Faltaban las putas y ya han salido. Con tipos como Correa y Bigotes tenía que haber putas por algún lado y, sí, están. En las grabaciones y en el sumario. Y es que Correa organizaba, al parecer, fiestas con “servicio de chicas”, a la manera de Berlusconi, con la diferencia de que, por el momento, ninguna de las putas ha ofrecido entrevistas a los medios de comunicación que informan sobre el asunto. Pero todo llegará, las putas tendrán su minuto de gloria, como la italiana convertida en estrella mediática por los mismos que censuran a Berlusconi el haberla contratado.
Porque esto va de delito y de corrupción, pero también de amarillismo, de cotilleo y de folletineo. Este es el otro problema de la trama Gürtel. Que, junto a los delitos, hay miles de páginas del sumario de puro cutrerío, de macarras, de putas, de miserias personales. De un Costa que pide al Bigotes enchufe con Camps, de un Correa que se hace llamar Don Vito, de la puta Micaela que hace de intermediaria con el resto de prostitutas. Grabados por la Policía, recogidos en el sumario y hechos públicos, aunque nada tuvieran que ver con el delito. Y, por supuesto, aireados por los medios de comunicación.
Lo que demuestra, como siempre, que la moral de la política es más que dudosa, y no hay más que ver a los implicados en la Gürtel, pero que la moral del periodismo también deja mucho que desear. Cuando eleva las historias de miserias personales a la categoría de delito y cuando hace el juego a los abusos de los informes policiales y de los jueces en las grabaciones y en el uso de las historias personales que sólo tienen como objetivo el descrédito por el descrédito.
Si se pide a un partido que limpie su mierda, hay que empezar no pringándose uno mismo con ella. La ética y la estética rigen para todos, o eso dice la teoría de la democracia.
Corrupción