Es fácil caer en la tentación de reír con la gamberrada de Mr.Bean, o es fácil al menos para los críticos de Zapatero, que, en esto de las gamberradas, ya se sabe, la risa va por barrios. Lo que ocurre es que esto es mucho más que una gamberrada, de ahí que me parezca mejor pensárselo dos veces y trocar la risa en reprobación. Y es que estamos ante una intromisión en las comunicaciones de los demás, en este caso, de Zapatero, del Gobierno. Lo que me parece más un delito que una gamberrada. Y si no es delito, dejo la valoración para los juristas, sí una acción ilegítima y condenable.
O eso es lo que nos parecería probablemente a todos nosotros si nuestros blogs o cualquier otro medio de comunicación que pudiéramos utilizar, una carta, un email, un libro, un artículo, un manifiesto, fueran intervenidos sin nuestro consentimiento. Y con el objetivo de ridiculizarnos, de insultarnos o de manipular nuestros mensajes, como es caso de la sustitución de la fotografía de Zapatero por la de Mr. Bean.
La libertad de expresión tiene unos límites, siempre lo he defendido. Entre ellos, el que nos ocupa. Una cosa es el humor político y en él el recurrente chiste de Zapatero-Mr. Bean que cualquiera puede utilizar cuando le plazca y otra la intromisión en una página del propio Zapatero para hacer ese humor político. Divertido pero perverso.
Humor polÃtico
