Publicamos con placer una reflexión pertinente y ambiciosa de una de las personas que mejor conoce en Colombia el complejo asunto del Galeón San José. Su idea, llamativa y brillante, merece atención: ¿Por qué la nación Colombiana, o la comunidad de naciones Iberoamericanas, no son capaces de poner en pie, en términos de excelencia, una institución científica de primer nivel para el estudio de más importante patrimonio cultural que queda por descubrir, el subacuático? ¿Acaso no sería una lección de transparencia, legítima ambición y excelencia científica que nos haría mejores y mejoraría nuestras relaciones científicas? La reflexión es tan oportuna, que sirve como espejo a realidades muy tristes bajo las que el patrimonio sigue en peligro a ambos lados del Atlántico, bajo la incuria y las corruptelas que surgen bajo los secretos y las componendas.
POR LEANDRO RAMOS
Hace poco, un investigador norteamericano se preguntaba: ¿De qué se hubiesen perdido los Estados Unidos si la NASA no se hubiera creado? Luego de 60 años de existencia, la respuesta es prolífica y muy especializada. La NASA es fuente de innumerables desarrollos científicos y tecnológicos al servicio del crecimiento social, económico y militar de los Estados Unidos, pero también de la humanidad. Su creación no solo está justificada sino que la ha consagrado como imprescindible para el futuro del planeta y nuestra especie.
Su primera asignación, llevar a cabo el primer viaje tripulado a la luna, terminó costando 21 billones en dólares de 1960 (aproximadamente unos 190 billones de hoy). Los beneficios de tal inversión no se observaban en su momento más que de naturaleza política y de imagen internacional, en el contexto de la guerra fría. Pero eso no disuadió a varios presidentes, secretarios, congresistas y ciudadanos estadounidenses de mantener y perfeccionar la decisión de persistir en conquistar el universo de posibilidades que ofrece la exploración espacial.
La NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio) absorbió al momento de su creación alrededor de 8 mil científicos, ingenieros y personal de apoyo del National Advisory Committee for Aeronautics. Desde su fundación, estableció una estructura y reglas de funcionamiento, como agencia federal de los Estados Unidos, simples y claras: 1) la estructura central de la agencia estaría orientada a formular la política de exploración espacial, 2) las misiones definidas por la política se ejecutarían en centros especializados de investigación y desarrollo científico-tecnológico (más de una docena actualmente a lo largo del país); y 3) la mayoría de la construcción o provisión de los equipos y servicios necesarios serían adquiridos a través de contratistas industriales o académicos.
Tal ejemplo tan fácilmente reconocible e inspirador de política pública y trayectoria administrativa no inspira aún al gobierno de Colombia ni a su sociedad civil ante el reto de la exploración científica de sus mares y patrimonio cultural subacuático. Quizás porque ello supondría que debe eliminar sin más dilación la corrupción anidada en una serie de entidades (e.g., Ministerio de Cultura, Instituto Colombiano de Antropología e Historia) e instancias públicas (e.g., Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Comisión de Antigüedades Naufragas) desde las cuales: se tramitan y hacen aprobar leyes contrahechas; se asignan licencias de exploración oceánica a empresas de expoliadores profesionales o dream-team; se negocia de manera vulgar y pérfida la comercialización de los bienes patrimoniales contenidos en estos contextos propiedad de la nación; se adelantan procesos de celebración indebida de contratos; y se persigue y acalla a veedores, investigadores, periodistas y críticos. Al fin y al cabo, trama viva en la que aún se encuentra envuelto el galeón San José, el pecio más importante de la historia de la humanidad. Presuntamente, cómo no precisarlo.
No obstante, la exploración espacial que adelanta la NASA permite calcular que Colombia debería proceder a la creación de una agencia nacional equivalente para la exploración científica y cultural oceánica y de su patrimonio cultural subacuático. La exploración del galeón San José podría cumplir el papel del Proyecto Mercurio para esta agencia, primer programa de viajes espaciales tripulados de la NASA. Por esta vía, surgiría una institucionalidad que le permita a Colombia convertirse en un productor relevante y competitivo de ciencia, tecnología, innovación y cultura en terrenos hasta ahora yermos. Pero esta misión solo la pueden cumplir científicos de varias disciplinas, ingenieros de distintas ramas, gestores públicos y culturales altamente competentes y efectivos, y un batallón de técnicos y tecnólogos motivados.
Por tanto, y como es apenas obvio, un objetivo de este tamaño y con tal definición de su alcance nunca estaría al alcance de los usuales y actuales tramitadores de intereses enclavados en los espacios actuales, estela interminable e insufrible de neoalquimistas cuyas pócimas legales y seudoarqueológicas han intentado convertir el plomo de sus intenciones en magnífico oro tangible. Así como lo es también el hecho de ser la producción científico-cultural una labor eminentemente trasnacional. De ahí que sería una agencia de este tipo la encargada de determinar y entablar los acuerdos de cooperación científico-cultural y tecnológica que satisfagan los mejores resultados esperados en cada área especializada. En el caso del galeón San José, la agencia colombiana sería el interlocutor de colegas españoles y latinoamericanos, prioritariamente, para la elaboración y ejecución de programas conjuntos. Al respecto, también podría servir de referente el CERN, modelo de cooperación científica y tecnológica internacional, que ofrece unas características y evolución organizacional semejante al de la NASA.
Esta agencia colombiana sería un proyecto de Estado, con reglas de juego claras para su misionalidad, funcionamiento y desarrollo, la cual absorbe cuerpos burocráticos incontaminados y dispersos, o los convoca, y a la que se inviste con la autoridad suficiente y preeminente frente a otros intereses válidos (e.g., exploración de hidrocarburos). Una agencia como la aquí propuesta sin duda lograría convertirse en un motor concreto de desarrollo económico para el país: naranja, índigo, y de otros colores. Una agencia nacional de exploración oceánica y protección del patrimonio cultural subacuático que fija como su proyecto seminal la exploración del galeón San José, se convertiría en punto de convergencia virtuoso de universidades de alrededor del mundo, centros de investigación y proveedores especializados de equipamiento y servicios; en consecuencia, evaporaría las tramas delincuencial y litigiosa que lo acechan, de una vez por todas.
Leandro Ramos
Sociólogo colombiano, ex Procurador Nacional de la Función Pública
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