Los fondos marinos de La Florida vuelven a protagonizar un rescate de objetos dorados procedentes de una flota de Indias española. En este caso, parece que de la de 1715. ¿Se verá España otra vez envuelta en largos juicios en Estados Unidos por la aparición de restos de un galeón? Tal vez es el momento de invocar otras soluciones, como posibles acuerdos con un país cuyos tribunales han consagrado la inmunidad soberana de los yacimientos históricos hispanos en el caso de la Mercedes. La noticia que saltó ayer es que una familia de Florida realizó el hallazgo de varias cadenas y monedas de oro valoradas en unos 300.000 dólares. Los medios locales han hablado del premio a la tenacidad que ha supuesto para esta “humilde” familia de cazatesoros, que juega a ser piratas más en serio de lo que debería, y da por supuesto que se merecía este “premio” después de tantos años de búsqueda. Nosotros no juzgaremos eso, pero lo cierto es que arqueólogos de todo el mundo se miran en estos momentos pensando: ¿Otro pecio, otros restos que se repartirán antes de ser estudiados como es debido? La familia de cazatesoros es una gran familia como veremos.
La familia se llama Schmit y sus miembros viven en Sanford, Florida, donde regentan la compañía “Booty Salvage”, en nombre de la cual han hecho el descubrimiento, durante una inmersión de sus buzos a unos 137 metros de las costas de Fort Pierce al norte de Miami. Lo más gracioso es que son subarrendatarios de otra empresa mayor, la “1715 Fleet – Queens Jewels, LLC” que dispone en exclusiva de los derechos de excavación en esa zona y que, a su vez, se los compró a Mel Fisher, según diversos medios. Con ello, ya se establece la línea directa con la verdadera fuente de un modelo de explotación del patrimonio que repugna a la Unesco y a toda nación civilizada. Una mezcla entre la fiebre del oro y el sueño americano.
No somos conscientes pero en Florida se ha llevado a cabo casi un genocidio cultural. Allí los permisos de excavación y la reserva sobre los derechos de extracción están al orden del día desde hace cuatro o cinco décadas. Pero atrás quedó ese sueño americano simplote, en aguas poco profundas, que siempre fue el ansia por encontrar monedas y restos de navíos españoles en las blancas arenas del caribe. Hoy todo eso ha pasado a formar una floreciente industria local que subcontrata en varias capas a pequeñas empresas la explotación del enorme yacimiento marino sembrado con los naufragios y la historia de 5 siglos. Porque el gran cazatesoros es como un señor feudal, como el latifundista que permite a sus aparceros arar entre las olas y que le siembren con oro las lindes de su despacho después de extraerlo de sus hectáreas con detectores de metal y su sónar, cuando no con sus destructivas “chuponas” y sus pacientes inmersiones por temporadas…
En 2008 ABC publicó ya las primeras conclusiones de un informe elaborado por el abogado José María Lancho, que recopiló una serie de casos existentes en los tribunales de EEUU y que tenían por objeto el arresto o reserva de un posible yacimiento español. Como los cazatesoros no ofrecen muchos datos y algunos jueces aceptan los informes de excavación bajo sello, la información no circula. Desde luego a los halladores no les interesa identificar la fuente de su hallazgo. Desde el más simple de los cazatesoros al CEO de Odyssey, que dijo tras perder el litigio contra España que ya nunca avisarían a nadie si encontraban oro español (de todos modos con la Mercedes tampoco habían estado muy comunicativos).
Aun así, gracias a Lancho se pudieron documentar entonces decenas de casos, decenas de expolios en marcha, amparados por el derecho de hallazgo convertido, eso, sí, en algo lo más lejos imaginable de lo fortuito. Es una industria extractiva, minera de materias históricas y preciosas que, de paso, borra cualquier interés cultural de los restos de los naufragios, ignorándolos o destruyéndolos mientras dure la extracción. ¿Hasta cuándo seguirán existiendo pecios hispánicos? Con la tecnología disponible y la voracidad de la industria será durante muy poco tiempo ya en aquellas aguas. Hace tiempo, como decimos, que desde ABC hemos denunciado esta situación.
Hablar de 1715 es poner sobre la mesa diez naufragios causados por un huracán en 1715, en una zona conocida desde entonces como “Costa del Tesoro”. Más de mil marinos murieron entonces. Inopinadamente, los derechos del naufragio, según la justicia norteamericana, pertenecen a Brent Brisben y su compañía, ya citada,”Flota 1715-Joyas de la Reina LLC”. ¿Qué le importa a este hombre de esa flota? Los 400 millones de dólares, según sus propias cifras, de los cuales se han recuperado 175 millones, según la empresa de Brisben. Ya ven qué amor por la historia. ¿Cuánto queda por expoliar? ¿Podemos fiarnos de quienes comentan sus cifras para lograr inversores atraídos por el dinero? ¿Hasta qué punto podemos creer que las piezas proceden de donde se dice?
Bajo las leyes de Florida el Estado tomará posesión del 20 por ciento de lo extraído para ser mostrado en algún museo. El resto será repartido entre la compañía de Brisben y la familia Schmit. Todos contentos, ¿no? ¿Qué aguafiestas va a hablarles de ciencia, arqueología e historia? Rick Schmit, jefe de la familia, se ha mostrado feliz estos días por haber encontrado “el tesoro”, que no es más que parte de nuestra historia y de su propia historia, aunque no lo sepa. Y dice que no le importa su ganancia y debemos creerle: “Esto es como el final de un sueño”, señaló, en una frase que bien podría encajar en el célebre anuncio de la ONCE del sorteo del pasado verano.
Y teniendo España voluntad de valorar ese patrimonio, y teniendo diplomáticos, arqueólogos, centros autonómicos especializados y juristas que generosamente contribuyen al conocimiento y el planteamiento de estrategias para mejorar esta situación, ¿cuáles han sido las medidas adoptadas desde 2008, cuando ABC la denunció, para que esta situación cambie? Si logramos recopilarlas todas, algún día, se las contaremos. Sean pacientes. Tampoco queda tanto tiempo de extracciones antes de que se acabe con todo el patrimonio que queda sumergido allá.
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