Las imágenes suelen ser la mejor manera de contar lo que se ha visto. Puede estar sujeta a manipulaciones, pero una imagen pura, es el fiel reflejo de aquello que se quiere mostrar a un otro. El artista, el fotógrafo, el cineasta, son los directores en la muestra de las imágenes. Ellos reflejan aquello que quieren contar mediante una técnica o un formato determinado. El fotógrafo a través de su cámara y el artista mediante el trazo de sus lápices y pinceles, mostrando así a través de la línea lo que éste tiene ante sus ojos y lo que ha pensado.
«El cuadro, el dibujo, son lo que el artista piensa de su modelo, y cuanto más intenso es lo que piensa, más se contamina el dibujo de esa intensidad y más vivo está», escribe Jean Frémon (París, 1946), autor de numerosos ensayos sobre artistas contemporáneos, en la recopilación de sus textos titulada «Love Life» (Elba). Tres escritos sobre arte con el denominador común e la figura extraordinaria del artista David Hockney (Bradford, 1937). «La pasión Hockney» fue escrito para la exposición «David Hockney, Close and Far», que tuvo lugar en la Galería Lelong en 2001; «David Hockney en el estudio», fue escrito a partir de una serie de visitas a su estudio a lo largo de varios años, y que fue publicando Frémon en la editorial L’Echoppe en 2017; y el último «Una pasión francesa» que fue un encargo de Didier Ottinger para el catálogo de la retrospectiva de Hockney que tuvo lugar en el Centro Pompidou de París en 2017.
Tres textos breves y magníficos sobre la figura de este polifacético artista, el cual su obra no deja indiferente. En ellos podemos ver cómo Hockney es un apasionado de las nuevas técnicas y formas de expresión que aplica a su pintura. Obteniendo conceptos y sobre todo ideas de cómo abordar la imagen y lo que debe representar. Un creador de imágenes porque le gustan las imágenes.
Hockney siempre ha manifestado un interés particular por cuestiones como la historia de las imágenes. Sobre cómo han influido en la historia, de qué están hechas, «con el instinto seguro de su pragmatismo, Hockney no duda ni un segundo de que los artistas, los creadores de imágenes, inmediatamente procuraron dominar los instrumentos de óptica y utilizarlos artísticamente».
«Los pintores lo saben: dar una imagen de la realidad es acercar una realidad tridimensional a una imagen en dos dimensiones», escribe Frémon. «Hockney es consciente de que la fotografía no es un invento de la óptica, sino de la química. La invención sólo consiste en fijar sobre el papel», con lo cual es solo un medio de expresión, quién hace la foto y se expresa es quién se pone tras la cámara y encuadra.
«Hockney comprendió muy pronto que lo que hace a la pintura más rica, más profunda, más densa que la fotografía, es la dimensión temporal que implica, y que en todo momento permanece legible bajo las pinceladas […] El tiempo es el primer retratista y ése es el misterio que el pintor de autorretratos intenta captar […] El dibujo parece buscar la exactitud, sin desvíos, sin ideología, respeta la apariencia de las cosas sin intentar magnificarlas, sin recargarse con intenciones ocultas. Es un dibujo cándido, sin efectismos, y no lo que muestra y desvela al mismo tiempo que así mismo, es la probidad del artista».
La perspectiva ha sido objeto de investigación perpetuo en su reino de la representación, tan pronto le gusta el color a Hockney como lo usa sin reservas para lograr esa proeza de dar la impresión del color en esas perspectivas acentuadas, convirtiendo así sus pinturas en memorables, vistas una vez, es casi imposible quitárselas de la mente, porque son de una «composición sencilla, estructurada, escultural», permaneciendo en la imagen que está pintando, sin abandonarla, para que así podamos entrar en ella, como hace él.
«Toda la historia del arte es nuestra contemporánea, Hockney se pasea por ella con total libertad, extrayendo de lo que le llama la atención nuevas formas de ver y nuevas formas de expresión. Mezcla los estilos sin complejos, se apropia de las manieras como le parece, y siempre con sentido del humor. Le gusta ver grande, más grande, y opera en consecuencia.»
Frémon, nos muestra un Hockney apasionado, no solo por la imagen, sino también por las innovaciones técnicas en las que siempre encuentra formas de renovar los modos de representación de lo real. Una realidad de la que absorbe su esencia para luego pintar en su estudio llevando a la tela esa imagen mental. «Una imagen que procede del recuerdo y de la sensibilidad. Como ejercicio es muy interesante, pero muy diferente del que consiste en dar una imagen en dos dimensiones de la realidad inmensa, profusa, confusa, en tres dimensiones que uno tiene delante. Este ejercicio más difícil es el que reclama Hockney ahora. Por eso ha instalado su estudio en el campo».
Un libro que hace las delicias de los apasionados del arte en general y de Hockney en particular -a los que me sumo-. Un pintor que además de hacer de su oficio una vocación y una pasión, busca transmitir y compartir lo que significa el arte para él. A través de las imágenes, nadie ha asimilado mejor que el artista el hecho de que vemos con la memoria y con los sentimientos tanto como con los ojos. Su pasión de mirar (el paisaje, los amigos) se convierten en nuestra pasión de mirar (su cuadro).
«David Hockney Love Life» // Traducción de Ignacio Vidal-Folch // Elba editorial // 2017 // 12 euros
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