Quizá sea algo más que mera desfachatez, quizá se trate más bien de ese peligroso sentimiento de impunidad que dan tantos años de inmenso poder. Eso explica que Rubalcaba haya osado hoy exigir “explicaciones de por qué el PP ha calumniado y ha arrastrado por el suelo el honor de la policía”.
Lo ha dicho después de que la Audiencia ratificara que sí hubo delito en el Faisán, o que sí existe chivatazo a ETA. O que el honor de unos policías concretos, no el cuerpo policial en su conjunto, sigue en entredicho. De la misma manera que lo sigue estando el honor de los jefes políticos de esos policías, comenzando por el propio Rubalcaba.
Lo ha dicho quien es responsable de la investigación que la propia policía tuvo que hacer, o tenía que haber hecho, para dirimir responsabilidades. Una investigación, la de la policía de Rubalcaba sobre la propia policía de Rubalcaba, en la que el juez Ruz, dice la Audiencia, no ha encontrado indicios suficientes y tiene que seguir investigando para averiguar aquello que el ministerio de Interior de Rubalcaba y Camacho no quiere que se averigüe.
Lo ha dicho el amigo de aquel juez llamado Garzón que tuvo esta investigación en un cajón hasta que fue suspendido. Y lo ha dicho quien dio varias medallas al juez Gómez Bermúdez, el mismo que tomó la insólita decisión de quitar este caso a la sala que debía resolver los recursos, después de saber que su decisión iba a ser muy desagradable para Rubalcaba.
Lo ha dicho quien ha sido la figura central de la negociación del Gobierno con los terroristas, recordado, entre otros muchos negros episodios de los tratos del Estado con ETA, por sacar de la cárcel a De Juana Chaos.
Y lo ha dicho quien posiblemente será llamado a declarar en los próximos meses para averiguar quién dio realmente las órdenes del chivatazo a ETA. Siempre, claro está, que no gane el propio Rubalcaba las elecciones, que el ministro de Interior sea nombrado por él mismo y que nadie se atreva a mover un dedo más para saber la verdad del caso Faisán.
ETA
