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Licores procedentes de naufragios: ¿Botellas o arqueología?

Licores procedentes de naufragios: ¿Botellas o arqueología?
Javier Noriega el

Su color pálido, su fresca y penetrante fragancia, su olor punzante, su sabor ligero y lleno de matices, la convierten en uno de los vinos más especiales del mundo. Hablamos de la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, uno de los vinos con los que Antonio Fernández, “Dom Vinos” y mejor Sumiller de Málaga en el 2013, disfruta más, siempre dibuja una especial al descorcharlo. Y lo convierte en todo un ritual cuando se lo sirve a sus amigos y comensales. Allí, en una cena de amigos surgió el presente articulo, porque hablamos mucho de vinos y de su envejecimiento y de ahí a su historia, a su arqueología y a su transporte. A ellos, a su pasión por la vida, su  profesión y por la historia, esta dedicado el siguiente y humilde post de divulgación.

En 1916 un carguero sueco, el Jönköping, fue fletado para entregar 10,000 botellas de Cognac, 17.000 barriles de Borgoña y 3.000 botellas de Champagne a la Corte Imperial del Zar ruso Nicolás II. Un submarino alemán torpedeó la nave, llevando a pique al carguero y con él, a todo lo que transportaban sus bodegas. Las latitudes y profundidades marinas esconderían una interesante sorpresa; la mayoría de las botellas se mantendrían intactas por el agua fría en la que mora el pecio. En 1998, 2.000 botellas de Champagne serían rescatadas. La marca y la cosecha lo dejaba bien claro, la añada de 1907 Heidsieck & Co. Monopole, parece que fue una de las mejores del siglo. En una cena de 10 platos en el hotel de lujo de Hong Kong, el llamado Hullet House, los huéspedes disfrutaron de una muestra de los vinos espumosos de la bodega del Titanic. De nuevo la vendimia 1907 de Heidsieck & Co en la carta de los comensales. Disfrutar del cubierto de primera clase del Titanic, tuvo un costo de 15.000 dólares por persona. Una cita muy esperada por coleccionistas de todo el mundo fue la aparición de un Veuve Clicquot y otra de Juglar entre los restos de la nave. Estos Champagnes datan de principios de 1840 y son probablemente de los mas antiguos que pueden existir. Se trata de Veuve Clicquot, una de las firmas más reconocidas del mundo. Inconfundible su color pálido y el nombre de la famosa viuda que se hizo cargo de la Maison con sólo 27 años de edad en 1805. Con más de 515 has de viñas y más de 24 kilómetros de bodegas subterráneas, Veuve Clicquot es hoy una de las marcas más reconocidas a nivel mundial. Y sus botellas más preciadas se encuentran sumergidas. Cada vez que se localizan, para Richard Juhlin, se encuentra ante uno de los grandes  momentos en el mundo del vino. Momentos histórico, líquidos, materiales arqueológicos. Un tema apasionante, ante el cual surgen no pocos interrogantes, pues al fin y al cabo estamos hablando de historia, de investigación y de una disciplina científica llamada arqueología. ¿Cómo combinarlos?. No es tan fácil, como veremos.

Historia, bodegas y hundimientos
Naufragios y espumosos, parecen ir de la mano. Suele ocurrir, barcos, tragedias, personas y en muchas ocasiones a bordo…¡vinos y licores¡. La profundidad, temperatura, salinidad y el escaso nivel de luz, esa oscuridad en la que se encuentran los pecios hundidos, parece que conforman una de las mejores bodegas posibles para estos preciados caldos. Vinos centenarios que forman parte del paisaje arqueológico de casi cualquier pecio, en cuyas cubiertas, en sus rutas, viajaban como mercancía o como necesario gusto al paladar, pero… ¿ante qué nos encontramos con la aparición de estas botellas centenarias?. Si, desde la antigüedad existe un denominador común en las naves que surcan el azul, en muchas de ellas se transportaban vinos. Preciosos caldos de la bética o la Galia transportados en ánforas vinarias romanas, sonun testigo muy habitual en la arqueología romana y en el paisaje de sus hundimientos. Ya en los recientes siglos de la época moderna, las rutas de intercambio se atestaban en forma de bodegas navales, repletas de frágiles botellas de cristal de las mejores firmas del mundo. Naufragios y botellas como maridaje habitual. ¿Qué ocurre normalmente con este vino o licor sumergido que aflora desde el lecho marino?.El mundo del rescate, los aventureros, o el de los propios cazatesoros han inoculado una corriente de opinión, en el que todo lo que contiene un yacimiento subacuático es factible de venderse, de poder enriquecer al fin y al cabo al que lo posea.Cuanto daño a hecho esto a la cultura. Por otro lado, lo más fácil es emular a lo que hizo en su momento Cousteau, nada más y nada menos que “destapar” una ánfora y ni corto ni perezoso, beber (porque afirmó haberlo hecho) ese vino milenario. Pues estas opciones, por exóticas que nos pudiesen parecer, en muchos casos se encuentran muy alejadas de la ciencia y de la historia, mucho más atractivas en sí misma que una propia botella o un real de a ocho hispánico. Borgoñas, Champagnes o vinos legendarios, en todo caso conforman restos arqueológicos a preservar, al formar parte de algo tan importante de ese documento histórico sumergido, como es la propia histórica carga del buque. Eso debería quedar claro en cuanto a las preciosas botellas o canecos de mil formas, ¿pero y su líquido elemento?. Esa es otra cuestión apasionante a dilucidar. Cuando el vino supera su punto óptimo de consumo, gana acidez y pierde sabor, aunque no por ello tiene que dejar de ser un sabor medianamente agradable. Llegados a este punto, es cuando los vinos se consideran acabados o evolucionados, pero no están en su plenitud. Por ello, para disfrutar de su esplendor, no hay que guardarlos más allá del tiempo que se considera óptimo para su consumo. De ahí que la mayor parte de los vinos que se encuentran sumergidos, en muchas ocasiones han perdido su impresionante valor para el paladar. Ya depende del tiempo que estén bajo el agua y el peritaje de esos grandes profesionales del vino que son los bodegueros, enólogos y  sumilleres. Y también dependen del registro arqueológico, de la importancia que tenga para la ciencia histórica las botellas sumergidas. ya que tras ellas nos encontramos con algunas de las claves históricas del propio hundimiento. En el pasado, el rescate indiscriminado de las botellas sin método arqueológico ha supuesto daños irreparables para los yacimientos arqueológicos que contenían dichas botellas. La carga del pecio, como parte fundamental, crucial de ese documento histórico que es el ecio, nos hablaba sobre su historial comercial, su ruta, su sentido y su rumbo…

Fondillón en el pecio del Triunfante. El vino más antiguo de España

El fondillón es una variedad de vinos que era reconocida en el mundo entero y ahora podemos conocer una historia muy interesante, con denominación de origen de nuestra tierra por cierto. Por su calidad navegaba en buena parte de la bodegas de los barcos del Mediterráneo Español. Se trataba de un vino apreciadísimo. Un color violáceo y ámbar con tono a  teja a medida que envejece, ligeramente dulce con aromas de pasa y madera noble que encantaba al paladar de la época. Ya William Shakeapeare lo citaba como grandioso. Y Alejandro Dumas daba a elegir a uno de sus protagonistas entre un jerez, un oporto y un fondillon, eligiendo este último. El vino con aromas de asa y madera noble también gustaba mucho a Emilio Salgari, Dafoe o Dostovevski. Por cierto, aún a día de hoy tras recuperar la esencia en un barril del XIX, por los actuales bodegueros de tan preciada firma, en los mares bálticos y rusos es considerado como uno de los mejores. Y así, con este curriculum, una botella de vino Fondillón, cargada en el puerto de Alicante, apareció intacta y sellada en la carga de un navío inglés que naufragó frente al delta del Ebro en 1813, durante la guerra del francés y  ha sido objeto de estudio reciente y brillantemente por parte del Centro de Arqueología subacuática de Cataluña. ¿Y qué tiene de original el asunto?. Pues muy fácil. La importancia del hallazgo radica claramente que este vino que data de 1805 a día de hoy, era un vino único, el más antiguo de España. El Fondillón casi desaparece del mapa hace un siglo por la causa de la plaga de la filoxera en buen parte del Levante y el Mediterráneo andaluz. Al encontrarse mediante la arqueología, y tras el obligado paso por el laboratorio, la química nos permitiría conocer sus condiciones del pasado, para traerlas al presente. El presidente de la denominación de origen de la tierra, Antonio Miguel Navarro lo dejó bien claro cuando se produjo este inusual hallazgo; “Sacamos una muestra de liquido del interior de la botella y vimos que el vino ha permanecido intacto”. Un vino intacto, que efectivamente, como nos recordaba Shakeaspeare, era un caldo consumido en aquella época por reyes, príncipes cardenales y que, en los barcos, se utilizaba también para una cuestión vital en esa época, luchar contra el escorbuto. Estas botellas que a día de hoy puedes contemplar en el museo, era como encontrar para lo biólogos, bioquímicos o los paleontólogos un mosquito milenario atrapado en ámbar. Una reliquia del pasado que mediante la ciencia y la campaña arqueológica sobre el pecio del triunfante, desgraciadamente muy castigado por el expolio, nos permitirá conocer detalles de  la carga, la época, sus usos y costumbres, y algo excepcional, la composición de este vino casi desaparecido. Una victoria de la arqueología en un campo, como es el de las botellas y sus licores que en muchas ocasiones se encuentra en manos de los “rescatadores” del medio submarino. Una victoria de la ciencia.

Naufragios,  de contrabandistas…Del pecio del “María Celestial” al Jonkonping
Otro ejemplo de actuación arqueológica sobre botellas de vino es el del pecio del “María Celestial”. El análisis de los materiales excavados del pecio, nos habla en esta ocasión de una historia diferente,  de un alijo de contrabando ocultos en el interior del vapor cuando se estrelló en los arrecifes de Southampton el 6 de septiembre 1864. El arqueólogo Dr. James Delgado, director del programa de patrimonio marítimo en la Oficina de Santuarios Marinos Nacionales de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. junto con dos miembros del equipo de la NOAA, Tane Casserley y Wayne Lusardi, y el Dr. Philippe Rouja, conservador de pecios históricos, cuidaron con mimo aquel descubrimiento. Un escondite secreto de vino, alojado en el interior de la proa del pecio, en donde hallaron  unas botellas singulares protegidas dentro de una caja de madera, incluso con sus tapones de corcho intactos. Un accidente que a la arqueología le viene a las mil maravillas, ya que permite conocer de nuevo sus contenidos líquidos tal cual después de 147 años bajo el agua.

Y luego tenemos otro caso apasionante de una nave, que como le ocurrió al “María Celestial”, procedía del contrabando, la razón de ser del buque para que encontremos numerosas botellas en su interior . La noche había sido calma y tranquila a bordo del Jönköping. La nave había cruzado el Mar del Norte sin incidentes y a pesar de la oscuridad y la niebla, la costa finlandesa todavía no era visible del todo. La goleta continuó su vela en silencio mientras esperaba el amanecer y el esperado avistamiento de tierra. De repente, la nave detectó una pequeña isla y entre la tripulación cundió el temor de que la costa estaba demasiado cerca, por lo que dirigió el Jönköping de nuevo mar adentro por miedo a un banco de arena o a una afilada roca.  Pero no, aquello no era una roca o algo similar, cuando estuvieron más cerca se dieron cuenta que aquella silueta era… ¡todo un submarino¡. Y allí que se lo encontraron de bruces, el comandante del sumergible de la marina imperial alemana, un tal Hoppe con cara de pocos amigos, ordenaba de inmediato el capitán del barco apagar el motor y acercarse al submarino para que pudieran presentar sus documentos de embarque y describir su carga. Pero Hoppe dio cuenta de que su cargamento contenía productos de contrabando y Eriksson, a modo de capitán mercenario, optó por hundir su barco. Dos miembros de la tripulación del U-22 remaron hasta la goleta con explosivos a bordo. Después de configurar los explosivos, los hombres corrieron, cogiendo todas las botellas como pudieran antes de abandonar la nave. La carga entera, menos las pocas botellas que se salvaron, se hundieron hasta el fondo del mar con el barco de contrabando. A día de hoy, tras su descubrimiento, ha sido otro de los pecios referencia cuando hablamos de botellas, licores y champagnes centenarios. De hecho era conocido como el “pecio del champagne”. Con su leyenda a bordo, más de 2000 botellas fueron rescatadas y vendidas en 1998. ¿Arqueología o venta comercial pura y dura?. Tristemente parece lo segundo.

 
Botellas que sobreviven a la presión de miles de metros de profundidad
El mito vinícola submarino por excelencia
Otras 2.000 Botellas de champagne fechadas en 1907 y recuperadas entre los los restos del mítico Titanic, llegaron a alcanzar en las controvertidas salas de subasta los 20.000 dólares. De nuevo botellas que son objeto de venta directa y comercial, para los compradores, un lujo al alcance de muy pocos el poseer estos vinos históricos…Con la ley en la mano, la establecida por la UNESCO, las naves de más de 100 años tras su naufragio,  tienen actualmente un tratamiento de yacimientos arqueológicos. A tenor de dicha normativa parecería que el vino que contiene en su interior por tanto, a partir del 2012 es un vino con “marca”. La de “vino arqueológico”. En una conferencia de prensa, el portavoz de la National Geographic Society, Bill Allen, estableció que las últimas fotografías tomadas del Titanic mostraban botellas de Burdeos, de vinos alemanes y Borgoñas o Champagne. Las imágenes eran tan buenas, que era fácil conocer su procedencia. Aquello en parte era todo un descubrimiento y un reto matemático y físico. John Hollis, un miembro de Massachusetts y de la Titanic Historical Society (fundada en 1963), lo resumía del siguiente modo: “Bajo esa presión, si las botellas estuviesen en una cueva, los corchos deberían haber implosionado”. Shelly Lauzon, director de relaciones públicas en el Woods Hole, que está llevando a cabo la expedición sobre el pecio del Titanic, confirmaba que “las últimas fotografías muestran vinos intactos”. Sin lugar a dudas se trata de un reto de la física. ¡Aquellas botellas que reposan a 3821 metros de profundidad se encontraban enteras¡.

¿Se podrían  degustar y serían comestibles aún los vinos de los restaurantes del Titanic?. Su estado actual de condición es una cuestión de debate. De nuevo parece que nos encontramos con que tanto por la oscuridad, como las condiciones ideales de frío para conservar vinos. convierte a la bodega del Titanic, en excepcional y única. Ya sólo habría que preguntar a los profesionales del vino por los caldos del Titanic.  Kenneth Marshall, recordaba a la hora de explorar la nave, un incidente sobre un sándwich existente en uno de los camarotes y una manzana que accidentalmente se había quedado a bordo, congelada a miles de metros de profundidad: “La manzana estaba, se podía ver aún fresca y brillante- como nueva-y el sándwich estaba sólo un poco estropeado”. Tuvo que exagerar, pero si que es cierto una cosa, desde luego que investigar y comprobar los resultados de lo que ocurre a esas profundidades es apasionante para la ciencia. Apenas existen trabajos arqueológicos a esas cotas que nos puedan narrar con detalle y método científico como se encuentran los materiales orgánicos, así como el estado de conservación de los diferentes elementos arqueológicos del pecio. Son contados con los dedos de una mano los equipos que han trabajado a esas profundidades en el mundo. Sobre  los detalles de los vinos a bordo del Titanic, una lista parcial de los suministros para el viaje deja boquiabierto a cualquiera, incluía 1.000 vinos, 1.500 botellas de cerveza y 850 botellas de bebidas alcohólicas.En 1963, la revista Wine, lamentó la pérdida de más de 1.000 botellas de clarete (Burdeos rojo) en el Titanic. Vinos de Champagne, Borgoña, Mosela, Rhin y Jerez en el listado de carga del naufragio más célebre de la historia.

Otras fuentes nos hablan en torno a 12.000 botellas, por una razón bien sencilla: “Podemos comparar lo que el Titanic debía contener  con lo que tenía el Olímpic (su buque gemelo) en su manifiesto de a bordo. Deberían haber sido similar. Tampoco podemos olvidar que aquello era su viaje inaugural y que irremediablemente debían de contener el suficiente condimento para regar unos buenos fastos”.La edad del vino es otra cosa a tener en cuenta. Un cálculo aproximado es que las cosechas que iban en aquellas bodegas  iban desde esa mitad  hasta finales del siglo 19. Lo que se sabe es que, cuando el Titanic se puso en marcha desde su muelle en Irlanda, los invitados que asistieron al adiós del barco,  se fueron de nuevo a la Central Hotel Belfast Gran y bebieron de 1888, su conocida Chateau Larose. Vinos que fechan claramente hundimientos.

Cerveza y champanes del Báltico. Un mensaje químico de 180 años de antigüedad

Otras 168 botellas fueron encontradas a 50 metros bajo el mar Báltico en julio de 2010. El nuevo estudio, publicado en la revista PNAS, cuyo principal resultado fue el informe y el “análisis químico y sensorial” del líquido histórico, dirigido por el profesor Philippe Jeandet, de la Universidad de Reims Champagne-Ardenne. El Prof Jeandet y sus colegas utilizaron diversos tipos de análisis químico para comparar la composición de tres botellas del naufragio, hecha por Veuve Clicquot, con botellas hechas recientemente por la misma casa de champán. Los resultados son espectaculares. Este estudio tanto para los arqueólogos e historiadores como para los profesionales del vino, tiene una importancia crucial. Lo que podríamos denominar como un perfecto maridaje entre el vino y la ciencia histórica. “Era imposible oler”, debido a la pequeña cantidad, “pero fue fabuloso”. Sabores de tabaco y cuero, atestiguaron los “sommeliers”. “El sabor se mantuvo durante dos o tres horas en el páladar.” Como parte de su análisis, el equipo de profesor Jeandet encontró, que la composición del vino era sorprendentemente similar a las muestras modernas,  simplemente con algunas diferencias notables. Por un lado, no había muchas burbujas, esto sería probablemente debido a que el gas escapó gradualmente a través de los tapones de corcho. “Lo más sorprendente … fue ver que los aromas y características químicas se conservan durante el tiempo que el vino pasó en el fondo del mar”. Andrew Waterhouse, enólogo de la Universidad de California en Davis, dijo a la BBC que la investigación fue “muy interesante, haciendo especial mención al alto contenido de azúcar informaron los investigadores”. Se trata de un tipo de vino que todavía bebemos hoy, así que no es una reliquia antigua, que es parte de nuestra historia actual ,que hacemos beber champán en estos días, pero este champagne es muy diferente, especialmente en relación con el nivel de azúcar. En más del 14%, el contenido de azúcar era “notablemente alto”,  más alto que la mayoría de los vinos de postre hoy. La investigación histórica como aliado de la enología, otra vertiente de nuestras botellas naufragadas.

Botellas de Whisky que dan incluso para una película

Y si las botellas han dado lugar a ventas, a estudios históricos, museísticos o de enología, los naufragios de “licores”, también han dado lugar incluso a películas. El “SS politicians” era un buque de carga de 8000 toneladas propiedad de T & J Harrison. El 3 de febrero de 1941, zarpó del puerto de Liverpool con destino a Nueva Orleans con una carga, que entre otros incluía 264.000 botellas de whisky de Malta. Posiblemente uno de los naufragios que contienen el mayor número de botellas de whisky jamás conocido. Nunca llegaría a destino, al contrario, el barco naufragaría frente a la costa norte de Eriskay en las Hébridas Exteriores, en la costa oeste de Escocia, muy alejado de sus cálidos destinos originarios. Tras el naufragio del mismo, fueron apareciendo botellas por doquier en la zona, dando lugar a lo típico de esas situaciones, máxime en tiempos de guerra y carestía. Una vez se localizaba el naufragio, buena parte de la carga era rescatada rápidamente por los habitantes de alrededor. La historia de los restos del naufragio y del rescate posterior fue la base para el libro y la película Whisky Galore! , que es una película muy cachonda por cierto. En octubre de 1989, una empresa de salvamento, con Jeremy Brough como presidente de la compañía, invirtieron cerca de 400.000 libras y contratando a más de 500 personas, para que movieran cientos de toneladas de placas de acero de arena. Como suele ocurrir en muchas de estas historias aventureras, sólo se destaparon 24 botellas. Fracasaron financieramente, como buena parte de las historias de los cazatesoros. En esta ocasión en las costas de Escocia.

Los lagos, otra bodega submarina de whisky

Hasta las postrimeráas de los lagos Canadienses nos lleva el siguiente yacimiento arqueológico subacuático o la siguiente cata. El whisky no conoce fronteras a la hora de comerciar, y entre las miles de rutas de intercambio marítimas tampoco nos podían faltar los grandes lagos.  Aquellas zonas boscosas y frías en donde una buena malta puede convertirse en un gran compañero. En esta ocasión el naufragio es el del Cánada Regina,  Un diario encontrado en el cuerpo del capitán del barco nos establece que subió la carga en Walkerville antes de que se hundiera. Y como suele ocurrir tristemente en estas historias de naufragios y botellas, lejos de imitar otros ejemplos históricos, las botellas terminaron a la venta como souvenir exótico. La subasta, como curiosidad, también incluirá cinco botellas con el logotipo de Heinz 57, el ketchup de toda la vida, incluyendo en estos casos incluso restos de tomate. En el Cánada Regina encontraron también tres botellas, aun repletas de Whyte y McKay Scotch, dos botellas de whisky escocés Dewar y cerca de 20 botellas de champán de G. H. Mumm y Co. y Clicquot. 

Polacsek sabía algo del champán, estableció que probablemente toda aquella carga estaba destinada a la venta para la campaña de navidad del año de 1914. Tras casi un siglo de silencio, el pecio fue descubierto en 1986. Las botellas escocesas todavía, según decían, sabían a whisky y a madera tras su longeva crianza en barricas de madera, “Ahora tendría 100 años de edad”. En realidad también se conmemoraban los 100 años en los que una trágica tormenta haría naufragar a aquellos más de 40 aviones de carga, cientos de pequeñas embarcaciones y más de 250 marineros que se hundieron con aquel barco, en el lago Huron, por cierto sin supervivientes alguno. Un tal Brusate, de 61 años, descubrió los restos del naufragio, boca abajo y en unos 30 metros de profundidad en la búsqueda de un remolcador hundido cerca de Port Sanilac. Tras una atenta y sorprendida visual, el descubridor dejó claro sus raíces canadienses. “El pecio era como un almacén general de 1913, tenía cientos de herraduras , cuencos, cucharas, botes de ketchup “Heinz” y botellas de licor”. Muchos de los artículos que allí se encontraron fueron a diferentes museos de la zona. Botellas como piezas de museo que nos cuentan el pasado reciente de los pueblos de alrededor.

 
En busca del “alijo” de whisky de Shackleton

El explorador Ernest Henry Shackleton, como bien sabemos casi todos no pudo beberse las once botellas de whisky de malta que se había llevado en su viaje hacia el Polo Sur en 1907. Las tuvo que dejar irremediablementes abandonadas en 1909 en una caja escondida bajo una cabaña construida en la Antártida, bien envueltas en papel y paja para protegerlas. El whisky pertenecía a McKinley & Co, una de las empresas escocesas más importantes de finales de siglo XIX y había sido destilado entre 1896 y 1897, una buena cosecha para una gran aventura. Para los enólogos catadores de las buenas maltas, sin lugar aquello debía significar un importante desafío para su sector. Este es el tesoro que desvelaron los científicos de la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida Neozelandesa, tras finalizar el proceso de descongelación de las cajas en el Museo de Canterbury, aquello se convirtió en una noticia que dio la vuelta al mundo. El hallazgo, una sorpresa para los amantes del whisky, posee además casi los mismos tintes de misterio que la famosa expedición que emprendió el explorador y que culminó en un estrepitoso fracaso. Fue en 2006 cuando se encontraron las 25 cajas bajo la cabaña de Shackleton, del mítico explorador británico. En aquel momento, debido al espesor del hielo, fue imposible recuperarlas. Esperaron el momento ideal. Corría el año 2009, cuando los arqueólogos neozelandeses acudieron a su rescate y vieron la posibilidad  de recuperarlas intactas. Tras emplear perforadoras especiales, a comienzos de febrero de 2010 lograron extraer siete cajas. Siete cajas de un episodio histórico, que nos deja bien claro que donde esta el ser humano, por difícil que sea la aventura, bien cerca hay un licor, un champagne o un buen vino. De ahí lo que sentenció Baudelaire; ““Existe en la esfera terrestre un gentío innumerable e innominado cuyo sueño no podría dormir los pesares. El vino escribe para ellos cantos y poemas”. Pues bien, parece que en toda esa esfera terrestre, como bien nos atestigua la arqueología, sumergido o no, nos hallamos con miles de borgoñas, champagnes, jerez, oportos o whiskys. Todos ellos al final van a dar la razón a Foucault y a la arqueología. “El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento”. Posiblemente muchas de aquellas botellas sumergidas expresan mucho más que el abandono del cristal y el líquido en el tiempo y en el espacio. Mucho más.

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Javier Noriega el

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