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Lope de Vega: soldado y poeta del mar

Lope de Vega: soldado y poeta del mar
Agustín Ramón Rodríguez González el

Bien sabido y recordado, también en este blog, es que Cervantes luchara en Lepanto, y que sirviera como soldado de galeras durante cuatro campañas consecutivas, pero lo es menos el que también fuera soldado por mar el llamado en su tiempo “fénix de los ingenios” y hasta “monstruo de la naturaleza” por su inmensa obra, es decir, el gran poeta y dramaturgo don Félix Lope de Vega Carpio.

Nacido en Madrid, entonces recién ascendida a capital de los inmensos reinos de Felipe II, el 25 de noviembre de 1562 y de padres originarios del Valle de Carriedo en Cantabria, el niño y después el joven Lope, pronto destacó por su afición a las letras y a distinguirse en ellas..

Pero aquellos eran unos tiempos en los que la pluma y la espada iban a menudo juntas, y el joven escritor se enroló en la expedición que, al mando de don Álvaro de Bazán, debía conquistar las Terceras, único foco de resistencia opuesto a la unión de los dos reinos, alentado por las injerencias de franceses e ingleses.

Así que, todavía con sólo veinte años, el joven y todavía imberbe Lope se embarcó en aquella campaña como soldado voluntario. En su obra “El galán escarmentado”, pone en boca de uno de los personajes nada menos que la composición de la escuadra y el desarrollo de las operaciones:

Del gran río de Lisboa

las vísperas de aquel grande

que Dios le puso este nombre

y Juan sus dichosos padres,

a quien cristianos y moros

con tanto amor fiesta hacen,

el Marqués de Santa Cruz

con cinco galeones parte,

treinta naos, doce galeras

y doce armados patajes,

dos galeazas, quince cebras,

siete barcas chatas grandes,

con catorce carabelas

y con nueve mil infantes

de bizarros españoles,

italianos y alemanes;

cuatro mil hombres de mar

en faenas y balances,

y cincuenta aventureros,

señores particulares.

 …………………………

 Haciendo que los soldados

en los patajes se embarquen

y con vientos por bolina

se fue siguiendo el viaje

hasta ver a San Miguel,

isla entonces sin el Ángel.

 ……………………………

 Surge en la playa a pesar

de sus cañones y hace

que un soldado y un trompeta

a los fuertes se acercasen

a publicar el perdón

que del Rey de España trae;

nos respondieron las piezas

de muros y baluartes.

Reconocióse la isla,

y con acuerdo bastante

por una ensenada y calas,

entra a seis de julio, un martes,

remolcando los barcones,

las pinazas y patajes

en que irían cuatro mil

y más quinientos infantes

de los tercios de don Lope

y de otros tres capitanes.

Entró, en efecto, el Marqués,

al tiempo que el alba sale,

llevando en su capitana

muchas personas notables;

………………………………

 Ganóse la artillería,

San Sebastián luego dáse,

y a la ciudad de Angra vuelve

nuestro ejército triunfante,

 ……………………………….

 y quedando victoriosa

la gloria de los Bazanes.

 

Por lo que hemos podido saber, las cifras que da Lope de embarcaciones son exactas y sólo redondeadas ligeramente las de soldados y marineros.

Los primeros versos, algo enrevesados, hacen alusión a que la armada zarpó el 23 de junio, es decir, las vísperas de San Juan. El único jefe de tercio mencionado es don Lope de Figueroa, un gran jefe veterano de Lepanto, lo que nos hace pensar que fue en esta unidad donde su tocayo Lope de Vega prestó sus servicios. Por lo demás, desconocemos la participación concreta del joven escritor en los combates, que, sin ser destacada, debió de ser honrosa. El 15 de septiembre volvía la victoriosa expedición a Cádiz.

Cualquiera pensaría que el joven escritor, obligado a abrirse paso en su profesión, donde por entonces tantos brillaban, y de complicadísima vida sentimental, como es notorio, se dejaría en lo sucesivo de aventuras, pero lo cierto es que embarcó en la mal llamada “Armada Invencible” de cinco años después, pues como dice:

Ceñí en servicio de mi Rey la espada

antes que el labio me ciñese el bozo

que para la católica jornada

no se excusaba generoso mozo

Tal vez no se refiera a sí mismo con estos versos, sino a su hermano menor, Juan, que también se presentó voluntario y embarcó con él, pues ya Lope contaba con veinticinco años, demasiados para continuar lampiño.

En otro orden de cosas, típico de Lope fue dejar en tierra un corazón destrozado:

De pechos sobre una torre

que la mar combate y cerca,

mirando las fuertes naves

que se van a Inglaterra,

las aguas crece Belisa,

llorando lágrimas tiernas,

Los dos hermanos formaban parte de la dotación del galeón “San Juan”, almiranta o nave del segundo jefe de la Armada, don Juan Martínez de Recalde, que fue uno de los buques que más y mejor combatió durante toda la campaña.

Pero Lope, en medio de los combates, aún encontró tiempo para escribir. Según afirma en el prólogo de “La hermosura de Angélica”: “Allí, pues, sobre las aguas, entre jarcias del galeón San Juan y las banderas del Rey Católico, escribí y traduje de Turpino estos pequeños cantos”, y añade:

Allí canté de Angélica y Medora

desde el Catay a España la venida,

sin que los ecos del metal sonoro

y de las armas el furioso estruendo

perdonasen mi Euterpe

Claro que el combate no admitía muchas distracciones y

El arcabuz al hombro,

volando en tacos del cañón violento

los papeles de Filis por el viento

Es decir, que el poeta terminó por utilizar los borradores de sus poesías dedicadas a amores anteriores como tacos para cargar la artillería.

La suerte de la expedición fue ahora desdichada, y más para Lope, que perdió en la campaña a su hermano, no sabemos si por enfermedad o por fuego enemigo, en cualquier caso el baqueteado “San Juan”, lo mismo que la mayor parte de la Armada, pese a los mitos, consiguió regresar a España, con la desgracia añadida para Lope de ver morir al año siguiente a su madre, quien probablemente no pudo soportar a su avanzada edad la muerte del pequeño..

Aquella fue la segunda y última vez que embarcó como soldado de Marina el ilustre escritor, pero, como veremos, el recuerdo de ambas le acompañó toda su vida.

Unos años después recibió Lope la gran noticia de la derrota y muerte del corsario Drake, lo que le pareció una revancha por todas las penurias provocadas por el inglés, incluidas las personales y familiares.

Para comienzos de 1598, todavía con la noticia fresca para lo que era común en la época, tenía completada su “Dragontea”, nombre inspirado por el apellido del marino inglés, y que vió la luz, si es que no hubo una edición madrileña anterior, en Valencia, en la imprenta de Pedro Patricio Mev, en aquel mismo año.

En su dedicatoria al futuro Felipe III, pues su padre y antecesor en el trono murió aquel mismo año, Lope aclara sus propósitos al escribir el poema épico:

 

Dos cosas me han obligado a escribir este libro, y las mismas a dirigirme a V.Alteza: la primera que no cubriese el olvido tan importante victoria, y la segunda que descubriese el desengaño lo que ignoraba el vulgo; que tuvo a Francisco Draque en tal predicamento, siendo la verdad que no tomó grano de oro que no le costase mucha sangre…”

 El poema, escrito en octavas reales, es una narración de la última y desastrosa campaña del corsario inglés, en la que murieron él y Hawkins, perdiendo así la marina inglesa de entonces dos de sus hombres más notables en bien distintos aspectos.

La portada del libro es ya de por sí significativa: en ella un águila, que representa a España por ser el animal heráldico de los Austrias, abate a un dragón, con la leyenda: “Tandem Aquila Vincit”, algo así como: “Por fin venció el águila”.

La obra recoge con gran detalle las operaciones de la campaña, sin separarse apenas de la historia hoy reconocida y juzgada más serenamente, y en ella hace alarde Lope de su léxico marinero, por ejemplo describiendo el incendio de un buque:

Arde el bauprés, mesana, árbol, trinquetes,

como si fueran débiles tomizas,

coronas, aparejos, chafaldetes,

velas, escotas, brazas, trozas, trizas,

Brandales, racamentas, gallardetes,

brioles, aflechates son cenizas,

amantillos, bolinas y cajetas,

estay, obencaduras y jarcías.

Ya del cabo del balde no se trata,

porque desde la gavía hasta la quilla

el añudado leño se desata,

y el fuego hasta las bombas aportilla.

Crece la luz, la llama se dilata,

la aguja, la bitácora y la silla

deja el piloto, viendo las estrellas

del Norte en la menor de las centellas.

………………………………………………

No acaba con lo reseñado, como era de esperar, el registro de la obra de Lope de Vega en clave marinera, pongamos algunos otros ejemplos:

Cadenas desherradas, eslabones

tablas rotas del mar en sus riberas

tronchadas astas de alabardas fieras

reventados mosquetes y cañones,

ruinas de combatidos torreones

a cuya vista forma blancas eras

el labrador, jirones de banderas

abollados sangrientos morriones;

jarcias, grillos, reliquias de estandartes,

cárcel, mar, guerra, Argel, campaña y vientos

muestran en tierra o templo suspendidas

Y así mis versos en diversas partes,

mi amor cautivo, el mar de mis tormentos

y la guerra mortal de mis sentidos

 La comparación de sí mismo con una nave es reiterada:

Rota barquilla mía, que arrojada

de tanta envidia y amistad fingida

de mi paciencia por el mar regida

con remos de mi pluma y de mi espada

………………………………………

 Pues has pasado los mejores años,

ya para lo que queda, pues es poco,

ni temas a la mar ni esperes puerto.

O la mucho más famosa:

¡Pobre barquilla mía,

entre peñascos rota,

sin velas desvelada

y entre las olas sola!

¿ Adónde vas perdida ?

¿ Adónde dí, te engolfas?

Que no hay deseos cuerdos

con esperanzas locas

Como las altas naves

te apartas animosa

de la vecina tierra,

y al fiero mar te arrojas.

 ………………………………….

Todo tiene su precio en esta vida, y aparte de perder a su hermano, el único hijo varón de Lope, que se escapó de casa para enrolarse como soldado de galeras, terminó muriendo en un naufragio en el Caribe, en las costas de la isla Margarita, lo que motivo una sentida elegía del muy dolido padre: “El Felicio”.

 Así podríamos seguir con innumerables ejemplos, pero creemos que con lo dicho ya es más que suficiente para probar la dedicación al mar, y en efecto, con la pluma y con la espada, de otro de nuestros mayores escritores de todos los tiempos.

Ya quisieran los británicos, con toda su tradición marinera, poder decir lo mismo, o la mitad sólo, del gran William Shakespeare o de tantos otros.

 

 

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