico sobre fantasmas y castillos encantados sobre horrores etéreos, para ofrecer un horror más palpable, en el que el horror se materializa en criaturas monstruosas y entes alienígenas que acechan el mundo, provenientes de las estrellas o de oscuros rincones de la Tierra. Este mundo de terror Breccia lo representa en una buena tradición y originalidad gráfica, con el empleo dramático del blanco y negro en el que confluyen las criaturas de Lovecraft mediante collages y trazos contundentes que hacen cada historia, elevarla a un género más alto, de terror y contundencia filosófica, donde la sombra de Lovecraft se cierne sobre ellas:
«Cthulhu existe en ese refugio de piedra que lo sirve de abrigo desde que el sol era joven. Su ciudad maldita se ha hundido otra vez, pero sus ministros en la tierra bailan aún, y cantan y matan en lugares aislados, alrededor de monolitos de piedra coronados de imágenes. Cthulhu tiene que haber sido atrapado por los abismos subterráneos pues si no el mundo gritaría ahora el horror. ¿Quién conoce el fin? Lo que ha surgido puede hundirse y lo que se ha hundido puede surgir. La abominación espera y sueña en las profundidades del mar, y sobre las vacilantes ciudades de los hombres flota la destrucción. Llegará un día… ¡pero no puedo ni debo pensarlo!».
Las historias de Lovecraft empujan los límites ya extremos de los géneros gótico, de terror y de ciencia ficción, pretendiendo continuar con la gran tradición literaria de hacer que los adultos se pregunten si ese leve crujido que se oye de fondo es la garra de una bestia siniestra que se abre paso, en el armario de una habitación. Esta dimensión sobrenatural, agrega una dimensión diferente al mundo real e incluso al mundo onírico del terror. Sin duda, el maestro inventa narraciones horribles que tienen lugar en un lugar inquietantemente no especificado. El caos, las oraciones incómodas, las descripciones hacen de armamento intelectual complicado, y que compiten por la atención del lector.
La condición «familiar» de su ficción (el miedo inspirado por el shock) con imaginaciones salvajes y retórica del pánico, son dos características de su trabajo que derivan ha hechizar a muchos lectores susceptibles, quienes miran desde sus páginas sintiéndose extrañamente perturbados y aturdidos. La efectividad de la ficción de Lovecraft tiene poco que ver con sus cualidades puramente literarias, y que muchos críticos dicen que son mínimas, pero con otra característica que es más difícil de identificar: la forma en que lanza un hechizo, cuando una tensión sin igual. Ficciones que pueden ser brutalmente hipnóticas y que al joven lector, sobre todo a través de este cómic, -que en un principio puede estar intelectualmente indefenso- entrará en el universo empapado del miedo del escritor y del que no se puede salir fácilmente de el. Es un estado de ánimo de una amenaza apocalíptica inaccesible que supera gradualmente a quienes no están preparados para ella. Aunque a veces es irregular, la intensidad en las historias de Lovecraft no parecen falsas y se forma un culto entorno a ellas para combatir un posible estrés literario y gráfico postraumático.
Breccia representa esas atmósferas angustiosas y opresivas de Lovecraft traduciendo de una forma visual y excepcional los conceptos que fácilmente pueden expresarse con las palabras pero que son intangibles y, por ello, en un principio no son representables a través del trazo de un lápiz. Pero Breccia centra la elaboración de los elementos formales y de un lenguaje plástico que reproduzca, con la mayor fidelidad posible hacia el horror sugerido y alimentado, pero nunca desvelando al completo la inquietante presencia de figuras del más allá y su universo paralelo que conlleva al mismo tiempo un origen y una negación de una realidad plausible tal y como la conocemos.
En definitiva, esta edición hecha a partir de los dibujos originales de Breccia, dándole todo el peso a su dominio gráfico, muestra el evidente deseo de plasmar y controlar la materia con poderosos golpes de pincel y manchas que sugieren la angustia que puede llegar transmitir al lector, dejando así a éste, que complete esa elipsis creada en la narrativa gráfica, intentando descifrar y dar un sentido a la materia ajena y desconocida.
Los mitos de Cthulhu // Alberto Breccia // Astiberri // 2019 // 20 euros
Cómic