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El naufragio de Colón. Una historia que se repite

El naufragio de Colón. Una historia que se repite
Javier Noriega el

“Poco me han aprovechado veinte años de servicio que he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy en día no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo el mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar. Yo no vine este viaje a navegar por ganar honra y hacienda; esto es cierto, porque estaba ya la esperanza de todo en ella muerta”.Carta del último y cuarto viaje de Colón a las Américas. 

Fue una voz en el desierto. Isaac Peral se instaló, en 1894, en un hotelito de la calle Serrano, en Madrid, y se dedicó a ganarse la vida modestamente como técnico electricista. Enfermo de cáncer, viajó a Berlín para someterse a una operación. Murió sólo y con deudas. Su pobre viuda quedaría con problemas económicos. Al poco de morir se le consideró en todas partes como un genio sin igual, un modelo a seguir. Del manto general del olvido con el que fue tratado, contribuyó a que acabara en la tumba siendo todavía joven. Lejos quedaba su medalla al mérito naval y la multitud de sobresalientes logros de su carrera. El submarino Peral. Otro de los grandes descubrimientos del mundo quedó olvidado, sin sus baterías, sin sus motores, sin su tubo lanzatorpedos, como un cascarón vacío, perdido en un rincón del gaditano arsenal de la Carraca. 

“La muerte verdadera es el olvido, porque si hay algo que conservamos y atesoramos son nuestros recuerdos. Toda la sustancia de nuestra vida está en ellos. Dejar de recordar es una disminución de nuestra personalidad. De nuestra historia”
Gerald Brenan
Colón consultando mapas en su soledad. Grabado del Italiano Galle. Colón solía hacer anotaciones en los libros que leía. Pensamientos. Oro. Especias e incluso emfermedades.
Trabajando con los documentos de la carta Universal de Diego Ribero  y con los documentos de Diego Hurtado de Mendoza,  topé con algunas cartas interesantes de Colón, que merece la pena traer brevemente a espejo de navegantes. Si desconocemos en que condiciones murió el descubridor y explorador más conocido del mundo, llama la atención el trato recibido por la historia y sus actores. También el de su olvido. Como el que ocurrió con Isaac Peral. Que país este que trata en ocasiones así a sus mejores e inspirados prohombres. Curiosos paralelos.
Nuevos contornos. Nuevas tierras. Nuevos horizontes para el mundo entero de sus naciones conocidas. Ese fue el significado de Cristobal Colón para la historia, por muchos que se empeñasen a lo largo de la historia en difuminarlo. Dio a conocer unas tierras hasta entonces ignotas. Navegó entre huracanes, y viéndose morir, lanzó al mar una carta en un barril encerado, con el objetivo de que los reyes Católicos, sus grandes valedores, supieran que había cumplido su misión. Su promesa. Era tan grande su empeño, que junto a su fe, navegó por mares de altura con una sola fijación. Sin conocer los límites de aquellos mares. Sin temor a dicha aventura. Padeció enfermedades y sufrió los motines de los descontentos, que intentaron su muerte en varias ocasiones. Durante un año fue naufragó en la isla de Jamaica. Traficó como mercader, actuó como corsario y como gran almirante del mar Océano.Nunca desmayó en su afán por conocer. Se equivocó en muchas ocasiones. Pero atinó en la mayoría. Esta es la historia de un marino de la segunda mitad del siglo XV.
Mapa de la Española atribuido a Colón en su diario de a bordo. Colón escribió en él, la palabra CIVAO (a la derecha del boceto). Pensaba que había llegado a Cipango.
A los pocos días de llegar de su último viaje, llegando a  Sevilla, tras todo lo vivido por el descubridor, tocaba repensar su vida y su futuro más inmediato. Era cuestión de supervivencia. Al poco de pisar la tierra firme de España, moría Doña Isabel. Su gran valedora. ¿Podría volver a navegar?.Era su pregunta. Y es que en su foro interno sabía que sería difícil conseguir construir su anhelada expedición. Sus expediciones, a pesar de su fama, necesitaban de financiación, que hasta ahora habían soportado la corona. E Isabel ya no estaba en este mundo. A pesar de los servicios prestados, ni una teja. ni una lumbre, como decía.  El hombre que descubrió América para la posteridad; llegaba a España, enfermo, cargado de deudas y desprestigiado. “Entre la taberna y el mesón, decía Colón. Y las más veces falta dinero para pagar”. En el caso de Peral, era el hotelito modesto y olvidado de Serrano. La misma historia. A ambos simplemente les separaba el paso del tiempo. Casi cinco siglos para ser más exacto. Pero se les pagaba con la misma moneda. Ambos fueron dos hombres preclaros para su tiempo.
El 20 de Mayo de 1506 moría finalmente Colón en Valladolid, ciudad a la que había acudido con la esperanza de mantener una entrevista personal con el rey Don Fernando para solucionar su situación. Su muerte pasó completamente inadvertida a sus contemporáneos y nada dicen los documentos coetáneos acerca de la casa en la que falleció.Una leyenda, dispone el lugar en el que su cuerpo y su mente dejó de imaginar maravillas, en una anónima casa de la calle Ancha de la Magdalena. En 1866, se dispuso en el dintel de la casa una simple inscripción, sobria. “Aquí murió Colón”. Gloria al genio.Y tuvieron que encargarse de su cuerpo la familia. Nada de funeral de Estado, ni de gloria al genio. La familia eligió un funeral en la intimidad, como se diría hoy. Eligieron como lugar de sepultura del almirante la iglesia vieja de siempre, la de San Francisco de Valladolid. Se celebraron los servicios religiosos y los funerales en la iglesia de Santa María de la antigua. Allí estuvo depositado el “almirante viejo”, al que ya llamaban apenas abrir la puerta de los campos Elíseos. Hasta que comenzaría su periplo de ida y de vuelta. Como siempre parece que hizo en la vida, estar de ida y de vuelta. De ahí, que nunca tuviera ni una sencilla teja.Un lugar en el que “caer muerto”, como se solía decir en esa España quevediana… Y pasaron los años, y así el 11 de Abril de 1509 se tocaban las puertas del monasterio Cartujo. Lo hacía Don Juan Antonio Colombo, el sobrino de Don Cristobal, dejando bien claro que el contenido de aquella caja “era el cuerpo del señor almirante Don Cristobal Colón”. Ni conocemos cómo fue efectuada la exhumación del cadáver del convento de Valladolid. Tampoco el protocolo de la Cartuja de las Cuevas, que era un lugar religioso, que a su vez hacía de caja de depósitos. 
Desde Sevilla , el 4 de Enero de 1505…Entre otras cuestiones, la defensa de sus privilegios, su preocupación por cobrar los gastos de su último viaje al nuevo mundo…
 
De Sevilla a Santo Domingo
Colón nunca dijo donde querían que reposaran sus restos…no pensó en algo que los mortales nunca piensan. Tuvieron que pasar unos veinte años, para que su hijo muriera. Con el tiempo, Doña María de Toledo, y sin que sepamos porque de nuevo, trasladaría ambos cadáveres a Santo Domingo. Corría el año de 1544 y tampoco tenemos un documento, ni ninguna anotación notarial que nos relatase aquel embarque, de aquella mujer en el momento de embarcar con los cuerpos de su querido marido y padre.
Seguimos navegando. De Santo Domingo a la Habana
Y así, bajo el cielo y el sol de Santo Domingo, los restos de Don Cristobal y de su hijo Diego, junto a los de otros miembros de la familia, que se fueron sepultando sucesivamente, permaneciendo en la catedral hasta el 21 de Noviembre de 1795, fecha en la que la decadencia del Imperio Español tocaba fondo. Por el Tratado de Basilea, España perdía la soberanía de la costa oriental de Santo Domingo. Por eso tocaba retirada de nuevo de sus huesos. De nuevo otro periplo. Parecía ser el sino de Colón. Seguir navegando.
Finalmente de la Habana a Sevilla
En la catedral reposó el cuerpo del almirante hasta 1898. Año de la crisis mas conocida de la España de Ultramar. Tras la pérdida de Cuba, el gobierno Español decidió repratriar los restos de su explorador, finalmente a la sede hispalense. Y hasta aquí. Cinco siglos de periplo.
Tumba de Colón en la actualidad en la catedral de Sevilla.
 A finales de agosto o primeros de Septiembre de 1501, Colón escribía a la reina. La única que dirigió a Doña Isabel. La cuestión estaba clara. El almirante se sentía enfermo y olvidado por todos. En su texto, el descubridor hacía un repaso a su trayectoria vital, justificando su honor. Por supuesto, haciendo hincapie en el descubrimiento de las Indias, cuyo negocio él veía muy grande. Y muy importante… Nunca sabría cuanto de grande. Y cuanto de importante. A día de hoy, parece que por fin en el capitolio, un horizonte lejano, pero tierra firme del continente, se mostrará el retrato de otro Español. De un malagueño para más señas. Bernardo de Gálvez. Por sus méritos. Pero fue cuestión de siglos atrás cuando Colón descubrió el nuevo mundo. Una de las mayores gestas que pasarían a la historia. A pesar de que nunca se le reconoció debidamente. Cosas de nuestra historia. Habrá que hacer buenas las palabras, entre otras por sabio, de otra gran leyenda Española. La de Santiago Ramón y Cajal. Decía algo así como. “La Gloria, en verdad, no es otra cosa que un olvido aplazado”.

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Javier Noriega el

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