Si el Congreso socialista se hubiera realizado entre votantes y miembros del PP, Rubalcaba habría ganado por mucha mayor diferencia que los 22 votos de distancia conseguidos entre los suyos. Por dos razones diferentes, las de los votantes y las de los líderes.
Entre los votantes populares, Rubalcaba era el preferido por razones ideológicas. Equivocadas, en mi opinión, pero asentadas entre los votantes populares. No por entusiasmo hacia su persona, sino por rechazo al socialismo nacionalismo catalán encarnado, para la derecha, por Chacón. Quién se le iba a decir a Rubalcaba, un ejecutor de las políticas de Zapatero también en la evolución hacia el socialismo nacionalista, y ahora convertido en el mal menor de la derecha para la defensa de la nación española.
Entre los líderes populares, la preferencia por Rubalcaba es de naturaleza bien distinta, meramente estratégica. Rubalcaba representa para la derecha el triunfo de la “izquierda rancia”, el concepto usado por Carmen Montón, una de las vocales de su nueva ejecutiva para referirse a la derecha. Rubalcaba representa precisamente eso en el otro lado, la izquierda rancia, gastada, antigua, anquilosada, fracasada. La más fácil de enfrentar política y electoralmente.
Chacón era una incógnita, pero potencialmente mucho más peligrosa. Por su capacidad para representar innovación, cambio e ilusión. Fue corresponsable del desastre zapaterista tanto como Rubalcaba. Pero consigue proyectar futuro mientras Rubalcaba ya no puede ni podrá desprenderse del pasado, del más negro pasado.
Pero los delegados socialistas han tenido miedo de optar por la novedad y la derecha suspira aliviada.
Rubalcaba
