Helsinki, la capital más joven de Europa, posee una asombrosa creatividad o, lo que viene a ser lo mismo, una sorprendente capacidad de reinventarse. No en vano fue designada hace años ‘Capital Mundial del Diseño’.
Por lo general, las viejas ciudades europeas tienden a enfatizar su historia y patrimonio, anclado siempre en sus seculares logros históricos, pero esta urbe adolescente, nacida de las cenizas de sus casas de madera, resurge hoy como una urbe moderna que se reinventa cada día con los vientos de la creatividad. La Helsinki de la época sueca, construida en madera, quedó, en efecto, totalmente arrasada por las guerras y los incendios, pero que nadie se llame a engaño, la ciudad actual no es en absoluto una urbe futurista como Brasilia o Chicago. Lo que encuentran los visitantes ahora es una sólida ciudad de piedra, rodeada de mar por casi todas las partes y abrazada a las sinuosas formas de su costanera, una urbe de diseño decimonónico, con abundantes aportaciones neoclásicas y modernistas, producto de la época de los zares. Pero, aquí y allá, a lo largo de sus rectas calles, avenidas y parques, están surgiendo sorprendentes muestras de una arquitectura vanguardista que va transformando paulatinamente el paisaje urbano.
El diseño finlandés ha adquirido justa fama internacional en poco tiempo y algunas de sus empresas están a la vanguardia del mundo, tanto en tecnología como en diseño, pero ahora es la propia ciudad la que está empezando a reinventarse con un estilo único que ya cuenta con un número de edificios asombrosos por su originalidad y funcionalidad, como el Museo de arte Contemporáneo Kiasma, el Palacio de la Música o la recién inaugurada Capilla de Madera, un espacio de recogimiento y meditación en pleno centro de la ciudad. Que nadie piense por ello que el diseño finlandés es una mera cuestión epidérmica que se reduce a un puñado de edificios de nueva factura. No, lo que se palpa en la capital báltica es un creatividad desbordante que se proyecta en todos los órdenes de la vida. Hay, incluso, un barrio entero, denominado apropiadamente Distrito del Diseño, donde proliferan las tiendas de todo tipo que ofrecen objetos, prendas, artículos y creaciones únicas y exclusivas, muchas veces directamente del creador al consumidor.
Este afán por la originalidad de las formas se extiende a todos los ámbitos de la vida urbana y empresarial y está latente en el espíritu mismo de la ciudad. La compañía aérea Finnair, por ejemplo, promueve la ‘paz de espíritu’ como concepto publicitario, tratando de trasladar a sus pasajeros una filosofía de sosiego, silencio y descanso en sus vuelos, algo que los viajeros frecuentes apreciamos sobremanera. Aquí reside, quizá, una característica que distingue al diseño finlandés de otros: su incontestable funcionalidad, puesto que, para los creadores finlandeses, no se trata sólo de explorar nuevas formas, sino de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
A primera vista, Helsinki es una ciudad conservadora, limpia, cómoda y acogedora, pero guarda muchos contrastes y sorpresas. Su corazón es la Plaza del Senado, a los pies de la imponente catedral, presidida por la estatua del zar Alejandro II.
Muy cerca, asomada al Báltico, otra catedral, Uspenski, ésta roja, ortodoxa y encebollada, recuerda su pasado ruso.
Pero como contrapunto a ambas, la original y sorprendente iglesia luterana de Temppeliaukio, excavada en plena roca, y uno de los lugares más visitados de la ciudad, representa el vanguardismo y el nuevo diseño que está creciendo en silencio por doquier y vale la pena descubrir.
Los amantes del arte no tendrán ninguna dificultad en cumplir un circuito iniciático que les llevará, de sorpresa en sorpresa, por una Helsinki supermoderna, innovadora y abierta. No se lo pierdan.¡Ah! y no dejen de terminar el día en una sauna, donde el nudismo es visto con total naturalidad.
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