Yolanda Gómez el 23 feb, 2021 Esta semana se ha celebrado el día europeo por la Igualdad Salarial, una cita que trata de sensibilizar y concienciar sobre la brecha que existe entre hombres y mujeres en el mundo del trabajo. Una brecha de casi 6.000 euros anuales en el caso de España, y que se ha acrecentado con la pandemia. Debo reconocer que siempre he sido muy escéptica sobre estos temas. Quizás porque en mi vida laboral nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer. Cuando en 1988 me presenté a la escuela de prácticas de ABC entramos treinta becarios, quince hombres y quince mujeres. Solo unos cuantos nos quedamos, y en esa ocasión la elección nunca entendí que tuviera nada que ver con el género, sino por ser los que la empresa necesitaba en ese momento. A partir de ahí fui madre de familia numerosa y tampoco sentí que eso me perjudicara en mi carrera profesional, quizás porque las madres trabajadoras de mi época nos esforzamos mucho en tratar de demostrar que podíamos tener hijos pequeños y no trabajar ni un minuto menos que cualquiera de nuestros compañeros o quizás porque en casa teníamos muy claro que el cuidar de los hijos no era cuestión de la madre, sino una tarea compartida a la que cada uno aportaba lo que podía en función de sus horarios, y en mi caso los míos eran los peores. Y tampoco creo que haya sufrido la terrible brecha salarial. De hecho creo que por cuestiones de oferta y demanda mi salario en algunos momentos subió más que el de algunos compañeros que entraron conmigo en la empresa y que eran hombres. Quizás por esa experiencia personal me cuesta entender la discriminación de la que tanto se habla, pero lo cierto es que las cifras están ahí y que no todas las mujeres han sido o son tan afortunadas como yo. Nunca he creído en las cuotas. Creo que los puestos deben ser desempeñados por los mejor preparados para ejercerlos, sean hombres o mujeres. Y entiendo perfectamente que hace treinta o cuarenta años no hubiera mujeres en los puestos directivos porque simplemente las mujeres empezaban entonces a incorporarse a las universidades y al mercado laboral, pero a medida que pasan los años cada vez tiene menos sentido esa falta de igualdad en todos los escalafones de las empresas, desde abajo hasta arriba. Si no se consigue esa igualdad, y no por imposición legal, algo está fallando. Y el primer fallo quizás está dentro de las propias familias. Somos las mujeres las que tenemos que enseñar esa igualdad a nuestros hijos e hijas y las que tenemos que exigírsela a nuestras parejas. Por supuesto que toda mujer, igual que todo hombre, tiene derecho a bajar el ritmo en su trabajo para dedicarle más tiempo a sus hijos si así lo decide, faltaría más, pero llama la atención que a estas alturas del siglo XXI las mujeres dediquen casi un 38% más de horas al cuidado y educación de familiares, o que casi el 92% de las personas que solicitaron excedencias para cuidar a sus hijos en el tercer trimestre del año pasado fueran mujeres. En las últimas décadas hemos avanzado mucho, sin duda. Las mujeres que quieren estudiar, estudian, y estudian lo que les gusta. Y si no hay más mujeres en carreras de ciencias es porque así lo hemos decidido nosotras, no porque no tengamos acceso a ellas. Y hay muchas mujeres médicos y jueces y periodistas, pero es cierto que apenas un 2% de los puestos de alta dirección son ocupados por mujeres. Hay que seguir avanzando. No se pueden dar pasos atrás. Y no es cuestión de crear un Ministerio de Igualdad -con Ministerio y todo la desigualdad entre hombres y mujeres en el empleo ha aumentado con la pandemia-; es cuestión simplemente de que la igualdad comience en las propias parejas y en las propias familias; y que las empresas apuesten por los más válidos y los más preparados para cada tarea que, seguro, no siempre serán hombres, o no siempre serán mujeres. Y, sin duda, la mezcla de talento femenino y masculino siempre será bastante más enriquecedor para todos, incluidas las propias empresas. Son ya varios los estudios que constatan que las empresas que han incorporado a mujeres en la toma de decisiones mejoran sus beneficios. Aunque solo sea por interés, muchas compañías deberían tomar nota. Otros temas Comentarios Yolanda Gómez el 23 feb, 2021