En un país donde el olvido es social y la memoria es privada (y al menos nos queda eso), sería imperdonable no reivindicar desde el punto de vista de la justicia el reconocimiento que merece el capitán de navío e historiador Pedro Giner Lara.
Sus últimos combates desde la ciencia y desde una convicción moral y abierta se dirigieron a buscar oportunidades para el reencuentro entre las fracturadas sociedades hispánicas. Una voluntad que sin duda se ha impuesto en la sólida propuesta del Organo de Cultura e Historia Naval de la Armada.
Ninguna de las sociedades hispánicas ha obtenido ninguna ventaja por haber perdido vínculos que la relacionaban con las otras sociedades hermanas. Sin embargo, es fácil percibir que en los últimos dos siglos muchos se han perdido de forma innecesaria y violenta, y otros se siguen perdiendo por indolencia. Esa fractura y amputación nos ha perjudicado a todos y beneficiado a otros que la han utilizado para imponer sus condiciones económicas, políticas y culturales, siendo que las identidades compartidas que valen la pena no son nacionalistas ni excluyentes. En esa línea el mayor rasgo original de este historiador, Pedro Giner, fue su empeño nada ilusorio, su confiado entusiasmo de que era posible recuperar un elemento de identidad, de inspiración común con hispanoasia. En ese sentido también yo sumo mi opinión de que no es explicable, al menos de una forma coherente, lo hispánico sin nuestro extraordinario y extenso trayecto histórico como civilización en Asia Pacífico. En esa dirección Pedro Giner estaba ultimando una exposición fundamental sobre el Galeón de Manila en el Museo Naval cuyo resultado podremos ver este próximo septiembre.
Sin duda, una oportunidad única de reencuentro con la actual sociedad filipina, se halla en el patrimonio histórico subacuático común que yace en sus aguas. Más de tres siglos duró la presencia española en forma de una de las más complejas y originales sociedades donde elementos autóctonos, chinos, japoneses y españoles americanos fueron protagonistas de procesos fundamentales y enormes entre los dos mayores imperios de ese tiempo: el chino y el hispánico.
El tratamiento científico y la consideración de patrimonio común y, en consecuencia, compartido de la huella histórica subacuática que nos vincula, es una oportunidad que no podemos dejar escapar. Sin embargo, eso precisamente es lo que está ocurriendo. Filipinas es un Estado que permite la actividad, más o menos controlada, de iniciativas cazatesoros. España es un país que, dolorosamente tenemos que reconocer, tiene un nivel de tolerancia a que el patrimonio sumergido con el que está vinculada históricamente sea saqueado,, a veces a través de distintos tipos de subterfugios y desde luego con excepciones amparadas en la alarma social como ocurrió durante años con el asunto del galeón San José en Panamá, o los años y años de feliz expolio en aguas españolas de la empresa Odyssey.
En Filipinas no consta que oficialmente nadie haya expresado que los denominados galeones de Manila son buques de Estado y gozan de inmunidad soberana. Que por tanto no son susceptibles de concesión comercial y que su intervención sólo puede ser científica y a tal efecto supervisada y sujeta a la obligación de cooperación con España, dentro del ordenamiento internacional. Sin embargo, los Galeones de Manila son uno de los objetivos más importantes de la industria cazatesoros internacional que recientemente ha conseguido expoliar, en condiciones de absoluta quietud, unos cuantos en Samoa, en las Marianas, en Guan… y sus restos subastados por todo el mundo.
En Filipinas tenemos muchos buenos ejemplos de importantes yacimientos arqueológicos subacuáticos hispánicos que podrían servir de magníficos pretextos para un serio y potente proyecto de cooperación científico y tecnológico: en el Estrecho de San Bernardino en 1620 se hundieron dos galeones en combate con los holandeses, en Cagayan se hunde en 1639 el San Ambrosio por culpa de una tormenta, el Santo Cristo de Burgos en 1726 cerca de la isla de Ticao, en esa zona el San Andrés en 1797, etc, etc…
Los anuncios recientes en la prensa local filipina desvelan la actividad cada vez más compleja en la localización y la expectativa comercial de este legado, así como el enorme desamparo legal y el aparente desinterés español: el supuesto descubrimiento, en 2006, de un galeón hundido frente a la costa de Capiz, apartado de su curso probablemente por un tifón, el anuncio por la empresa Oceanic Research & Recovery, Inc en 2011 de dos galeones españoles en aguas filipinas, el anuncio de un denominado “Xavier Project” una suerte de “globo sonda” del Museo Nacional en torno al aparentemente localizado Nuestra Señora de San Francisco Xavier, incluso el proyecto del denominado Museo del Galeón tiene como protagonista al embajador mexicano y no a científicos o autoridades culturales españolas.
Nuestro querido Pedro Giner señalaba lo poco que aún se sabe del Galeón de Manila, esos buques gigantescos y secretos, a veces mucho mayores de los que los europeos conocían en el Atlántico, que se construían mayoritariamente en Filipinas, nos falta detalle de muchas incógnitas respecto de su construcción, tampoco sabemos si su marinería era igualmente en su mayoría filipina, china o hispanomexicana. Lo que un abogado sí les puede decir es que mayoritariamente los pocos galeones de Manila descubiertos han sido saqueados por cazatesoros y la información científica que albergaban ha desaparecido para siempre. Que los saqueadores, a quienes se les podría asimilar a piratas, disfrutan de su botín y nadie les ha inquietado. También como abogado puedo advertir que la hispanidad como entidad cultural se viene negando incluso en organismos internacionales. Es un grave error de cara a avanzar en una unión, desde la igualdad, la libertad y la justicia, de intereses políticos de la especie humana. Lo hispánico se plantea en su caso como una pieza muerta, negada, fósil, una civilización sepultada y enterrada debajo de la lava de una guerra cultural que estamos perdiendo, a veces con nuestra colaboración explícita.
Ciertamente nuestra historia reciente ha hecho lejana a Filipinas, y el hecho de que muchas palabras en español aún sobrevivan en numerosos idiomas locales filipinos y que incluso en algunos, como el chabacano sea del todo una forma –aunque corrupta- del español y aunque quizá un 45% de todas las palabras utilizadas en el lenguaje cotidiano todavía son de procedencia española o de que cierta élite de la población filipina, lo habla con fluidez, es mucho más lo perdido y, ciertamente, dicho de una forma íntima y amiga con la cultura filipina contemporánea, lo que que ha quedado representa parte de un naufragio histórico. A lo que respecta a España es evidente que mucho hemos perdido culturalmente al no haber reinventado y buscado nuevos vínculos con Filipinas y tal vez, Filipinas esté en condiciones de percibir que también ha perdido, que pierde, con una España no más cercana. Creo que ese ha sido uno de los empeños fundamentales de Pedro Giner y desde Espejo de Navegantes, donde además tenía buenos amigos, así queríamos reconocerlo.
ArchivosArqueología SubacuáticaBatallasBuceoCarrera de IndiasCartografíaCazatesorosMuseosOtros temasPecios