Cada uno se pone lo que le dé la gana. Sea una minifalda, una corbata o un velo. O una lechuga en la cabeza. Es el argumento principal que muchos habéis utilizado en el debate del post anterior para oponeros a la prohibición del burka, del niqab o del velo.
Y es un argumento muy consistente, estoy de acuerdo, que se opone a los argumentos por mí resumidos del director de L´Express o los míos propios que coinciden con los de Barbier. No sólo coinciden, yo voy más allá puesto que no sólo estoy a favor de la prohibición del burka sino también del niqab y del velo en todos los espacios públicos.
¿Por qué sí a la minifalda o a la corbata y no al velo? ¿No son prendas de vestir en todos los casos? ¿No es lo esencial la voluntad de quien se los pone? Es más, añado un argumento sobre la minifalda y otras formas de vestido que desnudan a las mujeres de una socióloga musulmana que admiro enormemente, Fatema Mernissi, que critica duramente el velo pero también el gusto occidental por desnudar a las mujeres. Los musulmanes, dice Mernissi, dominan a las mujeres tapándolas, los occidentales, desnudándolas.
Y, sin embargo, hay dos diferencias fundamentales entre la minifalda y la corbata y el velo, el niqab o el burka. Ni la minifalda ni la corbata se fundamentan en la sumisión de la mujer o del hombre dictada por una religión. No expresan ningún tipo de mensaje político sobre el papel de hombres y mujeres. El burka, el niqab y el velo, sí.
En las sociedades democráticas, la voluntad del individuo está limitada por el respeto a los derechos humanos y a las libertades de los demás. De ahí que esa voluntad sea impedida siempre que implique la exhibición de símbolos de discriminación o antidemocráticos. Jamás se admitirían los símbolos racistas, por mucha voluntad que le pusiera el que los exhibiera. ¿Por qué si los símbolos de discriminación de las mujeres?
Islamismo