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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Un nuevo tipo de operador estético: el diseñador

Así denominó Bruno Munari en su libro «Artista y diseñador», a la figura que busca resolver problemas estéticos y funcionales

Un nuevo tipo de operador estético: el diseñador
Pablo Delgado el

A muchos diseñadores se les ha preguntado (y se les pregunta) si el diseño es arte, y su contestación suele ser que no. ¿Por qué?, pues porque el diseño es un encargo que se realiza, mientras que el arte es una expresión personal. Pero hay diseños que se pueden convertir en arte, ya que también dependerá de cómo ese cliente le ha podido hacer el encargo, ya que, si le da total libertad y no interviene sobre el trabajo del diseñador, ese cartel, logotipo, o producto puede llegar a ser la expresión de un artista. Eso sí, la exclusividad de pieza única que aporta el arte, la pierde.

El concepto de arte puede llegar a ser tan genérico que aporta múltiples disciplinas de las que el diseño puede hacer uso. En la comunicación visual, en el diseño de productos, en la arquitectura, etc, «los artistas tienen más fantasía, de forma que lo harán mejor que los diseñadores», escribió Buno Munari (1907-1998) en su texto «Artista y diseñador» (Gustavo Gili).

Publicado por primera vez en 1971 por Editorial Laterza, Bari/Roma, el texto de Munari pretende analizar los dos aspectos principales de la actividad cultural y de los que se sigue debatiendo a lo largo de los últimos años: «el arte puro y el diseño», así como, las figuras del artista y el diseñador a través de reflexiones que giran en torno al arte y la élite, el diseñador, la sociedad y la industria, la cultura, tradición y vanguardia, o el divismo en ambas figuras.

El artista/diseñador italiano es conocido por su gran aportación fundamental al arte, el diseño industrial y gráfico del siglo XX. Con contribuciones que han influido en múltiples artistas y diseñadores en diversos campos de la expresión visual (pintura, escultura, cinematografía, diseño industrial, diseño gráfico) y no visual (escritura, poesía, didáctica) con una investigación polifacética sobre el tema del movimiento, la luz, y el desarrollo de la creatividad y la fantasía en la infancia mediante el juego.

En este gran texto que parece como si estuviera escrito en los días actuales, Munari ofrece luz y reflexiones didácticas que aportan valor esencial para el arte y para el diseño, como «el artista puro de tipo romántico», que se encuentra en un lado, y en el otro lado de la balanza cultural e industrial «el diseñador objetivo, racional, exageradamente lógico, que pretende justificar todo lo que hace con razones que, a veces, resultan forzadas (…) El artista romántico (que antes se emborrachaba y ahora se droga) ha existido siempre. El diseñador objetivo tiene como meta la estética considerada como técnica pura».

«Personalmente consideró válidas las dos posiciones, tanto la del artista como la del diseñador, siempre y cuando el primero sea un operador que viva en nuestra época y no un mero repetidor de fórmulas pasadas, incluso si el pasado es reciente, y el segundo sea auténtico diseñador y no un artista que hace arte aplicado”. Escribe Munari.

«El artista es un autor de obras raras, de piezas únicas, realizadas incluso con sus propias manos. Trabaja de forma muy personal, tratando de expresar, con un lenguaje que se caracteriza visualmente por un estilo propio, las sensaciones que nacen en él derivadas de los estímulos que recibe del mundo donde vive: trabaja para sí mismo y para una élite que puede entenderlo». Mientras que «el diseñador es un proyectista dotado de sentido estético que trabaja para la comunidad. Su trabajo no es personal, sino de grupo.  No trabaja para una élite, sino que trata de realizar de la mejor manera posible incluso objetos de amplio consumo». Afirma Munari.

Cuando observamos una obra de arte podemos apreciar ese estilo que tanto diferencia al artista que la ha ejecutado, mientras que «el diseñador carece de estilo y la forma final de sus objetos es el resultado lógico de un proyecto que trata de resolver de la mejor manera posible todos los elementos de un problema proyectual». Este es el leitmotiv de todo diseñador, resolver problemas de comunicación. Unos problemas que deben ir acompañados por la estética y el buen hacer, ya que si no son entendidos por el receptor, no cumplirán su función. Ésta es otra posible diferencia, ya que el artista se expone a que pueda o no ser entendido, mientras que el diseñador debe ser entendido.

«El arte puro sería la presentación del mundo personal del artista en pinturas, esculturas y en el resto de las formas actualmente existentes». En cambio el diseñador «no hace piezas únicas ni tiene categorías artísticas en las que se pueda catalogar su producción. Para el diseñador no diste el arte puro ni el arte aplicado. Cualquier problema, ya se trate de proyectar un vaso o un edificio de viviendas, reviste la misma importancia. El diseñador no tiene una visión personal del mundo, en el sentido artístico, sino un método para afrontar los diferentes problemas de proyecto».

«Los objetos proyectados por los diseñadores no tienen ningún significado que no sean las funciones que deben desempeñar. Son lo que son y no son el soporte de ningún mensaje (a pesar de que la sociabilidad de la operación del diseñador contiene un mensaje) (…) El diseñador no puede operar si no tiene una cultura viva, interdisciplinar, integrada por el conocimiento de experiencias antiguas, pero aún válidas, de conocimientos actuales sobre las relaciones psicológicas entre el proyectista y el consumidor, de conocimientos tecnológicos actuales, suma de valores objetivos».

Todo ello debe ir acompañado siempre del nivel intelectual creativo. La inventiva es parte fundamental de unos procesos en los que «el artista trabaja con la fantasía, mientras que el diseñador se vale de la creatividad. La fantasía es la facultad del espíritu capaz de inventar imágenes mentales distintas de la realidad, tanto en los detalles como en el conjunto. Estas imágenes pueden ser también irrealizables en la práctica». Una práctica de la que habla Munari en la que la creatividad pueda conjugar la fantasía con la razón.

Esa «facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales» (así es como la R.A.E. define la fantasía), hace a cada uno diferente, es decir, de aportar esas capacidad creativa e inventiva de la que puedan salir soluciones o expresiones artísticas. «Mientras el artista ve con la fantasía una forma, un conjunto, una situación u otra cosa, y se esfuerza para realizarlo tal como lo ha vivido, el diseñador no sabe qué forma tendrá el objeto que está proyectando hasta que no resuelve y armoniza de forma creativa todos los elementos del problema; sea como sea, acepta la solución si esta se presenta como una de las mejores (…) Después de haber analizado el problema que debe resolver, el diseñador busca con la creatividad la síntesis de los datos que ha recopilado sobre los distintos componentes, a fin de encontrar la solución óptima e inédita en que se fundan todas las demás soluciones, y que representa la manera más adecuada para obtener un equilibrio total».

En definitiva, Munari escribe de modo que todos le entienden y reconocen, expresando una noble y gigantesca dialéctica cultural, que continúa existiendo y aportando hoy entendimiento sobre las artes visuales, permitiendo así que exista un mayor conocimiento y reflexión sobre dos disciplinas que van ligadas y que pueden llegar a complementarse, pero que en definitiva, toman caminos paralelos hacía un mismo destino, pero que una vez van a llegar a el, se bifurcan hacia los caminos de la expresión e intelectualidad en caso del artista, y hacia el destino del problema resuelto en el caso del diseñador. Un texto clásico, imprescindible e imperdible.

«Artista y diseñador» // Bruno Munari // Traducción de Patricia Orts // Editorial Gustavo Gili // 2019 // 19,90 euros

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