“Se cierne sobre nuestro país un gran peligro; pues se trata a mi entender de la mayor y más poderosa combinación jamás reunida en la cristiandad.” Despacho de capitán del Victory Sr. Howkins al gran almirantazgo de la flota inglesa. Urgente.
Y tenía razón el capitán Howkins ante aquella visión majestuosa de la armada. Como suele ocurrir con los antiguos, describía con propiedad; “aquella era una de las flotas más poderosas de la cristiandad”. Si hubiese leído a Herodoto aquel capitán inglés, hubiese podido imaginar otra escena grandiosa, una que lo trasladaría hasta el 480 a.C, y en donde la flota de un tal Jerjes, rey persa, avanzaba por el golfo Sarónico majestuosamente con 1200 navíos. Pero eso forma parte de otra historia muy lejana. También marítima y evocadora, pues sus restos arqueológicos submarinos aún yacen en aquellas aguas entre Corinto y Salamina. Pero como bien apuntaba Howkins, aquello no era cosa de cristianos. Hoy la historia que nos ocupa es una, que sí es de cristianos, la de la “Felicísima Armada” como le gusta decir a nuestro queridísimo y docto Sisiño. Marino, almirante y ex director del museo naval de Madrid, posiblemente uno de los grandes investigadores de tal episodio, y que a día de hoy, y a pesar de su fundamental aportación a la historia marítima (especialmente con el corpus documental de Trafalgar, y el de la “batalla del mar Océano”) se me antoja, debería tener un mayor reconocimiento por su importantísima labor como historiador e investigador, en este país que ha vivído de espaldas al mar. Si queremos hablar de la “Gran Armada”, tenemos obligatoriamente que hablar de los trabajos de José Ignacio González-Aller y de Geofrey Parker. Afortunadamente existe también la suficiente literatura científica y autores de prestigio que han trabajado sobre ella, pero curiosamente en materia de naufragios y pecios poco, demasiado poco.
Es por eso que aún queda mucho por investigar. Máxime si hablamos de naufragios. Y hoy hablamos de ellos. De los restos y la sombra de la Gran Armada. De sus pecios y naufragios. Los de la “Invencible” para los británicos, que como siempre, y haciendo gala de su “táctica y estrategia”, encumbraban a sus enemigos derrotados en la batalla por mayor loor y gloria del imperio. Así lo hicieron con Napoleón, y las tropas alemanas de la II guerra mundial. Y es que es ya un mito esto del título de la “Invencible”, y merece la pena detenernos en algunas de sus primeras referencias. Una de sus responsabilidaes es la atribuida a Lord Burghley, quien nada más terminar la contienda y bajo el opúsculo “The copie of a letter sent out of england to Don Bernardin Mendoza” narra y marca por primera vez el término “Invencible” para la historia. Y se repitió en varias ocasiones, exclamando las razones injustas de España para atacar Inglaterra y las medidas encomiables, y “sabías” que había tomado Isabel para defenderse de tan imponente Armada, concluyendo con la frase que hasta el momento no había sido escuchada en ningún palacio y que resonaría durante demasiados siglos “así termina esta narración de las desgracias de la Armada Española, que ellos dieron en llamar “Invencible”. Quedaba inaugurada la sesión. Y así de inmediato, aparecieron todo tipo de crónicas haciendo referencia con ironía a esa invencibilidad, que el inglés torno en ferocidad para revestir de mito en la historia. No tardaron en salir un buen número de panfletos irónicos que alimentaron a la incipiente “leyenda negra” hispana, de un lado y de otro, situaciones variopintas que no pueden dejar de sorprendernos como “que los peces atiborrados de sangre española no podían transmitir a través de su carne las enfermedades venéreas así adquiridas”. Eran cosas de la guerra propagandística, las cosas de siempre en esto de la geoestrategia y la manipulación.
Se trataba de la Gran Armada, y la misma a lo largo de la historia ha tenido variedad de enfoques. Aquí en “espejo de navegantes”, la tratamos desde un punto de vista casi inédito; como hemos dicho. Sus pecios y sus naufragios. Casi todos los estudios existentes giran en torno a la preparación, logística, estrategia y la descripción del combate, como no de los elementos y sus personajes. Y como suele ocurrir casi siempre, en esto de la historia marítima, todo acaba con el naufragio, y la historia con él. En el mismo momento en el que el navío se torna en tragedia, y la derrota en pecio. Es lo de siempre.Un resto sumergido para la historia y el olvido, pues los ojos ya no serán capaces de ver más allá del horizonte y la lámina de agua que lo cubre para siempre. Ocurrió con la olvidada “Mercedes”, y las desconocidas “Juno y la Galga”. Con el recóndito “Cazador” y los “galeones del azogue“. Y ocurre con el HMS Beatrice o el Reina Regente. Los galeones de la isla del Rosario o el Nuestra Señora del Juncal. Por supuesto ¿quien se acuerda de los pecios de Lepanto?, o los de la flota de Juan de Mendoza. Y que decir del Namur, por poner un curioso y reciente ejemplo que está de mucha actualidad. Yacen todos en el lecho marino del olvido, hasta que un poco de investigación desenpolva los siglos de silencio. Es por eso que traemos de forma breve y sencilla a este blog, un breve adelanto sintético de trabajo en archivos hispanos y tierra británica. La invitación y la ocasión lo merecen. El bueno de Calero ha confeccionado una herramienta moderna para comunicar con mayor facilidad en “espejo de navegantes”, y así no olvidar esas historias de la mar, sus gentes y sus reinos de otros tiempos. Existen muchas historias submarinas que requieren nuestra atención. Una de la más importantes y desconocidas es sin lugar a dudas son los naufragios de la invencible. Adentrémonos en ellos. Tienen mucho que contarnos.
“La mar seguía enfurecida, y la “Girona” con otra nave de Recalde, fueron avistadas desde la urca La Caridad. “Buscaban tierra y si no hallaban puerto se perderían, porque la tormenta de esa noche sería definitiva”.De esa no pasaba, pensaba para sus adentros Juan de los Ríos, marinero de La “Caridad”.Aquello estaba clarísimo al ver maniobrar aquella nave en estado tan calamitoso. Tal era el aspecto y situación de aquella galeaza de 40 metros de eslora, embestida una y otra vez por las olas grisáceas del mar del norte, que todos los que tuvieron la oportunidad de presenciar aquel espectáculo, no daban mucho por ella. Pero al menos quedaba en pie, no como tantas otras que después de Gravelines y el largo periplo de vuelta por las islas, estaban naufragando a doquier, una tras otra. No tenía más remedio que fondear y reparar cuanto antes. Decidieron hacerlo en aquella ensenada, un puerto llamado Killibegs, que parecía accesible entre tanta costa agreste y desconocida. Mientras navegaban hacia tierra, en el horizonte apareció una importante sorpresa. Aquellos hombres que en la playa hacían señales de llamada parecían Españoles, sin lugar a dudas los restos de algún naufragio, que improvisaron campamento. Se trataba de los restos que Don Alonso de Leiva recogió tras penosos naufragios; los supervivientes de la “La Rata Encoronada” y “La Duquesa Santa Ana”. Al llegar a conocimiento de Don Alonso la venida de la nave Girona, se sintieron salvados. Por fin una vela en el horizonte. Tenían una esperanza de volver a España. Tras quince días de obra en el buque, empleando los materiales y aparejos de otro navío español perdido en las proximidades, la Girona dió la vela rumbo a Escocia llevando a bordo más de 1300 hombres. Todo en una pequeña nave que zozobraba ante el ímpetu de las olas. Pero ocurrió lo inevitable, ante el temporal pasado y los daños, a pesar de todos los terribles esfuerzos, la galeaza perdió el timón recién reparado, arrojando la nave sobre las rocas de Lacada Point. Aquello significo su verdadero fin tras largo periplo. Que lejano quedaba España.Tan sólo habría nueve supervivientes. Al cabo de los meses, unos marineros llevaron avisos verídicos de aquella tragedia cuando su nave, La Valenzera embarcaba penosamente en el puerto de Havre. El naufragio fue confirmado por avisos de Inglaterra y Flandes. Leiva desapareció para siempre junto al Conde de paredes, Tomás de Granvela, Diego Enríquez y otros nobles de España. Posiblemente sus últimos y desesperados recuerdos, sabiéndose muerto y sumergido fue aquel lugar, aquella maldita armada y el rostro de su amada. Entre el negro tumulto de las aguas que lo empujaban al fondo del mar, sin aire, palpo nerviosamente el anillo de metal. Aquel labrado que decía, “no tengo más que darte” y que le fue dado por su amada. Aquel mismo que bajo las luces de la sala de exposiciones fuera subastado siglos más tarde. Junto a las cruces de Santiago. Las salamandras de oro y los anillos de esforzados jesuitas que nunca volverían, tras embarcarse en la justa causa de la Felicísima Armada. La de Inglaterra…
La Gran armada bajo el mar; su valor vivo
Felipe II creía que Dios estaba de su lado. Y Dios lo abandono en las aguas del canal de La Mancha. A él, y a las decenas de naves que posteriormente naufragarían en las costas irlandesas y escocesas. Incluso también los abandono cerca de las costas Españolas, las recientes noticias en torno a la supuesta galeaza de la “Regazzona” así lo atestigua . Blasones, sedas, espadas y cuencos de porcelana china. Crujías, baos, y cañones de bronces. Sus banderas y sus planes. Sus anhelos y sus pertenencias. Todo quedaba allí abajo, en forma de yacimiento arqueológico subacuático que las autoridades británicas tienen en algunos casos catalogados y protegidos en su wreck sites act, desde el año 1973. Todo un programa cultural que aún esta a la espera de poder ser investigado arqueológicamente. A día de hoy tan sólo los esfuerzos del profesor Colin Martín y su equipo de la Universidad de Sant Andrews, han sido los únicos que se han interesado desde el punto de vista arqueológico y científico, al poner en valor los restos de aquella armada; que o bien se encuentran bajo la ley del silencio o han sido expoliados por cazatesoros. Incluídas esas historias de las alianzas que graban a fuego en la memoria de la historia “no tengo más que darte”. Con las historias que aquellos miles de soldados traían desde el Mediterráneo. Los pecios de la escuadra adquieren una importancia fundamental para explicarnos este episodio de la historia universal. Geoffrey Parker, junto a José Ignacio Gonzalez-Aller, como antes decíamos, posiblemente dos de sus más concienzudos y fascinados historiadores, lo han dejado bien claro; la arqueología adquiere un carácter de vanguardia y de documentación científica en esto de la Gran Armada, y pensábamos que estaba todo dicho sobre este tan importante episodio. Y es ahí donde aún quedaría mucho por hacer por la ciencia y la arqueología. Con las herramientas de la tecnología, y como recientemente nos recordaba Jose María Lancho (curiosamente descrito en este mismo blog), con la importante herramienta de la cooperación, entronca directamente con el espíritu de la convención de a UNESCO, en materia de investigación internacional. Esta lo deja bien claro: “Convencida de que la cooperación entre los Estados, organizaciones internacionales, instituciones científicas, organizaciones profesionales, arqueólogos, buzos, otras partes interesadas y el público en general es esencial para proteger el patrimonio cultural subacuático”.Que mejor oportunidad para realizarlo entre arqueólogos e instituciones de ambos estados. Por múltiples razones, la primera especialmente por la ciencia y la historia, “la invencible” aún tiene demasiadas lagunas históricas que resolver y se merece, a pesar del paso de los siglos dicha resolución. La cooperación es el método, y España que tiene intereses históricos en forma de pecios diseminados por todo el mundo le interesa sobremanera. La acción en materia de cooperación entre equipos internacionales de investigación, especialmente en excavación submarina se tornan necesarios (entre otras para dar “ejemplo” de forma proactiva al lanar un claro mensaje “nos importan nuestros pecios”, sobre todo en países sudamericanos con los que mantenemos lazos culturales muy sólidos, y en donde los cazatesoros llevan decenios realizando todo tipo de estragos) sería un buen camino. La ley es del 2001, y España la hace suya con su ratificación y por tanto integración en su ordenamiento jurídico. Y por último para algo tan determinante como es el ejemplo con la “acción”. “El principal argumento de los cazatesoros en el mundo, es que los pecios se encuentran abandonados. No forman parte del interés de los Estados, pués tienen que destinar rescursos y medios que no tienen, y que por tanto dejan abandonados en cualquier lugar del mundo”. La intervención directa sobre las misma, explorando, sondeando y por ultimo excavando y publicando, sería no sólo pionero por parte de nuestro país (aún no hemos tenido una oportunidad de dejarlo claro de forma sistemática en el extranjero) sino que marcaría claramente una voluntad, un camino, unos antecedentes. Y es lo que pedía Parker en su preámbulo de su última investigación, más conocimiento dado por las fuentes arqueológicas, para poder dar más luz a la “Felicísima Armada”.El episodio histórico sin lugar a dudas lo merece.
A pesar de la casi inexistente investigación, ellos no dieron por tirada la toalla. Al contrario, la inexistencia de investigaciones de campo, en un tema tan importante, aparecía como un interesante filón a explotar. Un problema lo convertían en una oportunidad. La coalición entre historiador y arqueólogo daría sus frutos, no sin muchos esfuerzos. Para empezar ese “binomio” Martín- Parker ha durado cerca de 40 años, prueba de su constancia e ilusión por la cuestión. Sus primeras investigaciones fueron realizadas cuando ambos profesores eran compañeros en la universidad de Sant Andrews, el entusiamos de la época de Felipe II del segundo era un poderoso motor de conocimiento, como suele ocurrir en cualquier gran empresa. Los resultados de las excavaciones arqueológicas del profesor dieron como fruto alguna hipótesis para Parker. La primera edición se publicóen 1988, tanto en Ingles como en Español, coincidiendo con la cuarta conmemoración del cuarto centenario de la gran contienda entre Felipe II e Isabel de Inglaterra. “Desde 1988 se ha llevado escaso trabajo arqueológico sobre los naufragios de la armada” detallaba…A pesar de eso, “la riqueza de los extensos recursos que yacen todavía escondidos en el lecho marino ha quedado ampliamente demostrada por la labor exploradora realizada hasta ahora“. Y eso que apenas se han trabajado sobre los pecios de la escuadra. Y así, con estas palabras “Aplaudimos la postura protectora que han adoptado las autoridades irlandesas respecto a su herencia histórica de naufragios y esperamos que fomente un programa sostenido y responsable de mayor investigación, un programa que sin duda ampliara nuestra comprensión de lo que sucedió en realidad durante la jornada de 1588”, dejaba entreabierta la puerta a futuras y deseadas investigaciones. Es curioso esto de los “hispanistas” (“término que en muchas ocasiones aún no he entendido bien”). “Porque tienen buena playa” exclamaba Parker, con toda la sencillez y genialidad del mundo cuando era preguntado por al entrevistadora de un programa de televisión nacional ante la pregunta ¿Porque vienen a España a investigar?. Calamaritos y buen sol aparte, hay mucho que investigar y un buen historiador, cargado de ilusión y de razones, es bienvenido y bienhallado allá de donde venga. Quizás sean el ínsipido pudding y los sempiternos nublados, lo que nos repelen hasta la médula a los hispanos para ir allí a narrarles la Guerra de las rosas o el ascenso de Jacobo VI al trono de Escocia. O quizás sea que estos temas esten lo suficientemente investigados allí y no haga falta, so pena de hacer el ridículo, y “dar más luz” a lo conocido. Suele ocurrir. En materia submarina suele haber siempre mucha oscuridad, como si bajásemos a más de 80 metros de profundidad. Igualito. Y de ahí que aún quede mucho por investigar en paraísos soleados como son las costas griegas en relación a Lepanto, o las del Mar Caribe, con los cientos e hundimientos de nuestras flotas del Mar Océano. Ese si que es sol del bueno. Otra cosa es la sed de conocimientos. Esa si que mueve montañas.
La arqueología queda por tanto clara como asignatura pendiente para explicarnos muchos elementos de aquel episodio. Nuevos documentos y nuevos artefactos.Mientras habrá que acudir a las fuentes literarias, en donde el abanico se amplía de manera sobresaliente, sobre todo a raíz del cuatricentenario de la Armada, en donde afortunadamente se género mucha información relacionada con la contienda. Más como siempre, la vanguardia arqueológica queda desgraciadamente a la zaga.Si tenemos que hablar de comprensión arqueológica. Sidney Wignall debe encabezar la lista, porque desde 1968, y tras descubrir los restos de los naufragios de la Armada quedó interesado por los mismo, en un principcio con demasiados aires de aventura que debería perfilar posteriormente la arqueología. Y así lo hizo Martin en el Blasket Sound, donde fueron descubiertos los restos del navío guipuzcoano “Santa María de la Rosa”. La cooperación con los clubs de buceo y una buena actitud civil entre los miembros del Sub-Aqua de la ciudad de Derry, streedagg Armada Group y el Moville Sub-Aqua, parece que tuvieron como resultado la salvaguarda y protección para la posteridad de la Trinidad Valencera. La protección de un solo navío, al menos era algo. Todavía quedaban los restantes y numerosos naufragios…Es curioso que hable Parker de las autoridades irlandesas, (lógico por temas competenciales), sin contar con las Españolas. Se me ocurre que podríamos decir algo en esta cuestión, máxime cuando son naves de la Corona Española, de nuestros antepasados y cuando se encuentra el texto de la ” Convención” en vigor. Hasta la fecha, y a tenor de las acciones y los resultados, no ha tenido interés por parte nuestra. Algunas solicitudes y propuestas para trabajar y tener más conocimiento sobre los pecios de la invencible se dieron en el 2007 y 2010. Pero carecieron de interés en la materia para sus responsables. Por lo que aún en el presente queda expedito la posibilidad de trabajar sobre los mismos. Existe documentación suficiente y se conocen buen número de los lugares aproximados de su hundimiento por las fuentes estudiadas. Igualmente las fuentes orales, los pescadores de la zona y especialmente los buceadores (antes mencionados, y en donde existe una tradición de colaboración con las autoridades para proteger los pecios) tienen noticias acerca de algunos de estos yacimientos submarinos. De esto hemos sido testigos directos de la cuestión. Para los Españoles que navegaban en aquel momento entre las Islas Orkney, las Hébridas y el canal del Norte, aquello era el lugar más insólito y abandonado del mundo. Allí es donde empezaba su historia. La costa occidental de Irlanda y Escocia eran tierra incógnita.Este sería uno de los grandes problemas de los navíos que tenían que regresar a España. El derrotero proporcionado por Medina Sidonia, con acierto y extrema confidencialidad, a los barcos de la flota (con el objeto de que no fuesen espiados) no iban más allá de Moray Firth en Escocia y el cabo de Dursey en el suroeste de Irlanda. Inmersos en aquel inmenso desastre de “sálvese quien pueda”, todas las naves de la gran flota, dieron media vuelta hacia la geografía Española. Muchas naves terminaron naufragando en tierras completamente desconocidas para ello. Era el preámbulo de una gran pesadilla.
Llevados hasta las rocas y las playas. Abandonados en cueros vivos…
Tras el naufragio. El paso el tiempo. De la historia y el documento histórico en el presente, siempre en forma de yacimiento aqrueológico submarino. Con la importancia cultural y científica intrínseca que tiene de por sí la armada. Una que englobaba a navíos Italianos, Españoles y portugueses que con su arquitectura naval nos traen lo mejor de los vientos de ingeniería de I+d+i de la época y de sus respectivas culturas. Diferentes tradiciones contructivas y de navegación que iban a ir desde el Mediterráneo (con esa escuadra de Levante comandada por Martin de Bertendona) con sus galera y galeazas, que tanto sufriría en las maniobras del mar del norte , pasando por esa mirada Atlántica que marcaban las proas de la escuadra portuguesa y la guipuzcoana, que por su conocimiento sobrellevaron mejor los famosos “elementos” del mar del norte. Arquitectura naval y vida cotidiana; con multitud de elementos que contienen en su interior los pecios (en ocasiones incluso con “macabras sorpresas”, debido al magnífico estado de conservación de los materiales orgánicos, que incluyen tejidos e incluso material óseo, huesos y calaveras como hemos podido ver en excavaciones arqueológicas submarinas como es el naufragio del “Kronan” y sus recientes investigaciones en los mares Suecos).
Estas son algunas de las importantísimas referencias arqueológicas que los naufragios de la armada contienen. Su convoy de guerra que iba a recoger al duque de Parma y sus soldados en Flandes , llevaban en sus bodegas y cubiertas a buena parte de la cultura Europea del momento. todo un microcosmos de 10.000 hombres y 130 navíos. Aquella flota aún a día despierta pasiones. Y así recientemente el ministro de cultura Irlandés (tenía que ser de aquellas latitudes), respecto a los recientes descubrimientos sobre supuestos pecios de la invencible nos podían “ofrecer grandes conocimientos sobre la vida abordo y sobre la realidad de los recursos militares y navales disponibles para la campaña de la Armada”. Le falto decir que todos aquellos naufragios nos hablaban profundamente de una identidad y una cultura. La Española. Si quisiéramos buscar uniformes, jubones, joyas, espadas e incluso calzado de aquella época. Los naufragios de la “felicísima” posiblemente serían el mejor yacimiento del mundo que nos explicase la vida cotidiana de aquella época. Que decir de la vida a bordo, junto a la tecnología, la cultura, las costumbres y la mercancías, de este impresionante conglomerado de importante impacto arqueológico. Ahí están, y eso sin olvidar por último con lo que quizás fuese más importante y que quizás hemos olvidado, la historia de sus hombres que murieron en aquellas tragedias. Algunas las trasladaremos literalmente de las fuentes a estos breves episodios de los naufragios. Si tenemos la suficiente imaginación para oler la sal de aquellas playas, de desdibujar a aquellos soldados, oficiales y marinos. Aquellos Leiva y Recalde, que se merecen ese detalle de nostálgica memoria histórica marina que hay es de lo más recomendable poner en valor. Que del pasado, traemos al presente. Y así nos podremos encontrar facilmente playas, como la de Streedagh Strand, en donde en paisaje desolado e inmenso, hay un pequeño monumento de piedra en forma de barco que recuerda el naufragio de La Juliana, La Lavia y la Santa María de Visón. Leyendas en torno a la colina de las horcas (Cnoc na Crocaire) en la costa del Condado de Clare, en clara alusión a los ajusticiamientos de los marinos Españoles que hasta allí llegaron. Entre ellos nos quedó el impresionante testimonio de Giovanni de Manona, el único superviviente de los aproximadamente 250 hombres del naufragio de “Santa María La Rosa”. También visitarenos a los supervivientes del “Nuestra Señora del Socorro”, que se rindieron en la bahía de Tralee, y tras lo cual fueron inmediatamente ahorcados si piedad. O lo ocurrido en el Condado de Mayo, donde un mercenario escocés llamado McLaughlan asesinó a 80 extenuados náufragos, al mas puro matarife. Matanzas semejantes tuvieron lugar en las islas de Mutton y Clare. En Donegal, 560 hombres a las órdenes de Alonso de Luzón se toparon con una columna de caballería. Tras varios enfrentamientos, les prometieron seguridad si se rendían, era el cuento de siempre. El de la táctica y la estrategia de siempre.Los masacraron en cuanto entregaron las armas. Aunque de todos es sabido, que el testimonio más dramático fue del de Cuéllar, muy ejemplificador en todo él ” La playa estaba llena de enemigos que andaban danzando y bailando de placer de nuestro mal, y que en saliendo alguno de los nuestros en tierra, venían a el doscientos salvajes y otros enemigos y le quitaban lo que llevaba hasta dejarle en cueros vivos y sin piedad ninguna les maltrataban y herían, todo lo cual se veía muy bien de los rotos navíos”. Marinos, soldados y oficiales. Navíos rotos.Españoles vagando y espantados por las desoladas playas. Y por ultimo el ejemplo de Richard Bingham, llamado el “azote de Connaugth”, en la ciudad de Galway, donde también hizo de las suyas. Todos a excepción de los Córdoba, fueron ahorcados, incluso oficiales por los que se podría haber pedido rescate. Este militar, afirmo haber eliminado a 1100 supervivientes de los naufragios en la provincia, dejando bien claro las órdenes reales a ejecutar “Inquirir con diligencia acerca de los españoles, que procedentes de la desecha flota, había llegado con la intención de invadir el reino de su majestad, prenderlos y luego darles muertes en aplicación de la ley marcial, sin tener en cuenta su condición”. Historias del pasado. De soldados. De ambiciones y de conquistas. De tecnología naval. De cultura, sociedad y economía. Todo eso y mucho más es la “Gran Armada”. Eso es todo lo que a continuación encontraremos con los siguientes capítulos de los “naufragios de la Armada invencible”.
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