Nadie concibe que cuando nos rompemos una pierna nos prescriban solo analgésicos, sin más tratamiento. Probablemente nunca volveríamos a caminar. Pero cuando se nos fractura el alma (psique, en griego ψυχή, de ahí lo de psicología) lo único que nos dan es una pastilla. Eso es todo, sin ninguna “escayola” que nos ayude a componer lo que se ha fracturado.
Eso les ocurre cada día a uno de cada dos pacientes. Acuden a atención primaria para aliviar su ansiedad, depresión o síntomas físicos que no tienen un origen fisiológico identificable y sí psicosomático, y salen con una pastilla y, con mucha suerte, cinco minutos de atención por parte del médico, que no da abasto.
Pero nadie les explica que muchos de sus problemas podrían aliviarse pensando de otra manera. El encargado de hacerlo es un profesional de la Psicología, como resaltaba Antonio Cano Vindel en el Ministerio de Sanidad esta mañana a una psiquiatra que quería saber si el personal de enfermería podría cumplir esa misión… (A veces algunos se pierden en luchas insustanciales que no conducen a nada)
Ansiedad, depresión y somatización suponen el 75% de todos los trastornos mentales. No son los más graves, pero sí los más prevalentes y tienen una alta comorbilidad. Y todos ellos se pueden aliviar con un manejo adecuado de las emociones, aunque la mayoría de las personas no lo saben.
La OMS acaba de hacer públicas las cifras de depresión en el mundo. Somos el cuarto país europeo con más casos. En ansiedad no andamos a la zaga, si incluimos las fobias. Igual pasa con el descanso nocturno: cada vez dormimos peor. El consumo de antidepresivos, somníferos y tranquilizantes va en aumento. Somos el segundo país de la OCDE donde más se consumen, por detrás de Portugal.
Sin embargo, estos fármacos no están exentos de efectos secundarios. Y tampoco curan las patologías para las que se prescriben, de igual forma que un analgésico no cura una hueso roto. Solo ayudan a paliarlas temporalmente, mientras el dolor se hace insoportable. Las guías clínicas no recomiendan el uso de benzodiacepinas más allá de 2-4 semanas. Aunque no es infrecuente que muchas personas usen estos fármacos durante años…
Y lo peor es que no solucionan su problema, porque no van a la raíz. No cambian los pensamientos inadecuados que les quitan el sueño y están en la base de su ansiedad y depresión. Una forma de pensar que se enraíza en la infancia (los trastornos de ansiedad pueden verse ya hacia los 10 años o antes), y es transmitida de padres a hijos por medio del estilo de crianza. Su efecto es el de una bola de nieve que va creciendo con los años, advierte Antonio Cano Vindel: “Se arrastran durante toda la vida si no se tratan adecuadamente y hacia los 50 años pueden llevar a una persona a una situación de incapacidad”, como constata la Organización Mundial de Salud. Y luego los costes suponen el 2,2% del Producto Interior Bruto.
En Reino Unido se han dado cuenta hace tiempo que los psicólogos son de gran ayuda para reducir ese gasto. Y para hacer frente al enorme problema de las enfermedades mentales. en Inglaterra se ha puesto en marcha un amplio programa de terapia psicológica que está siendo observado con atención en todo el mundo. Los autores de un artículo publicado en Frontiers in Psychology en 2015 sostienen que la atención psicológica en el sistema de salud no cuesta nada, ni siquiera incrementando el número de psicólogos, debido al ahorro que supone en fármacos e incapacidades.
Resumiendo, han visto que un buen psicólogo es la mejor “pastilla”. Su principio activo (educación emocional, restructuración cognitivas, técnicas de relajación, fomento de las aficiones, relaciones sociales y actividad física) se va liberando durante toda la vida y no tiene efectos secundarios.
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