El afán de Pedro Sánchez y su Gobierno por utilizar las instituciones como plataforma electoral no tiene límites. Cualquiera con un poco de sentido común pensaría que la legislatura está finiquitada y que debe ser el Gobierno que salga de las urnas el próximo 28 de abril, el encargado de aprobar las leyes y reformas que considere oportunas, porque serán las que hayamos apoyado la mayoría de los españoles.
Pues no. Lo que estamos viendo desde que el pasado viernes Sánchez anunciara el adelanto electoral, es una carrera por aprobar decretos y enviar proyectos a las Cortes, con una única finalidad: hacer campaña electoral o poner piedras en el camino del que venga detrás.
Ya el pasado viernes se aprobó en el Consejo de Ministros la exhumación de Franco y la contreforma educativa. Ahora nos enteramos que pese a las peleas internas entre las ministras de Economía, Nadia Calviño, y la de Trabajo, Magdalena Valerio, el Gobierno también se plantea tumbar por decreto la reforma laboral de Rajoy, aparte de aprobar nuevos subsidios. Y eso sin olvidar la nueva ley de cambio climático y transición energética que ha puesto en pie de guerra al sector de la automoción, y que pretende también aprobar en el Congreso en estas últimas bocanadas de legislatura. Aparte, claro, de los anuncios de inversiones de última hora, que estamos viendo estos días.
Personalmente muchas de estas medidas no me gustan. Me recuerdan demasiado a la política económica de Rodríguez Zapatero, a ese gastar como si no hubiera un mañana, que obligó después a los fuertes recortes que tuvimos que soportar todos para evitar la quiebra de España. Pero no tendría nada que objetar si estas medidas las aprobara Pedro Sánchez después de ganar las elecciones del próximo 28 de abril o de conseguir los apoyos suficientes para gobernar. Pero ¿poner patas arriba todas las reformas aprobadas por el PP en los últimos años por decreto en el cierre de la legislatura, cuando hasta los socios que le llevaron a la presidencia le han tumbado sus presupuestos? ¿De verdad? No había visto nada igual en los treinta años que llevo ejerciendo el periodismo. En política, no todo vale señor presidente.
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