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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Ulm, patria chica de Einstein

Es también la primera ciudad que encuentra el Danubio en su curso

Ulm, patria chica de Einstein
Francisco López-Seivane el

Hasta Ulm, el Danubio es un río adolescente que no arrastra más agua que el Pisuerga, pero aquí empieza a hacerse mayor con la aportación del Blau, un afluente truchero que atraviesa la ciudad desde el norte, moviendo norias y aspas de molino en su apretado discurrir entre las casas. Ulm es la primera gran ciudad que encuentra un Danubio todavía limpio y vale la pena entretenerse recorriendo sus murallas, sus deliciosos barrios de pescadores y curtidores, con las características fachadas de madera para secar las pieles. 

Cuando supe que aquí había nacido Einstein, me afané en buscar el rastro de aquel maestro que le suspendió en Física, pero no sobrevive más que la anécdota, que todos dan por cierta. Ulm era en el siglo XVI el punto de partida para los cruzados que se dirigían a luchar contra la expansión musulmana. Descendían en las famosas shachteln (“caja”), pequeñas embarcaciones de fondo plano y sin quilla, que permitían la navegación por aguas poco profundas. Las mismas que llevarían, dos siglos más tarde, en tiempos de la gran depresión económica alemana, a cientos de miles de emigrantes que buscaban mejores oportunidades en el Este. Y las mismas que, hasta la aparición del ferrocarril, transportaban en dos semanas todo tipo de mercancías hasta Viena. Aquellos eran viajes sin retorno, ya que las precarias naves, incapaces de remontar la corriente, estaban condenadas a la venta en destino o al desguace para recuperar los valiosos herrajes que retornaban en carretas y servían para la construcción de nuevas embarcaciones. 

Un feo monumento recuerda, sin embargo, la infancia de Einstein en la ciudad

En pocos lugares he visto cristalizada la vida medieval tan cabalmente como en Ulm. Pasear por sus callejuelas y plazas es un inevitable retorno a tiempos pretéritos. A pesar de los terribles bombardeos que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial, que destruyeron más del ochenta por ciento de sus barrios históricos, aún se encuentra en pie en la Plaza del Mercado, junto al secular Ayuntamiento gótico, el viejo pilón de la fuente donde los pescadores hundían sus cajones de madera, llenos de peces vivos. 

Panorámica de la plaza de IUlm con el Danubio al fondo

Esta ciudad, que presume de tener la torre más alta del mundo, a la espera de que las gaudianas agujas de la Sagrada Familia la superen, vive orgullosa de haber sido un burgo libre desde el siglo XII, donde florecía el comercio y se respetaban los derechos ciudadanos. Napoleón la confinó a la rivera septentrional del Danubio, al agrandar los territorios de su aliada Baviera hasta el río y fundar en la orilla opuesta la ciudad de Neu Ulm. A pesar del tiempo transcurrido, la rivalidad entre ambas villas ribereñas es patente. Ningún ciudadano de Ulm permitiría, aún hoy, que un hijo suyo naciera al otro lado del puente, en Baviera, donde se encuentran, por cierto, los mejores hospitales.

La catedral de Ulm pasa por tener las torres más altas del mundo

Poco después de ser declarada ciudad libre por el emperador Barbarroja, Ulm inició la construcción de su espectacular catedral que tardaría casi cinco siglos en terminarse y se ha convertido en símbolo de la compleja idiosincrasia religiosa e histórica de esta vieja comunidad. Lo que se planeó como un templo gótico, terminaría siendo, quinientos años más tarde, un pastiche de estilos y lo que fue concebido como catedral católica dedicada a María, donde los cruzados se encomendaban antes de partir al frente, ha acabado siendo la mayor iglesia protestante de Alemania. Después de todo ¿quién podía prever en el siglo XIV la espantada de Lutero?. 

El Danubio, la muralla y, al fondo, la impresionante torre de la catedral

Admirando el majestuoso interior de la catedral, di con un busto en madera de Séneca cortándose las venas, que adorna los sitiales reservados a los canónigos. No me pregunten qué puede explicar semejante referencia pagana en un templo católico/protestante, donde se concelebran a menudo bodas mixtas entre fieles de ambas comunidades, quienes, dicho sea de paso, parecen convivir en franca armonía, tal vez unidos por la tragedia de una guerra que afectó a todos por igual, causando miles de muertos de una y otra denominación. Una simple lápida en el cementerio lo recuerda así: “Reflexionad vosotros, los que vivís”.

Mientras cruzo por última vez el moderno puente sobre el Danubio, alguien me cuenta la historia del sastrecillo valiente que quiso ser el primer hombre pájaro del mundo y sujetó a una liviana estructura de madera unas enormes alas de loneta que le permitieran volar. Eligió una ocasión acorde con la importancia de su gesta: la anual visita del rey. Ante una muchedumbre entusiasta y expectante, se lanzó al vacío desde lo alto de la muralla… para terminar maltrecho en el río, tras un frenético aleteo. Para mí, que el sastre volador, cuyo precario artilugio aún se exhibe en un museo local, no debía de tenerlas todas consigo; de otro modo se hubiera lanzado desde lo alto de la torre de la catedral: Eso le hubiera garantizado, al menos, un vuelo de ciento sesenta metros.

La muralla que rodeaba la antigua ciufaf medieval aún sigue en pie a lo largo del Río

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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