Viejos documentos aportan contexto a los datos conocidos de la vida del autor del Quijote, siempre insuficientes. Incluso, como veremos aquÃ, detalles preciosos sobre su participación en la batalla de Lepanto. Pero estos datos contrastados derrumban mitos. Y es bueno que asà sea.
Cuando se cumplen 400 años de la muerte de Cervantes, el Catedrático de FilologÃa Románica de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Asociación de Cervantistas, José Manuel LucÃa, se ha embarcado -nunca mejor dicho- en el recuento de una nueva biografÃa del autor del Quijote. “La juventud de Cervantes. Una vida en construcción” es el tÃtulo de su primer tomo, recién llegado a librerÃas, editado por EDAF y maravillosamente ilustrado por Ricardo Sánchez. Pero esta biografÃa no será una más.
Según me contaba el autor en una comida compartida recientemente con él, ha querido desandar el camino del mito que acompaña al escritor pero hacerlo de la manera más rigurosa, para descubrirnos al Miguel de Cervantes hombre que quiere, como refiere el tÃtulo, construir una vida, caminar un destino. Cervantes sueña su destino con ambición y trabaja en cada momento para cumplir sus objetivos, pero también recibe los embates de una época difÃcil en la que la historia de España se hace grande, en la que cada súbdito de la MonarquÃa Católica estaba sujeto a fuerzas y destinos a menudo más grandes que sus propios sueños.Â
Y la suerte -la mala suerte- pudo torcer varias veces los deseos y la voluntad de prosperar del escritor (o el modo en que lo hacÃa), pero también le empujó al extraño refugio de la literatura, a la página en blanco y a la soledad que describe en el Persiles, donde halló el destino universal que hoy conmemoramos, cuatro siglos después. Para ello, José Manuel LucÃa ha reunido todo lo que se sabe de primera mano de Cervantes, con el fin de aclarar el contexto. ¿Por qué?
Todo lo que sabemos de Miguel de Cervantes de manera directa lo conocemos por su propia pluma. Es decir, han sobrevivido testimonios en primera persona, que hemos dado por ciertos. Pero el autor del relato condiciona la perspectiva del cuento, asà que LucÃa ha decidido, durante los últimos años, investigar qué hay detrás de cada testimonio personal cervantino. Qué merced solicitaba y cómo hablaba de sà mismo con ese fin. Qué descripción de sus méritos y objetivos hacÃa en un momento determinado y hasta dónde podemos comprobar que era todo estrictamente la verdad o una idealización de verdades que todos podemos comprender.
Legajos inadvertidos
El autor de la biografÃa, que domina la materia, ha reunido materiales diversos, legajos de archivos diversos, citas de las obras que iluminan este o aquel detalle, testimonios que hasta la fecha habÃan pasado inadvertidos o no habÃan encontrado la relevancia en el relato. Puntos y eslabones que dibujan de un modo fidedigno, hasta donde se puede conocer, a Cervantes tal y como debió ser en su existencia humana.
Y uno de esos episodios -uno de los más apasionantes- es el del papel de Cervantes en Lepanto. Solo un ejemplo de esta heroicidad hiperbólica, es la EpÃstola a Mateo Vázquez que cita LucÃa en su libro:
A esta dulce sazón, yo, triste, estaba
con la una mano de la espada asida,
y sangre de la otra derramaba.
El pecho mÃo, de profunda herida
sentÃa llagado, y la siniestra mano
estaba por mil partes ya rompida.
Pero el contento fue tan soberano
qu’a mi alma llegó, viendo vencido
el crudo pueblo infiel por el cristiano,
que no echaba de ver si estaba herido,
aunque era tan mortal mi sentimiento,
que a veces me quitó todo el sentido.
¿Cómo devolver este relato a su dimensión plausible? Hay una fuente -subraya LucÃa- cargada de información sobre el Cervantes soldado. Se ha conservado en el Archivo de Indias porque forma parte del expediente de una petición de merced que el escritor eleva en 1590 para optar a un puesto relevante en América. Siguiendo lo que relata el cervantista en su nueva biografÃa, esta documentación conocida como “información de Madrid” es el lugar en el que se encuentra un documento fechado en marzo de 1578 y titulado: “Información hecha en Madrid ante un alcalde de corte y a solicitud de Rodrigo de Cervantes, padre de Miguel de Cervantes, sobre probar ser este su hijo ser noble, los servicios que contrajo en Italia, estar cautivo en Argel y que por ser pobre el padre no le podrá rescatar”. Elocuente.
Preguntas a los testigos de la batalla
Cervantes, los Cervantes preguntan a testigos de esa época sobre su participación en Lepanto, enunciando unas preguntas que resultan claramente condicionantes de la respuesta. La pregunta sobre Lepanto es la IV:
“IV. Si saben (etc.), que en la dicha batalla naval se reconoció el armada del turco estaba el dicho Miguel de Cervantes con calentura, y unos amigos suyos le dijeron que, pues estaba tan malo, que se metiese debajo de la cubierta de la galera, pues no estaba sano para pelear; y el dicho Miguel de Cervantes respondió que no hacÃa lo que debÃa metiéndose so cubierta, sino que mejor era morir como buen soldado, en servicio de Dios y del Rey. Y asà peleó como valiente soldado en el lugar del esquife, como su capitán le mandó. Y después de la batalla, sabido por el señor don Juan de Austria cuán bien le habÃa servido, le acrescentó cuatro ducados más de su paga” (Sliwa, pp. 49-50)
Hablan ahora, en sus respuestas, los testigos, y ratifican lo enunciado y añaden tan solo pequeños datos a ese relato que se les presenta ya configurado en un sentido muy elogioso. El 20 de marzo, Mateo de Santiestebán, alférez de la compañÃa del capitán Alonso de Carlos, responde con autoridad porque estuvo con él en la batalla al pertenecer a la misma compañÃa y compartir suerte en la Marquesa. Mateo de Santiestebán ratifica lo dicho y añade: “y este testigo lo sabe por lo haber visto por vista de ojos e por haber sido soldado con el dicho Miguel de Cervantes en una capitanÃa.”
Después el alférez Gabriel de Castañeda. Coincide su testimonio con el anterior y ofrece más detalles: “y que el capitán le pusiese en la parte y lugar que fuese más peligrosa y que allà estarÃa y morirÃa peleando, como dicho tenÃa, y ansà el dicho capitán le entregó el lugar del esquife con doce soldados, adonde vio este testigo que peleó muy valientemente como buen soldado contra los dichos turcos, hasta que se acabó la batalla […] y sabido por el dicho señor Don Juan cuán bien lo habÃa hecho le acrecentó cuatro o seis escudos de ventaja de más de su paga. Y esto lo sabe este testigo por haberse hallado presente en la dicha armada y haberlos visto”
Otros dos testigos ratifican la veracidad de la IV pregunta: Antonio GodÃnez de Monsalve y Beltrán de Salto y de Castilla.
Qué ocurrió en el esquife
Asà que ya sabemos que estuvo en Lepanto a bordo de la Marquesa y ahora conocemos que estuvo en el esquife. Démosle, guiados siempre por José Manuel LucÃa, contexto naval. Cuando se produce la batalla Cervantes lleva menos de un año alistado. Es un soldado bisoño. Y por ello no puede aspirar a los puestos más destacados en el ataque de la galera. Debe conformarse con puestos humildes.
El abordaje de la galera, o su enfrentamiento desde que están a tiro del enemigo, responde a una organización precisa. La mitad del batallón de la galera -soldados de mar y de tierra embarcados- apoyaba con fuego la acción de la otra mitad, que se divide en dos partes: fuerza de choque y fuerza de reserva. Esas fuerzas tenÃan como primera misión tomar la arrumbada de la galera enemiga y después controlar los puntos de dominio de la nave, el esquife y el fogón. Cervantes no estaba en ninguna de estas fuerzas, formadas por soldados veteranos, porque estos puestos eran los de mayor responsabilidad y gloria.
La mitad del batallón que quedaba en la galera propia para su defensa, se distribuye en vanguardia (la parte de proa desde donde atacaban las fuerzas citadas antes),  “batalla” (que defiende el centro en los puntos altos como el fogón y el esquife) y la retaguardia (que defiende por la popa). Además habÃa una fuerza de “socorro” que permanecÃa bajo la cubierta y que aparecÃa en medio de la lucha en los momentos más comprometidos.
Más de 40 muertos en la Marquesa
Jusé Manuel LucÃa ha encontrado el testimonio de otro soldado de Lepanto que iba en la Marquesa. Se llama Juan Bautista Villanueva y presenta sus servicios ante el Gobernador de Valencia. Es arcabucero. Relata que en la Marquesa murieron más de 40 hombres. Explica el autor que tanta mortandad se explica por la posición de la galera en la parte izquierda donde el fuego fue más intenso. Y este Villanueva y sus testigos sà están en el lugar más peligroso del ataque, según su testimonio, que no es el esquife, sino el cuerno izquierdo. Allà le hieren y allà muere el general AgustÃn Barbárico. Ni una broma.
Asà que -concluye LucÃa- Miguel de Cervantes, soldado bisoño, con fiebre y poca experiencia, estaba destinado a la fuerza de socorro. Al no querer mantenerse en esa posición tan poco ventajosa, el capitán le envÃa a la “batalla”.
Tirando piñas incendiarias bajo el fuego
Allà está con los arcabuceros y otros soldados encargados de disparar el cañón que llaman esmeril. Pero todos estos son veteranos. Cervantes y otros bisoños se encargaron, seguramente, de tirar piñas incendiarias mientras los arcabuceros repartÃan fuego y recargaban. Estos hombres del esquife son objetivo prioritario para los arcabuceros enemigos. Por ello termina por recibir tres heridas, dos en el pecho y una en la mano, que le limitarÃa el uso de ese brazo izquierdo para el resto de su vida. Pero no se la arrancó ni dejó del todo inútil, puesto que, se señala también, era el “manco sano”.
Tal es la historia de los últimos indicios sobre Cervantes y su papel en la más alta ocasión que conocieron los siglos. Pero lo que no debemos olvidar, y gracias a la lucidez de esta biografÃa queda en primer plano, es que ese tipo de relato de la batalla es parte de descripciones del autor del Quijote en sus palabras, que busca dar una imagen concreta y expresada con intención de estilizar los hechos,  y que todo lo relatado en la “información de Madrid” tiene por objeto pedir ayudas al Consejo de  Cruzada.
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