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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Blas de Lezo, héroe de Cartagena de Indias

Francisco López-Seivane el

Acabo de regresar de Cartagena de Indias en un vuelo de Avianca, gratamente sorprendido por la calidad y calidez de su servicio y por la categoría del modernísimo Airbus de última generación que me acogió en su seno. Ahí supe que esta compañía fue la primera línea comercial de América y una de las pioneras en todo el mundo. No conocía Colombia y es bien sabido que la línea aérea de bandera de un país suele servir en bandeja la primera impresión de éste a quienes lo visitan de nuevas. En este caso no pudo ser más cierto. La misma amabilidad que percibí en la tripulación es la que encontré después en tierras colombianas. Por supuesto, en casi todas las grandes aerolíneas la profesionalidad de las tripulaciones es la norma, pero aquí hay un plus. Se notan las ganas de agradar, un espíritu de servicio, una energía extra que llega y hace sentir muy bien al pasajero, tal vez una expresión del carácter colombiano. Pero antes de contarles las maravillas de ese país y de esta histórica ciudad, tan ligada a España, me siento impulsado a escribir sobre el gran héroe local, el español Blas de Lezo, que salvó la ciudad del más furibundo ataque inglés que hayan conocido aquellos mares.

La antigua Casa de Aduanas es ahora la Alcaldía de Cartagena, un edificio histórico que ya existía en tiempos de Blas de Lezo/ Foto: F. López-Seivane

Medio hombre le llamaban algunos a Lezo porque le faltaban un ojo, un brazo y una pierna, perdidos en distintos combates. Pero manco, tuerto y cojo, fue el mayor estratega naval de la historia de España, un soldado sin miedo, entregado a la defensa de la patria. Es imposible visitar Cartagena de Indias y no rendirse ante la grandeza de un almirante español al que los cartageneros no han olvidado jamás, mientras en nuestro país fue desposeído de títulos y honores después de muerto por los celos de un mediocre virrey, que le desacreditó ante la corona con falsas acusaciones. Si bien es cierto que más tarde se hizo justicia y Carlos III otorgó a su hijo el marquesado de Ovieco en reconocimiento de los méritos de su padre, en España sus hazañas fueron pronto relegadas, si no olvidadas, y aún son pocos los que saben de sus méritos y logros al servicio de España.

Iglesia de santo Domingo, la más antigua de la ciudad y uno de los lugares donde se piensa que puede estar enterrado el cuerpo de Blas de Lezo/ Foto: F. López-Seivane

Cualquier soldado de hoy habría pedido su baja en el servicio tras la primera herida de guerra y se habría conformado con los honores y una pensión vitalicia de invalidez, pero el vasco Blas de Lezo, que se alistó como grumete con sólo doce años, rechazó las prebendas que se le ofrecían y decidió seguir luchando por España en todos los mares, llevando a cabo misiones tanto en el Mediterráneo como en el Pacífico, el Atlántico o el Caribe, donde, siendo Comandante General de Cartagena de Indias, hizo huir a la auténtica Armada Invencible del almirante Vernon -muy superior en barcos, cañones y hombres a la famosa Armada Invencible española que naufragó en las costas de Irlanda-, tras resistir un asedio de más de dos meses en una ciudad con defensas ruinosas y con poco más de 6o cañones para defenderse, y aún esos porque los sacaron de algunos buques de la propia flota antes de hundirlos.

Puerta del Reloj, entrada principal a la ciudad amurallada/ Foto: F. López-Seivane

No se trató de una escaramuza de piratas, sino del más serio intento por parte de los ingleses de poner pie e imponer idioma y negocios en la América hispana. España sólo contaba en Cartagena con seis navíos que Blas de Lezo hizo hundir en la bocana de la bahía para dificultar la entrada de los 186 barcos, con 2.000 cañones y más de 23.000 hombres de la flota inglesa, que llegó a atacar el entonces no tan imponente Castillo de San Felipe. Blas de Lezo, que no contaba ni con 2.500 soldados, resistió con arrojo, astucia y determinación a los ingleses, hasta que percibió que la fiebre amarilla hacía estragos entre los sitiadores. Entonces mandó a sus hombres que los enfrentaran a bayoneta calada fuera de las murallas. Este inesperado ataque a campo abierto de los españoles causó tantas bajas entre los mermados ingleses que terminaron por huir a toda vela. La batalla se saldó con unas doscientas cincuenta bajas por parte española y entre dos mil y diez mil entre las filas inglesas. Fue, sin duda, la mayor hazaña bélica de nuestra historia, a la que los ingleses, que ciertamente no la han olvidado, no pueden referirse sin expresar tanta admiración hacia Blas de Lezo como vergüenza por una derrota que acabó para siempre con sus pretensiones de hacerse con el botín de América, ese que tanto denostaron después en su Leyenda Negra, una mentira histórica que, propagada por tierra mar y aire, terminaría haciendo fortuna en Europa.

Se podrían escribir muchas páginas relatando las hazaña de Blas de Lezo al servicio de España, desde la toma de Orán hasta la ruptura del asedio de Barcelona durante la guerra de Sucesión, o la captura del Stanhope, el buque insignia de la flota inglesa, frente a las costas de la Rochelle. Tratando de recuperar el Peñón de Gibraltar en 1704 fue alcanzado por una bala de cañón, lo que llevó a tener que amputarle una pierna de inmediato sin anestesia, un trabajo que entonces hacían los barberos. Durante el asedio de Barcelona recibió un balazo en el antebrazo derecho, que le dejó el miembro sin movilidad hasta el fin de sus días. En 1707, durante la toma de Tolón, una esquirla le impactó en un ojo, dejándole tuerto de por vida. Pero su vida militar y sus hazañas continuaron como si tal cosa.

Bahía de Cartagena en la actualidad. A la derecha puede apreciarse una esquina del pequeño fuerte de San Sebastián del Pastelillo, que protegía la entrada/ Foto: F. López-Seivane

Blas de Lezo no pudo disfrutar siquiera de la victoria sobre los ingleses en Cartagena de indias, ya que una bala de cañón alcanzó la mesa del Galicia mientras discutía el plan de defensa con sus oficiales. Algunas esquirlas le produjeron serias heridas en la pierna sana, que acabarían con su vida unos meses más tarde, en septiembre de 1741, cuando sólo tenía 52 años de edad, lo que no le impidió dirigir todo el asedio aún herido de muerte.

Una magnífica estatua mantiene viva su memoria frente al inexpugnado Fuerte de San Felipe, con una inscripción que reza: “Homenaje al Almirante D. Blas de Lezo y Olavarrieta. Esta placa se colocó para homenajear al invicto almirante que con su ingenio, valor y tenacidad dirigió la defensa de Cartegena de Indias. Derrotó aquí, frente a estas mismas murallas, a una armada británica de 186 barcos y 23.600 hombres, más 4.000 reclutas de Virginia. Armada aún más grande que la Invencible Española que los británicos habían enviado al mando del Almirante Vernon para conquistar la ciudad llave y así imponer el idioma inglés en toda la América entonces española. Cumplimos hoy juntos, españoles y colombianos, con la última voluntad del Almirante, que quiso que se colocara una placa en las murallas de Cartagena de Indias que dijera: Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias. Cartagena de Indias, marzo de 1741”

Estatua de Blas de Lezo ante el Castillo de San Felipe, la más formidable fortaleza construida por España en América/ Foto: F. López-Seivane

Próximamente, tal vez en otra sección de ABC, escribiré sobre la maravillosa Cartagena de Indias, Patrimonio de la Humanidad y tan caribeña como española, pero hoy me pareció obligado rendir este merecido homenaje a uno de los mayores héroes de la historia de España.

Para dimes y diretes: seivane@seivane.net

 Las imágenes que ilustran este reportaje han sido tomadas con una cámara Fujifilm serie X-T10

 Pueden escuchar aquí mis ‘Crónicas de un nómada’ en Radio 5 (RNE)

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