Contaba en mi último post el gran efecto anímico que me produjo mi primera noche en el desierto. Pues al día siguiente descubrí que las arenas del Sahara tienen propiedades desconocidas capaces de aliviar el padecimiento de las más recalcitrantes enfermedades reumáticas, como la artritis o la temida fibromialgia. En los meses de julio y agosto, cuando mayor es el calor, una caravana de pacientes viene de todos los confines a Merzuga (Marruecos) para enterrarse en las dunas y aliviar sus padecimientos. Con gran éxito, por lo que cuentan. No vale cualquier mes ni cualquier duna. Ha de ser en verano y la arena ha de poseer ciertas características que los berebere saben discernir perfectamente por el color y la textura.
Un buen día, hallándome junto a un círculo de piedra, que defendía un pozo en medio del desierto, vi acercarse lo que parecía un hombre en bicicleta. Pedaleaba lentamente, pero en el desierto nunca hay prisa, así que, intrigado, decidí esperarle pacientemente. Se trataba de un compatriota, Carlos del Barrio, Charly, un empresario donostiarra, que me contó que allá por el año 2008, se topó con Lejó, un antiguo camellero que un buen día decidió dejar de pasear turistas en su dromedario para dedicarse al mundo de los fósiles. Se encontraron por azar en medio del desierto y terminaron haciéndose joyas, hermanos, en el idioma bereber. En sus largas horas de charla entre tés de menta y cervezas de estrangis, Lejó le comentó un día las propiedades de los baños de arena que los berebere han venido utilizando desde siempre para curar sus males.
Se daba la circunstancia de que Gema, la mujer de Charly, farmacéutica en ejercicio, padecía una avanzada fibromialgia que la tenía prácticamente postrada y deprimida entre incesantes dolores, así que pegó el oído y se prestó de inmediato a experimentar la terapia. Bastaron unos minutos enterrada bajo las arenas ardientes del desierto durante tres días seguidos para que sus dolores desaparecieran. Regresó a San Sebastián como si volviera de Lourdes, caminando sin problemas y durmiendo sin dolores. Un milagro en toda regla…., pero no por mucho tiempo. Algunos meses más tarde los dolores retornaron paulatinamente. El milagro se quedó en un alivio temporal, pero gratificante. Desde entonces, Gema no se ha perdido ningún verano los baños en el Sahara. Charly y ella han construido una casa de adobe junto a la de su joya y cada vez pasan más tiempo allí. Me comentaron en el pequeño oasis de su jardín que es muy importante mantener el calor al desenterrase, por lo que se tapa con mantas a los pacientes y se les aconseja permanecer en lugar cerrado, donde no haya corrientes. Y bien hidratados, aunque no pueden beber nada frio.
La mecánica del tratamiento en nada difiere de los enterramientos que hacen los niños en la playa, excepto en la abrasadora temperatura de la arena, que hay que resistir con estoicismo, como cuando uno se mete en una bañera de agua muy caliente. Tras unos segundos, el cuerpo se adapta y comienza a sudar. Nadie sabe exactamente si el secreto reside, como sostienen los berebere, en los minerales de la arena o en la desintoxicación que propicia el sudor. Lo importante para Gema es que funciona y le alivia sus dolores durante meses cada año. Antes visitaba con frecuencia la Unidad del Dolor en el hospital donostiarra. Allí comentó a sus médicos la increíble mejoría que le propiciaban las arenas. Éstos no pudieron explicar a qué podría deberse, pero tampoco pudieron negar la evidencia de su recuperación cada vez que volvía del desierto, así que el asunto aún está pendiente de un dictamen científico, aunque muchos especialistas tienden a creer que el calor extremo produce una depuración total del organismo. Y advierten que no deben enterrarse en la arena quienes padezcan de diabetes o tengan problemas de corazón o riñón.
Como la fibromialgia es una enfermedad crónica de tipo reumático que no se cura nunca, encontrar algo que la alivie significativamente es un avance considerable. El baño de arena, o psamoterapia, como algunos lo denominan, es una forma de terapia balsámica muy conocida que puede hacerse en balnearios e incluso en la playa, pero la sequedad del desierto y la cantidad de minerales que sus arenas atesoran contribuye efectivamente, según me aseguran, al alivio de los síntomas en todo tipo de enfermedades reumáticas, aunque no a su curación. También es efectivo, al parecer, en casos de eccema. La prueba de su efectividad es la ingente cantidad de personas que se acercan a Merzuga, casi en la frontera con Argelia, todos los veranos sin otro objetivo que enterrar sus males y dolores en la arena.
Gema ha ofrecido amablemente su e-mail: albergueitrane@gmail.com por si alguien quiere ponerse en contacto directamente con ella. Algunos de los mejores hoteles de Merzuga ofrecen asimismo ese tratamiento con un médico supervisando la terapia. Muy particularmente el Hotel Xaluca, de propiedad española.
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