La situación es cómico-grotesca pero es tal cual: España está paralizada políticamente y en serio peligro de tener que repetir de nuevo elecciones porque el segundo partido del país, el PSOE, no es capaz de librarse de Pedro Sánchez. Un líder empeñado en bloquear la investidura del ganador de las elecciones en contra de una buena parte de los líderes socialistas por el único objetivo de prolongar su poder al frente del PSOE e intentar incluso una investidura a la desesperada en el último momento.
Que haya nuevas elecciones dependerá de si el PSOE es capaz de neutralizar a Sánchez. Y no está claro que lo logre. Por dos motivos, el primero, que quienes aspiran a suceder a Sánchez al frente de la Secretaria General tan pronto como sea investido Rajoy, Susana Díaz especialmente, no quieren desgastarse con una batalla abierta por la abstención en la investidura. Y el segundo que explica en parte el primero, porque una buena parte de los militantes socialistas está en contra de esa abstención después de tantos años de soflamas de sus líderes contra el PP, la derecha y su legitimidad para gobernar España.
¿Lo lograrán? Estoy ahora bastante menos segura de mi respuesta que tras las elecciones de junio, la incapacidad de acción de los líderes socialistas opuestos a Sánchez es verdaderamente asombrosa, pero creo que sí por su propia supervivencia política. Unas terceras elecciones serían desastrosas para el Partido Socialista, con consecuencias imprevisibles también para Susana Díaz. Es altamente improbable que permitan ese desenlace, y no es descartable, además, que Ciudadanos ayude al cambio socialista con un Sí en la investidura. Y es que, a medida que se prolonga el bloqueo, las terceras elecciones son nefastas para España, para el PSOE y para Ciudadanos, y únicamente convenientes en términos de votos para el PP.
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