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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

El Hotel Real de Santander, un mito de la hostelería española

El Hotel Real de Santander, un mito de la hostelería española
Francisco López-Seivane el

Acabo de pasar unos días en Santander tras una prolongada ausencia de décadas. He de confesar que la ciudad me ha subyugado. Bastó asomarme a la terraza del Eurostar Hotel Real para sentirme completamente seducido al contemplar su espléndida bahía y la inigualable sinfonía de verdes que la rodea. Sobre un fondo de montañas, una larga, estrecha y misteriosa playa hiende el agua como una puñalada de arena. Se trata de la Playa del Puntal, un lugar favorito de los santanderinos en verano. La vista, repito, es de una amplitud y una policromía absolutamente cautivadoras. Creo que en ese mismo instante me enamoré apasionadamente de una ciudad bellísima, limpia, verde, amplia y asomada al mar. Y de un hotel que incluye en el precio disfrutar sin duelo de una de las más extraordinarias y hermosas vista que recuerdo haber contemplado jamás.

Desde cualquier habitación del Hotel Real la increíble playa del puntal muestra su estilizada silueta, según dicten las mareas. Foto F. López-Seivane

En las postrimerías del siglo XIX entre las grandes familias españolas se asentó la costumbre de tomar ‘baños de ola’ en las playas del Cantábrico, siguiendo las recomendaciones de destacados científicos británicos, que atribuían grandes beneficios a las bravas aguas de este mar. Santander se convirtió así en la ciudad favorita de un imberbe Alfonso XIII. No tendría ni 14 años el futuro monarca cuando ya acudía cada verano al Palacio de la Magdalena de la capital cántabra acompañado de su madre, la reina regente María Cristina. Tras su matrimonio con la británica Victoria Eugenia sus visitas fueron más frecuentes y los santanderinos empezaron a mirar sus playas con ojos distintos. De territorio de paseantes ociosos y pescadores las playas pasaron a ser zonas de baños rehabilitadores.

Justo acababa de inaugurarse en Madrid el espléndido Hotel Ritz (1910) cuando, en septiembre de 1915  el rey Alfonso XIII, le pidió al prócer local don Emilio Botín (¿les suena?) en una reunión que mantuvieron en el Palace de la Magdalena que, como favor personal, se hiciera cargo de la construcción de un hotel de la máxima categoría para acoger el descanso estival de la familia real. Fue el propio monarca quien, al año siguiente, cuando le presentaron los planos de un edificio de cemento armado como no había otro en la ciudad, decidió que se llamara Hotel Real. La parcela que se escogió fue un hermoso mirador que se extendía entre la calle Pérez Galdós y el Paseo de la Reina Victoria. Allí se levanta aún, entre frondosos jardines, este soberbio edifico de corte neoclásico, cuya albura destaca luminosa sobre los verdes de su entorno y el azul de un mar que ya se muestra dócil y quieto cuando sestea en la bahía. Es un edifico hermoso que forma un triángulo mágico con el Palacio de la Magdalena y el Casino del Sardinero. Y eso sin mencionar el gran gesto de nobleza y humanidad que tuvo este establecimiento, familiarmente conocido como el Real, cuando, en 1940, un terrible incendio asoló parte de la ciudad. El Real no dudó en acoger a los desamparados que habían perdido sus casas y enseres y alojarlos durante diez días.

Ha pasado casi un siglo desde entonces y el Hotel Real de Santander sigue siendo una meca para las celebrities del momento. Generación tras generación, las firmas de las figuras más destacadas de la escena nacional han ido llenando los libros del registro de huéspedes: reyes, ministros, nobles, cantantes, toreros, futbolistas, escritores, políticos de todo pelaje… han disfrutado de la hospitalidad de un establecimiento que ha permanecido impertérrito ante los grandes cambios sociales que ha experimentado el país. Lo prueba el hecho de que la Suite Real que ocupara en su día Alfonso XIII y más tarde Don Juan Carlos y su familia real al completo, fuera también utilizada por Alfonso Guerra. Se trata de un dúplex en la misma cúpula del hotel, con unas vistas absolutamente insuperables, que otros destacados vips han disfrutado también, como el cantante Julio Iglesias. Cual no sería la grandeza y exclusividad del hotel Real que hasta tenía un sacerdote, el Padre Sopeña, para decir misa los domingos a sus clientes en el propio hotel.

La impresionante vista que se contempla desde la Suite Real. Foto: F. López-Seivane

Ahora el Real, aunque sigue siendo propiedad de la familia Botín, es gestionado por la potente cadena Eurostars Hotels Company, especializada en grandes establecimientos con historia, como el Hotel de la Reconquista de Oviedo o el mítico Balneario Eurostars Gran Hotel La Toja. Sin haber perdido ni un ápice del extraordinario aura de excelencia y exclusividad que le han venido caracterizado generación tras generación, el Real sigue siendo hoy un referente inexcusable para los viajeros acomodados, que disfrutan enormemente sus aperitivos sentados en las terrazas ajardinadas entre una increíble variedad de rosas.

La privilegiada terraza del Real se asoma a las mansas aguas de la Bahía de Santander

Y es que el Real impone desde la entrada, ya que para acceder a la recepción no queda más remedio que subir una escalinata de no menos de diez peldaños desde el jardín. Una vez dentro todo resulta deslumbrante. Desde el espléndido hall de mármol ajedrezado a la luminosa sala de estar abierta a los jardines. Todo es suntuoso y elegante. La recepción, muy pequeña, es práctica y cercana. El ascensor de época, estupendamente conservado, sube con cierta donosura para ser un anciano renqueante y dispone de un magnífico banco que permite pasar el trance sentado. Las habitaciones son amplias y luminosas, abiertas a la espléndida bahía de la ciudad. Basta asomarse al balcón para quedar inmediatamente prendado por la belleza de la vista. Si tienen oportunidad de acercarse a esa hermosa ciudad, dense el lujo de contemplar la hermosa bahía de Santander desde el Real. La imagen quedará indeleblemente guardada en su memoria, se lo aseguro.

Impresionante hall de recepción y acceso a la privilegiada terraza.

 

 

 

 

 

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